PASADOS 40 AÑOS. Aquella Campaña Electoral (I)
Nadie tenía experiencia en elecciones democráticas, pero resultó una aventura apasionante. Creo que merece la pena recordar aquella primera campaña electoral de nuestra democracia, para los que la vivieron como yo y para los que no tuvieron esa ocasión, porque aún no habían nacido. Al tener que referirme a mi experiencia personal no podré por menos que hacer continuas referencias a mi Partido, el PSOE. Pero creo que podré contar algunos datos interesantes para la historia de la provincia de Toledo.
Militaba clandestinamente en el PSOE desde 1973, cuando terminada mi oposición me convertí en funcionario público. Había tenido contacto con la organización clandestina de Talavera, animada por los hermanos García. Alguna vez, al pasar hacia mi pueblo me hacían el encargo de traer EL SOCIALISTA a los compañeros de Talavera.
Pero mi actividad política la desarrollaba básicamente en la UGT, concretamente en la Federación de Trabajadores de la Administración Pública (FETAP-UGT) donde comenzamos a reivindicar el derecho de los funcionarios a la sindicación. En la Plataforma de Convergencia Democrática y luego en la Platajunta, representé a los compañeros de la organización ugetista madrileña.
El PSOE había sido legalizado en el mes de febrero y en marzo se convocaron las elecciones generales. Me llamaron de la Comisión Ejecutiva Federal y me dijeron textualmente “los compañeros de Toledo quieren que vayas a echarles una mano en la campaña como candidato al Senado, dada tu condición de toledano”.
No parecía que tuviéramos ninguna posibilidad de salir elegidos, al menos yo, que iba el segundo en la candidatura después de Gregorio Peces-Barba del Brío, pero para un joven profesor de la Facultad de Ciencias Políticas, que había leído mucho sobre partidos y elecciones en los clásicos extranjeros, y activo militante sindical y político, aquello representaba una oportunidad que no se podía desaprovechar. Y sin duda aquella campaña ha sido una de las cosas más apasionantes que he realizado en mi vida política.
El aparato electoral socialista lo dirigía con notable eficacia Alfonso Guerra. Los compañeros alemanes del SPD nos prestaron algunas técnicas y probablemente algún apoyo económico.
Comenzamos la precampaña el 1º de mayo, fiesta del trabajo, que por primera vez podíamos celebrar en libertad. El mitin fue en Talavera, en una discoteca al aire libre. Pero como todavía no estábamos en campaña electoral los actos y reuniones no solo necesitaban la autorización gubernativa sino que precisaban la presencia de la autoridad policial. Y allí se presentó el comisario de Talavera. Además de algunos compañeros del lugar, los dos oradores invitados éramos mi fraternal amigo y compañero Miguel Ángel Martínez, candidato a Diputado por Ciudad Real y yo mismo. Dijimos lo que nos pareció conveniente, sobre la dictadura que había acabado y sobre la democracia que iba a venir. Pero nuestras alusiones al Gobierno y a la anterior dictadura no fueron del agrado del Sr. Comisario, que no dudo en ponerlo en conocimiento de la autoridad judicial talaverana que tampoco tuvo dudas en instruir contra nosotros el correspondiente procedimiento. No os podéis imaginar las veces que Miguel Ángel y yo, repetimos en aquella campaña, que para poder procesarnos tendrían que pedir el suplicatorio a las Cortes, pues, sin duda, a partir del día 15, ambos seríamos parlamentarios. El juez de Madrid a quien se remitió el atestado, no tuvo dudas en archivarlo, no sin tomarnos declaración, pues efectivamente ya éramos parlamentarios.
A mediados de mayo Felipe González –todavía no había empezado formalmente la campaña- dio un mitin en Talavera y ya veíamos el éxito que tenía nuestro Secretario General y las propuestas socialistas. Después en la campaña vendría a Toledo, a un cine.
Y mientras, los candidatos nos dedicábamos todos los días a recorrer la provincia. Había que salir pronto por la mañana, pues los Ayuntamientos, todavía en manos de las fuerzas vivas del franquismo, que eran los que tenían que poner a disposición de los partidos los locales para los actos electorales, generalmente nos mandaban a prados y eras y en el mejor de los casos a campos de fútbol o plazas de toros, o a escuelitas donde no cabía un alma. Había que intentar convencer al dueño del cine o del salón de baile que nos alquilara el local que no siempre resultaba fácil, o bien por miedo del propio sujeto o porque su ideología franquista no se lo permitía.
Pero en algunos lugares sí lo conseguíamos y entonces los trabajadores y los jornaleros llenaban a rebosar nuestros actos, aplaudían a rabiar nuestras intervenciones, encantados de poder oír cosas que nunca antes habían oído sobre la dictadura que se acababa y sobre el socialismo que empezaba a despuntar.
Nos acompañaba siempre en los actos la Guardia Civil, que se ponía en las puertas del local y la gente no sabía si era para protegernos o para tomar nota de los asistentes. Pero tengo que decir en honor a la verdad que algunos mandos intermedios, sargentos y brigadas, se mostraban extremadamente colaboradores.
El PSOE en la provincia solo tenía en aquellos días de mayo tres agrupaciones, formalmente constituidas: Talavera, Toledo y Villafranca de los Caballeros. Y no puedo resistirme a relatar lo que pasó en este pueblo la primera vez que fuimos a dar un mitin. El local estaba preparado adecuadamente y entonces las mujeres aparecieron con un retrato de buen tamaño de PABLO IGLESIAS. Este, nos dijeron, era el retrato del Abuelo que presidía la Casa del Pueblo y que un compañero valiente, al finalizar la guerra civil, ocultó debidamente tapiado en un pajar y allí estaba 40 años después. Aquellas mujeres lo traían en procesión como si fuera una reliquia.
Pero también hubo otros momentos menos agradables. Dábamos un mitin en Madridejos, en el campo de futbol, Manolo Díaz Marta y yo. Había poca gente y miraban mucho hacia afuera. Un grupo de falangistas, al parecer de Quero, se paseaba en unos coches de esos que ahora llamamos todo terreno, con gran exhibición de camisas azules, pues parece que aquel mismo día o el siguiente estaba anunciado Blas Piñar. Hubo que esperar un rato, avisar a la Guardia Civil, que envió refuerzos y pudimos empezar. Cuando comenzaron a sonar nuestras canciones y nuestras palabras, de un barrio cercano empezaron a venir hombres y mujeres y aquello se convirtió en uno de los mejores mítines que recuerdo, pues al final no menos de 300 personas nos escuchaban como pedíamos el voto para el Partido Socialista.
Cuando acabábamos los mítines, se acercaban tímidamente los compañeros que nos habían escuchado y todavía en voz baja, nos decían: yo también soy socialista, a mi padre lo mataron en Ocaña, en mi casa todos éramos de la UGT e íbamos a la Casa del Pueblo y no tenga usted duda en este pueblo vamos a ganar. Aquello aparte de llegarnos al alma nos llenaba ilusión. E íbamos cogiendo teléfonos y nombres para nombrar interventores y apoderados y nuestras agrupaciones empezaban a constituirse y había pueblos donde al repetir el mitin aquello era hay una fiesta. Empezaba la gente a perder el miedo. Y conocimos a compañeros entrañables, cuyos nombres y caras tengo en la memoria. Ellos fueron la base del Partido en la provincia.
No puedo resistirme a contar otra anécdota sabrosa. La Ley electoral, que había puesto en manos de los jueces el control electoral, disponía, como sucede ahora, que las mesas se constituirán por sorteo de los electores de la correspondiente sección. Pues bien en un pueblo, el Sr. Alcalde decidió que allí no se iba a hacer sorteo sino que como siempre había sucedido, él nombraría la mesa electoral. Protestamos ante la Junta Electoral que nos dio la razón. Pero cuando en el mitin relaté lo que había pasado, todavía un individuo, seguramente enviado por el Alcalde se levantó y trató de justificar lo que había hecho el Alcalde señalando que los que había designado éste sabían y podían hacerlo mejor que los obreros a los que había correspondido por el sorteo. El abucheo que recibió fue memorable.
Y así llegamos al día de la reflexión y ocurrió que a Peces Barba se le ocurrió que podíamos reunirnos a cenar aquel día los candidatos de los diversos partidos. Y organizamos la cena, y por primera vez en la historia, un ministro de Franco, Licinio de la Fuente, cabeza de la lista de Alianza Popular y un destacado dirigente comunista que encabezaba la lista del Partido Comunista, Luis Lucio Lobato, toledano y por más señas con muchos años de prisión a sus espaldas, Rafael Arias Salgado, que encabezaba la lista de UCD, Jerónimo Ros Campillo que encabezaba la del PSOE y los demás tuvimos una agradable velada de reconciliación. Faltó, aunque también se le dijo, Blas Piñar que también era candidato al Senado por Toledo por la ALIANZA NACIONAL 18 DE JULIO. Se presentó por Toledo convencido de que iba a salir, por aquello de que esta era la tierra del Alcazar.
Francisco Ramos Fernández-Torrecilla. Senador elegido por Toledo el 15 de junio de 1977