Andalucía en su día D
Seguramente todos los políticos en Andalucía pedirán el domingo que las urnas se llenen de votos. No es de extrañar porque las elecciones son, y deben ser siempre, una fiesta de la democracia, el momento álgido de los ciudadanos en el que, con su voto, decidirán el futuro que les espera. Las elecciones de Andalucía son una cita autonómica con las urnas, pero no solo eso. Todos los partidos políticos, dependiendo de los resultados, harán una lectura a nivel nacional de su fortaleza o debilidad de cara a los comicios de mayo y también con la mirada puesta en las generales. Hay que ir a votar, y no sólo por un sentido ciudadano y cívico, sino sobre todo por un sentido de la responsabilidad individual y colectiva, porque quien mira hacia otro lado, quien no quiere participar para mostrar su indignación o quien cree que absteniéndose está dando un “toque de atención” a unos políticos que sienten lejanos, se equivoca.
Yo no creo en la jornada de reflexión aunque la respeto, y me gusta mucha más el sistema anglosajón o el americano, donde hasta el mismo momento que se deposita el voto se está en campaña. Aun así tengo que reconocer que la campaña de las andaluzas me ha gustado porque los partidos se han movilizado, se han hecho debates televisados y aunque ha habido de todo -también desgraciadamente inútiles guerras de banderas e insultos y enfrentamientos intolerables-, el balance es positivo incluso con la aparición de Vox que, a base de ser atacado por todos los frentes, se ha convertido en protagonista, justo el efecto que los partidos con representación parlamentaria, que les acusan de ser la extrema derecha, querían evitar.
Lo que está en juego este domingo es mucho más que 109 escaños en el parlamento de Andalucía. No solo los candidatos andaluces de los principales partidos se pueden jugar su futuro político, sino que también será una prueba de juego para los líderes nacionales, especialmente para los que han asumido recientemente las máximas responsabilidades. Tanto Pablo Casado, recién aterrizado en su liderazgo del PP, como Pedro Sánchez, nuevo inquilino de la Moncloa, tendrán su prueba de fuego, pero también pasarán su propio examen Albert Rivera o Pablo Iglesias. De entrada, algunos ya auguran que la noche del día “D” puede terminar en entierro político de más de uno que figura como cartel electoral de Andalucía, y después llegará el momento de la verdad, de los pactos y de quien tenga en su mano la llave de la gobernabilidad… pero ese es otro cantar.
De todo lo que hemos visto en estos días de campaña y también en la precampaña, pese a los enfrentamientos dialécticos y las puyas que se han lanzado todos, me quedo con la idea de que opciones antagónicas ideológicamente pueden debatir sin que la sangre llegue al río. De hecho, los debates han sido de guante blanco comparados con los tonos incendiarios y de taberna que vemos en el Congreso de los Diputados. No ha habido cortes de manga, ni escupitajos, ni impresor al viento, ni numeritos. Se han llamado “facha” o “comunista totalitario” o demagogos, se han acusado de todos los males del Sur, pero la cosa no ha ido a mayores porque ahí el independentismo no es un asunto que lo contamine todo. El 2-D es jornada electoral y las urnas deben llenarse de votos porque, pase lo que pase y gane quien gane, las cosas serán diferentes y seguramente habrá que buscar lugares de encuentro. Cuando llegan estos casos siempre recuerdo como el genial Indro Montanelli se las ingenió para definir el tipo de comunismo que podía plantear un partido, como el PCI, que estaba dirigido por el aristócrata Enrico Berlinguer. Este noble sardo ofreció una vez una entrevista en su gran mansión a un periodista que no pudo evitar preguntarle, tras observar su holgado modus vivendi, si era coherente su estándar de confort con su condición de comunista. La respuesta del secretario general del Partido Comunista Italiano fue totalmente esclarecedora: "El comunismo que yo propugno no consiste en que los marqueses tengan que vivir como obreros, sino en que los obreros puedan llegar a vivir como marqueses". Tomando esta consideración como ejemplo de que cada ideología puede presentarse según el cristal con el que se mire, no resultaría extraño que algunas de las cosas que se han dicho durante estos días puedan darse la vuelta como un calcetín dependiendo de quien la tenga que llevar a cabo. Pase lo que pase, sigan o no los socialistas en el poder o haya o no extraños compañeros de viaje -¿o de cama?- las urnas habrán hablado y eso es sagrado.