Avanzamos hacia una involución histórica, cultural, social y el deterioro subsiguiente de la democracia. Qué nadie nos detenga, han pensado en Castilla y León. Seamos pioneros, ya que no somos otra cosa. Todas las Comunidades se anuncian como pioneras en algo, aunque se copien unas a otras. Hay que hacer “acuerdos de gobierno” con la ultraderecha sí se quiere llegar al poder. Y ese acuerdo lo ha definido el candidato, y ya presidente, como “mejora de la calidad democrática”.
El cinismo del irresponsable, la ironía del mal. La democracia no se puede construir con la antidemocracia. Es una falacia brutal. Pero más brutal aún, si cabe, es el silencio entumecido de los medios de comunicación en todas sus variables tipográficas o audiovisuales y, por consiguiente, de la ciudadanía. A pesar del potencial venenoso que destila el mensaje, se acepta y se calla. ¿Por qué ese silencio mayoritario de una concepción tan procaz, tan perjudicial para la democracia? Todo se limita a afirmar “se ha dicho, y basta”. No divulguemos la expresión para no espantar al personal. Ocultemos el dislate entre montañas de chatarra demagógica y entretenimientos infantiles.
Bien es cierto que no debiéramos sorprendernos, estaba en el aire. Desde el momento en el que la Unión Europea, primero Alemania, después Francia, y más tarde otras naciones establecieron un cerco preventivo contra la ultraderecha, y en España opinadores y políticos dijeron o escribieron que esas decisiones iban contra la democracia, la suerte estaba echada. Para no asustar de entrada, la ultraderecha decidió no participar en el gobierno de Andalucía, sino prestar apoyo externo. Una cataplasma lingüística, la “neolengua” del Gran Hermano. Como lo hace en Madrid o en Murcia. Un disfraz tosco de la realidad.
El fin justifica los medios, dicen quienes carecen de principios. Y esa ausencia de principios o esa necesidad de poder es lo que ha permitido al Sr Mañueco explicar como “mejora de la calidad democrática” su pacto de gobierno con la ultraderecha. No lo duden, si a nivel nacional la derecha necesita formar gobierno con Vox, lo hará sin titubeos. Lanzarán mensajes equívocos, organizarán fuegos artificiales para distraernos, pero lo harán. Y volveremos a unos territorios no desconocidos precisamente, pues aún permanecen “vivitos y coleando” los discursos y las ideas de los largos años de dictadura. Si no tenemos claros los principios esenciales de la democracia, y puede considerarse como un elemento de mejora de la calidad democrática la incorporación a la gobernanza de un partido antidemocrático, es que en nuestro embrutecimiento colectivo lo único que importa es el poder al precio que sea. Acceder a las instituciones del Estado para disponer de los recursos del poder, tal como estamos comprobando recientemente en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid. Del pasado de corrupción, mejor no hablamos. Lo hacen las sentencias y los jueces, aunque no tanto como debieran.
El control del futuro exige la mutabilidad del pasado. Lo escribió Orwell en esa guía del presente que es la novela “1984”. Hay una avalancha de escritos de géneros diversos, añorando las arcaicas mitomanías de la dictadura, la reinterpretación novelesca de un pasado rancio y ficticio en clave de presente y de futuro. Recuperamos los relatos simplistas que difuminan la Historia compleja de cualquier país. Y, al final, una conclusión desoladora: tal vez ya estamos dentro de la espiral involutiva. Por eso digerimos sin molestias intelectuales o morales la destructiva afirmación del Sr. Mañueco de que un acuerdo de gobierno con la ultraderecha “mejora la calidad de la democracia”.