La fusión de Liberbank es cosa de tres
Tanto los distintos supervisores como los analistas de este país abogan cada vez más por avanzar en la consolidación del sector bancario en España. Un objetivo imprescindible para elevar su rentabilidad y mejorar su eficiencia, en un periodo convulso donde el deterioro del negocio tradicional es cada vez mayor, e inciertas las cuentas correspondientes al segundo semestre del año. Dentro de este panorama tan poco halagüeño, Liberbank se encuentra entre las entidades que pueden provocar uno de estos movimientos, y protagonizar una nueva ronda de operaciones corporativas bancarias tras sus fracasos anteriores con Unicaja y Abanca. Y la bolsa parece recordárselo cada día a la entidad dirigida por Manuel Menéndez. En estos días, Liberbank presentó el segundo peor comportamiento de toda la banca cotizada en lo que va de año, a tan sólo menos de dos céntimos de los 0,276 euros de su mínimo histórico establecido en julio de 2016.
Hace unas semanas, el banco se “confesaba” con la Comisión Nacional del Mercados de Valores (CNMV) para advertir al regulador del “impacto negativo” que está generando en la entidad la actual situación política, además de otros riesgos administrativos, judiciales, y de arbitraje sobre los que no puede predecir su alcance, contenido y resultado. Vuelve ahora Liberbank a repetir visita a la CNMV para hacer pública en esta ocasión unas clausulas que, aunque conocidas en su mayoría, son la primera vez que se publicaban íntegramente.
Entre ellas, la que establece que en el caso de fusión, transformación, escisión, disolución o cesión global de activos y pasivos y, en general, cualquier modificación estructural de Liberbank además de las citadas “se precisa el voto favorable del 100%” de las cuotas del comité de sindicación. Un acuerdo establecido sobre la base de participación de cada una de las tres partes en el capital social del banco (Cajastur-CCM 66%; Caja Extremadura, 20%; y Caja Cantabria, 14%).
Hasta ahora, Liberbank ha seguido priorizando su estructura en la reducción de plantillas y el cierre de oficinas –con Castilla-La Mancha como uno de sus principales territorios de actuación- frente a la opción que representa una fusión que debe contar con la aprobación de todo su capital social. No parece que las medidas tomadas para optimizar la entidad sean suficientes a la vista de la evolución bursátil del banco. Una entidad que se resiste a reconocer su cada vez menor valor, y también a obviar las recomendaciones que cada día envían los supervisores para emprender otra fase de consolidación que permita aclarar su futuro y el de sus empleados.