EL BIEN ES CONTAGIOSO - Grupo Areópago (4 de octubre de 2017)
Hace pocas fechas pudimos leer en el periódico: “Muere la mujer que renunció a un tratamiento contra el cáncer para dar a luz a su sexto hijo” .
Carrie Deklyen, con un cáncer cerebral, decidió libre y voluntariamente proteger la vida de su hijo no nacido, el más vulnerable de todos, negándose a recibir tratamientos teratogénicos, a pesar de que ella moriría.
El instinto maternal prevaleció frente al instinto de supervivencia. Este testimonio nos conduce al asombro ante la grandeza del ser humano y alimenta la esperanza en una humanidad verdaderamente humana.
¿Somos auténticamente libres al satisfacer nuestros deseos aunque perjudiquemos a terceros? ¿El reclamado “derecho a decidir” sobre “mi cuerpo”, justifica dañar a mi propio hijo no nacido, vulnerable entre los vulnerables? ¿Ese “derecho a decidir” me hace libre, me conduce hacia la felicidad?¿O más bien, hacia el vacío, hacia la nada?
El núcleo esencial de la persona radica en amar y ser amado, vivir y dar vida. Esto es propiamente humano, y nos diferencia de otros animales. Nos impulsa a transcender, a salir de nosotros, a no “ensimismarnos”, a salir del “yo-mi-me-conmigo”. Somos seres de encuentro, y esa salida hacia los otros, como ejercicio supremo de nuestra libertad, da sentido verdadero a nuestra vida. Eso es el amor, expresión de la auténtica libertad. Camino necesario para alcanzar una vida plena y una humanidad humanizada.
Carrie ha decidido, en un acto de amor, entregar su vida por completo para dar vida a su hijo. En ese don voluntario ha encontrado la plenitud, la felicidad.
“Vince in bonumalum” (se vence al mal con el bien). La decisión de Carrie no sólo ha salvado la vida de su sexto hijo, sino que puede salvar muchas más, porque el bien es contagioso.
Gracias Carrie.