Ramos y Page no logran animar la fiesta regional
La fiesta regional nunca ha pasado de ser una fecha de celebración oficial. Se trata de una de esos acontecimientos que organizan los políticos para salir ellos en las fotos, televisiones, radios y periódicos. Para el civil que tiene que asistir, es una fiesta a las que si se pudiese, no se acudiría porque es de las que no se pasa especialmente bien. Ni tan siquiera da para el cotilleo político o tomarse algo distendidamente y hacer algún chiste. Las paredes oyen. El resto de los ciudadanos viven la jornada en el desinterés, y en las provincias cercanas a Madrid, se aprovecha la jornada para ir a pasar el día en la capital.
Talavera viene siendo en los últimos años frecuente sede de dicha fiesta. Es un gesto político de apoyo moral a una ciudad y comarca hasta hace algunas décadas rica y en permanente desarrollo que se ha convertido en el Detroit de la zona centro peninsular por dos causas esenciales: la entrada de España en la comunidad europea poniendo en saldo nuestra agricultura y ganadería, y por el fronterismo generado en la delirante organización autonómica del Estado que pese al eufórico optimismo oficial, no ha generado más que problemas añadidos a la convivencia y medios de vida de los españoles.
Como digo, se trata de un apoyo moral porque no produce nada más. Y en la última ocasión, hasta mal ambiente. El tono reivindicativo del alcalde Jaime Ramos y la respuesta controladamente destemplada del presidente regional, Emiliano García-Page, no contribuyeron a convertir la ocasión en un agradable “party”, sino en una gallera con tensas relaciones entre cuñados en reunión familiar.
Ramos anda desarrollando su plan reivindicativo y protestón como objetivo esencial del mandato. Y la verdad es que lo ha ejercido incluso contra las administraciones controladas por sus propios correligionarios del PP con desigual resultado. El caso, es que el tono le molestó a Page, que por su parte está en el esfuerzo de convencer al personal de que esta es la primera vez que manda en la Junta de Comunidades, donde lleva varios lustros con cargos sobresalientes. Si no era el momento para hacer exhibiciones de valientes reclamaciones, menos lo era para responder invocando a un difunto. La cita crítica al prematuramente desaparecido Gonzalo Lago sobraba, considerada desde cualquier punto de vista.
La verdad es que Lago fue el primer alcalde, y Cospedal la primera presidenta, de la democracia que llevaron una empresa de regulares dimensiones a Talavera. Una industria que, además, se alimenta de los productos de la tierra. Otros se han esforzado más en desmontar la Talavera feliz con diversas lamentables acciones, las más relevantes, cerrar el Mercado Nacional de Ganado sin darle una alternativa, ignorar el polígono Torrehierro -de los primeros señalados en España- y restar importancia al buque insignia del desarrollo local que era el hospital con el antes citado fronterismo autonómico. Incluso andan vendiendo el barquito que hubiese contribuido a dar una ligera brisa a la igualmente deprimida comarca de La Jara con el desarrollo de algo de turismo cultural.
La fiesta oficial regional no endulza, ni anima con una pequeña reyerta de orden político, el triste ambiente de Talavera y su zona de influencia. Y lo peor es que denota desafección y que se está más en el enfrentamiento que en generar ideas y políticas que terminen con el desastre y el despoblamiento.