¿Qué empresa toledana ha participado en la restauración del Santo Sepulcro de Jerusalén?
Durante diez meses se han llevado a cabo importantes obras de restauración de la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, en las que ha participado una importante y emblemática empresa toledana del sector de la cerámica industrial.
La restauración de la Basílica, finalizada el pasado mes de marzo, supone mucho más que las necesarias mejoras que el templo requería: encarna el deseo de anteponer el bien común por encima de las rencillas y diferencias que históricamente han separado a católicos, armenios y griegos ortodoxos, las tres confesiones que custodian la basílica de forma mayoritaria. Un consenso para el cual ha habido que esperar 200 años y que se ha visto propiciado por las urgentes necesidades que presentaba el Edículo que alberga el lugar exacto en el que, según la tradición cristiana, se produjo la resurrección.
Las obras, que han supuesto 10 meses y 6 millones de euros, han estado dirigidas por Antonia Moropoulou, profesora de la Universidad Politécnica de Atenas, y se han centrado principalmente en la restauración del Edículo donde se encuentra el lugar de la resurrección, aunque también han sido reconstruidas otras estancias.
Los trabajos hubieron de compaginarse con la rutina habitual de visitas: cuando el templo cerraba sus puertas era cuando se procedía a realizar las obras, que concluían con la apertura para una nueva jornada de recepción de peregrinos.
En el lado este de la basílica (atendiendo a la dirección de los pasos de los visitantes más que a la propia arquitectura del templo), y bajo la custodia de los griegos ortodoxos, se encuentra la Capilla del Calvario, lugar de especial relevancia para la historia cristiana puesto que fue donde se clavó la cruz del martirio de Jesús.
El estado de su fachada exterior, deteriorada por los avatares del tiempo, fue objeto de estudio, para lo cual se organizó un concurso internacional donde competían diferentes empresas fabricantes de ladrillo, entre las cuales se encontraba la que a la postre sería la ganadora: La Paloma Cerámicas, de la localidad toledana de Pantoja.
Para recrear el aspecto de los ladrillos necesarios para la restauración, desde Jerusalén enviaron a la empresa trozos del ladrillo original a fin de fabricar uno de similares características estéticas, pero con mejores condiciones de resistencia.
La Paloma Cerámicas consiguió cumplir los parámetros de calidad exigidos a través de la mezcla de procesos tradicionales como la obtención del ladrillo a partir de moldes de madera y la tecnología de sus hornos cerámicos, que trabajaron a 1.300 ºC.
En la Cerámica consideraron oportuno la fabricación de una nueva línea de ladrillos con semejantes prestaciones y acabado, y ponerlo a disposición de sus clientes, naciendo así la línea de ladrillos Jerusalem.