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San Agustín, entre Gilitos y Barcelona

28 agosto, 2017 00:00

Hoy es San Agustín de Hipona, uno de los padres de la Iglesia y de la filosofía neoplatónica. Además hoy hace setenta años que mataron a Manolete en la Plaza de Toros de Linares, justo también cuando se nos ha muerto el maestro Dámaso. Recientemente, en el Convento de Gilitos ha habido más cornadas que en unos sanfermines y en la manifa de Barcelona al Rey le han silbado los independentistas. Muchos acontecimientos en poco tiempo. Agosto se deshilvana en accidentes sucesivos. Unos y otros no han leído al santo y, si lo han leído, apenas ponen en práctica lo aprendido. El hijo de Santa Mónica dejó escrita una de las frases más bellas de la Historia. Ama y haz lo que quieras. Hoy se hace lo segundo, pero apenas nada lo primero.

Jesús Fernández Vaquero expulsó el viernes a diez diputados del PP de la Comisión de Economía y Presupuestos. Ni Iturralde en sus buenos tiempos. Aunque ya sabíamos a lo que el PP iba, a embarrar el campo como si del Levante o los italianos se tratara. La paciencia franciscana de Vaquero no tuvo límites con el atrezzo de la función. Uno a uno, los diputados populares tomaban la palabra para enfrentarse al presidente, que a su vez había depuesto a Robisco. Lorenzo se hizo un Leopoldo López por dejar hablar a sus compañeros de lo que les viniera en gana, menos de presupuestos. Vaquero dijo que la broma ya había sido suficiente, cogió las gafas de coser y con la serenidad de ánimo de la reina madre los fue apercibiendo uno a uno. El ujier no daba abasto. Hay que subirle el sueldo. El PP busca la zancadilla y el contacto, sin saber que en esto Emiliano tiene experiencia. Page es un superviviente de los cuartelazos de Bono en las Cortes y de los latigazos de Conde en el verbo. Sabe que por mucho que se caldeen los ánimos, llevarán las de perder quienes aparezcan como exaltados. La moderación da votos en esta tierra y el que quede fuera del centro no rascará bola. Emiliano solucionó el problema del viernes con Vaquero sin caerse de la bicicleta ni mancharse de barro. Y eso que estaba viendo la Vuelta en Cuenca.

Mientras tanto, el Rey va a la manifa de Barcelona y lo abuchean. Los independentistas tienen muy mala educación y lo demuestran. Convierten cualquier acto en reivindicación permanente sin venir a cuento. Son unos tristes de la vida, aparte de amargados. Sacar el tráfico de armas en una concentración de homenaje a las víctimas de un atentado terrorista y hacer a los Estados que luchan contra la yihad culpable de los crímenes es sencillamente de locos. Los catalanes sabrán si con esta escoria intelectual pueden ir siquiera a comprar el pan. Si Agustín de Hipona escribió la Ciudad del Cielo, estos suscribirán la nación del infierno.

Y en esto que se nos murió el maestro Dámaso a quince días de su Feria de Albacete, la más grande de todas. El Rey del Temple, como todos los cronistas taurinos lo llaman, fue a terminar casi el mismo día que Islero mató a Manolete, otro califa, el del toreo vertical. Setenta años hace que la España de postguerra moría en la plaza de toros de Linares, mientras Lupe Sino esperaba sentada todavía en Chicote. Hoy Dámaso González nos deja un legado de valentía y coraje, espejo al que mirarse en estos tiempos sin calma. La Feria lo recordará y le abrirá su Puerta Grande como tantas veces hizo. Dámaso corona la historia y la leyenda de una plaza centenaria.

Y entre todos estos ruidos y misterios se muere el mes de agosto. San Agustín es patrón de Gálvez y Fernán Caballero, entre otros muchos pueblos. Hoy arderán los castillos a la entrada del Santo al estilo fernanduco. La lluvia aparece y lame las heridas de la sequía. El Guadiana es un río lento que se ahoga entre la tierra. Y sus ojos se sumergen en el más vacío y oscuro de los silencios. El verano del diecisiete nos deja un reguero de pólvora, sangre, odio, mala leche y muerte. Puto verano. Mejor celebrar San Agustín y volver siempre a él. Ama, haz lo que quieras y debas.