La hora de la verdad
“El debate del Parlament que lanzó la ley del referéndum secesionista supone el cénit de radicalidad y tensión en el desafío contra la democracia española y contra la legalidad y las instituciones catalanas de autogobierno que el procés soberanista abrió hace un lustro. Pero el tiempo acerca enormemente ese mismo proceso a su naufragio. Desprovisto el bloque secesionista de alianzas; expulsados los moderados y legalistas del nacionalismo de sus partidos; purgados los prudentes del Govern; fragmentada la sociedad catalana, y recorrida una esotérica hoja de ruta que ha llevado a la descomposición política y a la anomia gubernativa, solo faltaba el broche para iniciar el capítulo final de esta descabellada aventura”. Así comenzaba el diario El País su editorial tras producirse el espectáculo bochornoso que hemos visto estos días en Cataluña, y en esa línea o similar han editorializado prácticamente todos los periódicos, opiniones que compartimos los demócratas que lo somos de verdad y sin aditivos.
Estos dos días de vergüenza han sido la prueba del algodón de la calidad democrática de muchas personas y hemos comprobado como algunos, detrás de ese nombre, ocultaban un tic totalitario, un apestoso tufo de dictadores de medio pelo de esos que pretenden aplastar, a golpe de ordeno y mando, a la oposición y amordazar a los ciudadanos. Ha sido un golpe institucional en toda regla el que han dado el Parlament y el Govern de Cataluña y por eso no es momento de silencios cómplices o verdades a medias.
Quienes han estado a la altura han sido la mayoría de los partidos de la oposición. Hemos asistido a intervenciones memorables que, aunque no pudieron alterar el rodillo mayoritario, nos dejan un soplo de esperanza. De todas ellas me quedo con la de Joan Coscubiela porque rompió el guión que se esperaba. Él, antiguo diputado de Iniciativa per Catalunya, habló de bucaneros y denunció con claridad que se estaba vulnerando el Estatut y la Constitución, los derechos de los diputados de la oposición, ignorando las opiniones de los letrados, eludiendo un dictamen del Consejo de Garantías Estatutarias. Coscubiela se refirió a su tradición familiar de luchadores antifranquistas y, en coherencia con su historia, no pasó por alto este ataque a la libertad y la democracia.
"Estoy dispuesto a partirme la cara para que ustedes voten sobre la independencia de Cataluña, pero no si pisan los derechos de los diputados!", proclamó. "¡Han perdido el sentido!", le dijo al president de la Generalitat, Carles Puigdemont, que miraba hacia abajo para no dar la cara frente a uno que él podría pensar que era de los suyos. Su intervención fue un rotundo “venceréis pero no convenceréis” y levantó el aplauso de sus más firmes adversarios como una especie de comunión entre demócratas.
Ahora, después del episodio parlamentario más triste y oscuro vivido en España después del 23-F, sólo queda apelar a los políticos con mayúsculas y que estos aparquen sus pequeñas miserias partidistas. Ahora toca reforzar la unidad de todos los partidos que defienden el marco constitucional y no están dispuestos a llevarnos al abismo. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera (ojalá se sumará Pablo Iglesias, cosa que desgraciadamente no ha ocurrido, para decepción de muchos de sus votantes) deben ir de la mano sin que ninguna grieta partidista se cuele en este asunto tan grave. Todos juntos han marcar y apoyar la acción del gobierno y respaldar a los tribunales en el desafío y todos a una deben dejar claro que esto es una democracia, que ya tuvimos una dictadura que duró demasiado como para permitir un remedo de la misma en una parte de España.
De entrada el Tribunal Constitucional ha suspendido cautelarmente la Ley del Referéndum y los decretos firmados para permitir la consulta de autodeterminación del 1 de octubre. También ha suspendido la designación de miembros de la sindicatura electoral y avisado a todos los alcaldes de Cataluña así como a 77 altos cargos y funcionarios que tienen el deber «de impedir o paralizar cualquier iniciativa que suponga ignorar o eludir la suspensión acordada». En particular señala que deben abstenerse «de iniciar, tramitar, informar o dictar, en el ámbito de sus respectivas competencias, acuerdo o actuación alguna que permita la preparación y/o la celebración del referéndum». Y se les apercibe «de las eventuales responsabilidades, incluida la penal» si no atienden el requerimiento. Está es la ley y debe cumplirse sí o sí. Los demócratas no podemos dejar que se vaya por la alcantarilla lo que nos ha costado tanto construir. La Democracia plena es nuestra memoria histórica para las siguientes generaciones y las veleidades de una minoría de radicales, antisistema, independentistas o nacionalistas que quieren escurrir el bulto para que se les indulten y no pagar la factura de su latrocinio no pueden triunfar. Es la hora de la verdad. Ya no caben medias tintas.