Emiliano
Emiliano García-Page ha sido reelegido secretario general del Psoe en Castilla la Mancha con casi un ochenta por ciento de apoyo del Congreso que este fin de semana se ha celebrado en Toledo. Ya el pasado 30 de septiembre ganó en primarias a José Luis Blanco, alcalde de Azuqueca de Henares, y ahora ha confeccionado su Ejecutiva sin contar con los críticos, a los que está dispuesto a escuchar pero no a que le condicionen la actividad política. Renueva más de las tres cuartas partes de la dirección, cuya media de edad es de cuarenta y dos años. Ha mandado mensajes de apoyo a Pedro Sánchez, con el que ha firmado la paz, de igual forma que el secretario general del partido se comprometió el sábado a ayudarlo para la reválida de la Junta. Tiene cuarenta y nueve años, treinta y uno de los cuales los ha dedicado a la vida pública y la política, de la que es un auténtico enfermo. Se las sabe todas, las ha visto de todos los colores y conserva el olfato para husmear por dónde sopla el viento. García-Page, lo escribí hace muchos años, es Bono corregido y aumentado, aunque sus rivales políticos traten de empequeñecerlo. Ha podido presentarse a la secretaría general de su partido y no lo ha hecho. El recuerdo de lo que ocurrió en el Congreso de Zapatero lo tiene presente y sabe que su partido es díscolo y levantisco por naturaleza. Se ha propuesto la mayoría absoluta para dentro de dos años. El hijo de Gregoria se funde con el paisaje y el paisanaje de su tierra, tal y como lo hizo su mentor durante tanto tiempo.
Conozco a García-Page desde hace veinte años, los que llevo ejerciendo la profesión en esta comunidad autónoma. Lo he visto pasar por múltiples responsabilidades, y en todas ellas cuidó de manera exquisita las formas y el trato con la gente. Podría recorrerse cada pueblo de la región conociendo al menos el nombre de un lugareño. Busca la proximidad, la cercanía – ahora quizá menos- y trata de saludarte si no lo ves o no caes en la cuenta de su presencia. Empezó con Sánchez Garrido en el Ayuntamiento de Toledo y luego Bono lo hizo el consejero más joven de España. Fue su gran escuela, donde lo aprendió todo. Creo que Bono no lo dejó de sucesor por la gran deuda que mantenía con Barreda desde el principio de la autonomía. Con José María en la presidencia, lo puso al frente de una consejería vacía de contenido, la de Relaciones Institucionales, pero que él procuró llenar. Su despacho era el coche oficial y se recorría la región de cabo a rabo, aunque sólo fuera para saludar a los conocidos y mantener las relaciones. Cuando Barreda lo envió al Ayuntamiento de Toledo, todos pensaban que perdería con Molina. Y ganó, se colgó el collar mozárabe y su madre lloró el primer Corpus que desfiló por Alfileritos. Ayer también hizo llorar a los próximos. Vaquero parecía una magdalena y Cristina Maestre, un flan. Muchos años, muchas conversaciones, muchos golpes parados… El roce hace el cariño y los congresos revientan las emociones.
El día que enfermé y caí malo con una pericarditis, se presentó en la habitación del hospital. El alcalde de Toledo dejó todo lo que tenía que hacer en ese momento y vino a visitar a un pobre periodista dos días después de que Zapatero ganara por segunda vez las elecciones. Recuerdo que le dije ya entonces que la culpa de todo la tenía Zapatero y nos echamos unas buenas risas. El poder no lo ha cambiado –o no lo ha cambiado mucho-, si bien el estrépito de este año, con primarias fallidas y presupuestos abortados, lo han alejado un tanto del ruido de la calle. Lo bueno de Emiliano es que a veces se le olvida si habla en público o privado. “Todavía tengo la puñalada en la intercostal”, dijo en el Congreso refiriéndose al voto en contra de Podemos el pasado mes de abril.
Cuando viene a la radio habla siempre de Chocolates Nieto, que hacía un concurso para niños en el que había que decir “si quieres que me esté quieto, dame Chocolates Nieto”. Conoce la ingratitud de la política y tiene colmillo retorcido. Quien se enfrenta a él, lo paga. Es listo como pocos y sabe que es preferible el pacto, la coalición y la confluencia de intereses a la gresca o la animadversión. Su guardia de corps, Regatero, Margarita, Perezagua, Juan, Nacho, Ricardo, lo cuidan como oro en paño y se tragan sus broncas. Es la segunda familia; pasa más tiempo con ellos que con la suya propia, aunque siempre busca momentos. Cuando le propuse una Nochebuena ir a la radio con sus hijos, lo primero que me dijo es “tendré que consultarlo con Yolanda”, su esposa, a la que le gusta pasar desapercibida. A cuatro días de sus segundas municipales, hizo llorar hasta al apuntador en una entrevista que le hice cuando contó que su hijo le había preguntado durante la campaña si iba a estar presente el día de su Primera Comunión.
Ayer fue proclamado secretario general y deberá luchar para revalidar la presidencia de la Junta con un PP muy crecido por la ola nacional, pero sin candidato definido aún en Castilla la Mancha. Vicente Tirado se perfila, aunque falta mucho tiempo. Pese a ello, no se relaja ni un solo día y a sus colaboradores los tiene danzando desde primera hora. No duerme o duerme poco; por eso maquina tanto, dicen sus enemigos. Lo más duro llega ahora. La convivencia con Podemos es una montaña rusa. A Page le hubiera encantado pactar con el PP y a Pedro con Podemos. Pero fue al revés. Así es la vida.