El Tajo, solo y olvidado
Estamos asistiendo a una curiosa puesta en escena política, en su versión informativa, del recurrente episodio, con tanta frecuencia repetido, de la inundación producida por el desbordamiento del Ebro. Muy curiosa, ciertamente. Todos los medios, tanto audiovisuales como digitales, públicos o privados, no cesan de ofrecer imágenes impresionantes o apocalípticas reseñas de las catastróficas consecuencias de la riada que en esta ocasión, tristemente, hasta se ha cobrado alguna vida humana.
Las vistas de grandes extensiones anegadas por la aguas, tanto en las comunidades navarra y aragonesa, como en la región catalana; la mención, con entrevistas a los afectados, de las millonarias pérdidas en la producción agraria de miles de hectáreas inundadas; y la estremecedora realidad de haber sido casi necesario el desalojo de poblaciones ribereñas amenazadas por la crecida, han sido en estos días portadas de telediarios y primera página de periódicos. Por supuesto con el denominador común de lamentaciones de las desgraciadas consecuencias con que de vez en cuando nos castiga la madre Naturaleza o, aunque menos común, incluso protestas porque los poderes públicos, después de tanta veces repetida la infausta experiencia, no hayan puesto ya el debido remedio con la obligadas obras de contención de las aguas desbordadas sin control.
Algunos de esos medios, en un alarde de audacia de opinión, hasta se han atrevido a afirmar lo bien que habrían venido estos millones de metros cúbicos, no sólo desaprovechados sino gravemente dañinos, para remediar la grave precariedad de recursos hídricos de las cuencas levantinas y del sureste español.
Avanzando un poco más en esa audacia, algunos hasta han osado deslizar alguna crítica, ya rozando lo político, a la anulación del trasvase del Ebro como obra principal del derogado Plan Hidrológico Nacional. No ha faltado quien, en su alocado atrevimiento, hasta ha llegado a mencionar al señor Rodríguez Zapatero como autor de la tropelía. Y ya en el colmo de la osadía, ha habido alguien que hasta ha llegado a afirmar que esa derogación era el precio político pagado al separatismo catalán para que el mencionado Zapatero pudiera lograr una mayoría de gobierno. Hablar de la complicidad que aquí, en nuestra propia tierra, con nombres y apellidos concretos, tuvo la desdichada operación habría sido casi suicida.
Pero, curiosamente, en esta medida y bien graduada escala de lamentaciones, ni una sola mención al Trasvase Tajo-Segura. El Tajo, una vez más, como siempre, solo, olvidado e ignorado. El espectáculo informativo, por más que ya sea antiguo, no es menos indecente. Por lo visto, esa torrencial riada que ha llegado al delta del Ebro en Tortosa, vertida ya en el mar, no son aguas excedentarias. Son otra cosa. Sin embargo, aquí, en nuestra cabecera de Entrepeñas y Buendía, un sólo centímetro cúbico que supere los 400 hectómetros cúbicos “legales”, ya son aguas excedentarias. No importa que ni siquiera se alcance el 20 por ciento de la capacidad total de embalse, ya casi al límite de los fondos de barro y lodo. No importa. Hasta con desprecio de la Real Academia de la Lengua, a eso se le llaman excedentes.
El espectáculo informativo, a fuer de repetitivo, en sencillamente inmoral. Y es que aquí parece que la solidaridad sólo la hemos tenido que practicar nosotros. Curiosamente, habiendo sido hasta ahora los únicos que la hemos practicado, tenemos que soportar que cualquier señal de protesta o declaración de hartazgo nos sea calificada de egoísmo.
Mientras tanto, aquí algunos quieren que nos perdamos debatiendo sobre si es más correcto hablar de políticos presos que de “presos políticos”. ¿Hasta cuándo tendremos que aguantar?