Poco a poco se van conociendo más detalles sobre el accidente aéreo que ha costado la vida al dueño de la empresa Quick Air, Karl Peter Griesemann, a su esposa Juliane, a su hija Lisa y a su pareja, Paul Föllmer. A la aeronave privada en la que el pasado domingo viajaba la familia desde Jerez de la Frontera (Cádiz) con intención de llegar hasta el aeropuerto de la ciudad alemana de Colonia, aunque finalmente se acabó estrellando en el mar Báltico frente a las costas de Letonia, se le perdió la pista cuando sobrevolaba Toledo.
Según ha informado EL ESPAÑOL, según fuentes de la Entidad Pública Empresarial gestora de la navegación aérea en España y el Sahara Occidental (Enaire), la aeronave modelo Cessna 551 -de bandera austriaca y con 40 años de antigüedad- emitió su última comunicación a las 14:55 hora local (12:55 GMT) a la altura de Toledo, una hora después de despegar desde Jerez.
En ese momento, siguiendo los protocolos, dos aviones de combate españoles partieron desde la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) para monitorear el avión, que se mantenía en línea recta y a una velocidad adecuada, aunque no lograron comunicar con el piloto. Después hicieron los propios cazas franceses y alemanes, que tampoco lograron contactar con la tripulación, y finalmente un F-16 danés que solo pudo ver al avión virar y estrellarse frente a Letonia alrededor de las 19:45 horas.
El hecho de que se conozca el lugar y la hora exacta del accidente facilita la búsqueda. Las autoridades letonas se han hecho cargo de la gestión de la búsqueda, con el apoyo de los servicios de emergencia de Estonia y Lituania.
La prensa letona ha recogido que el jefe del servicio de rescate marítimo, Peteris Subbota, ha explicado que la operación de búsqueda se lleva a cabo actualmente en un área de 36 kilómetros cuadrados, en un punto donde el mar tiene una profundidad de 60 metros.
Enamorado del sur de España
La familia del empresario alemán viajaba frecuentemente al sur de España, donde pasaba largas temporadas. Antes de la tragedia, la rutina más placentera para Pieter Griesemann era salir de su casa en Colonia, coger un avión privado de su propiedad -que solía pilotar él mismo puesto que contaba con una gran experiencia- aterrizar en Jerez de la Frontera y refugiarse en el impresionante chalé que poseía en la parte alta de Atlanterra, en Zahara de los Atunes.
En el regreso de su último viaje, por circunstancias desconocidas, aunque todo indica que hubo un fallo de presión, el aparato despegó en Jerez de la Frontera y cayó este domingo en aguas del mar Báltico, donde hasta el momento solo han aparecido restos y una balsa de combustible. No hay esperanzas de encontrar con vida al industrial (72 años), a su mujer, Juliane (68), su hija Lisa (27) y la pareja de esta última. El matrimonio deja a dos hijos: Björn, de 46 años y Georg, de 41.