Foto: Guardia Civil.

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Sucesos

Detienen en un pueblo de Toledo a un estafador que usaba una llamativa técnica: así timó hasta 250.000 euros

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La Guardia Civil de Albacete ha detenido a un vecino de Casarrubios del Monte (Toledo) de nacionalidad camerunesa como presunto autor de una estafa que asciende a 250.000 euros a través del "timo del negativo" o de los "billetes tintados".

El detenido ya tenía antecedentes policiales por un hecho similar al investigado, cometido el pasado mes de agosto en Lorca (Murcia).

La investigación comenzó tras la denuncia de un vecino del municipio murciano, que había sido víctima de estafa por valor de 16.400 euros. La Benemérita supo que el estafador tenía intención de viajar hasta Hellín para intentar engañar a otras personas con el mismo método por lo que se estableció un dispositivo en los extrarradios de la localidad.

Una de las patrullas localizó un vehículo en una de estas zonas que iba ocupado por el presunto estafador. En el interior llevaba numerosos frascos con productos químicos y tintes, varios billetes de 50 euros tintados, papeles blancos y negros del mismo tamaño utilizados para realizar el engaño, así como 300 euros en efectivo de curso legal.

Asimismo, se consiguió averiguar que había estafado a otro empresario en Murcia más de 230.000 euros.

Las diligencias, instruidas por efectivos de la Guardia Civil de Hellín, junto con el detenido, fueron puestas a disposición del Juzgado de Instrucción número tres de la localidad hellinera.

Modus operandi

Lo que hacía el estafador era interesarse en anuncios en medios digitales sobre ventas de terrenos rústicos, inmuebles o vehículos de gran tonelaje. Ofrecía a las víctimas pagar los inmuebles o vehículos con billetes de curso legal, pero tintados de negro para poder sacarlos de su país sin ser detectados en los controles aduaneros.

Después, les hacía creer que para devolverlos a su estado original los billetes debían tratarse con unos productos químicos que él mismo facilitaba, enseñándoles vídeos y haciendo pruebas. Como beneficio, ofrecía el doble del dinero, haciendo creer que era una maniobra de blanqueo.

Colocaba un billete tintado junto a otro real y lo rociaba con productos químicos. Para darle más realismo, el estafador invitaba a las víctimas a que llevasen los billetes a entidades bancarias para comprobar su veracidad, ganándose su confianza.

Cuando las víctimas accedían a invertir su dinero, entregaba un sobre cerrado con billetes tintados a los que no podía darles la luz ni el aire para evitar su descomposición. Pasados esos días, las víctimas abrían los sobres precintados, encontrando en su interior meros tacos de papeles.