Lo que nos trasmiten en los medios es lo de fuera, no los interiores. La intrahistoria. Cómo se urdió un reto en el que Feijóo iba a ir de machote y Sánchez de asustado presidente. ¡Feijóo vs Sánchez, el aspirante contra el titular!, anunciarían los titulares. Los asesores de Feijóo habían tenido una idea brillante para empezar el nuevo curso: retar al presidente Sánchez a un debate en el Senado. Un reto que, calculaban los asesores al 80%, el presidente no aceptaría. No lo necesitaba, cuando en Europa se estaban aplicando las propuestas que España hacía. Como no aceptaría, dispondría de munición, al menos durante el mes de septiembre, para presentar a un Feijóo machote, cada vez más firme, cada vez más ganador que las encuestas, serias o ficticias, difunden con alegría en digitales y otros medios. Ante el silencio de los primeros momentos del presidente, empezaron a hablar de miedo, de nervios en la Moncloa, de inquietud en Ferraz. Sánchez no se atrevía con un Feijóo triunfante. Pero la lógica machotuna se torció, cuando el presidente Sánchez aceptó el reto. El titular bajaba al terreno del aspirante. Ante la sorprendente reacción, dejaron caer en los días previos al debate que había que ser condescendiente con el aspirante, que Feijóo siempre ha hablado de pactos, aunque no tenga ninguna intención de hacerlos. Pero el presidente Sánchez salió a ganar el combate por cao técnico. No quería que el aspirante besara la lona, solo ponerle ante sus propias carencias, sus insuficiencias, su debilidad, presentada como renovación. Feijóo es como Rajoy, solo que bastante más endeble.
Tras el combate, en las terminales mediáticas afines se pusieron a trabajar para atenuar el fracaso. Unos hablaron del uso abusivo del tiempo. Al parecer nadie conocía las regulaciones de estos debates. Por eso llamaron a Sánchez soberbio, prepotente. Otros, los más dolidos con el fiasco, le llamaron asesino, y los rezagados, como algún medio provincial, mantuvieron la estrategia de proclamar a Feijóo presidente. Para agravar las consecuencias, Feijóo se presentó él mismo como víctima. “Recibí ataques furibundos”, dijo un Feijóo lastimero. No se merecía tantos y tan duros golpes. El presidente no tendría que haberse empleado tan a fondo para mostrar las flaquezas del aspirante. Y hasta Aznar salió para referirse a Sánchez citando des obras de García Márquez. Un intelectual de siempre, como demostró cuando apoyó la invasión de Irak. Aunque lo interesante del debate no fue el error de cálculo de los asesores de Feijóo, sino cómo los medios de mañana y tarde, digitales o en papel, se quitaron la careta de la objetividad y trataron con todos sus recursos de imágenes, sonidos, opiniones y escritos varios describir a Sánchez como engreído y voraz.
Tras el estrepitoso fracaso, algo habrán aprendido los asesores y las terminales mediáticas. En el debate de revancha, que buscaran en los próximos meses, todo debe organizarse para que Feijóo no parezca lo que de verdad es. De lo contrario, el delicioso espectáculo de la defenestración del Sr. Casado habrá resultado inútil. Eso sí, esta vez han encontrado un aliado, ya conocido, entre magistrados y jueces, que también han decidido quitarse la careta. Nunca se habían atrevido a tanto. Se disimulaba lo que era evidente y los ciudadanos nos esforzábamos en creérnoslo, a pesar de sentencias y actuaciones ominosas. Ahora, han tirado la toga de la independencia. Se sitúan en la derecha sin tapujos leguleyos. No quieren perder poder. Quieren mediatizar los juicios que aún tiene pendientes el PP. Y dictaminar la deriva de la política nacional. ¿A quién se le ocurre, sino a Sánchez, un bolivariano, querer aplicar la Constitución a una Justicia que desde la transición ha pasado de ella? Continuará.