No es novedoso que las elecciones de este domingo son las más inciertas en la historia reciente de España. Ocurre, sin embargo, que la incertidumbre crece día a día tanto para los partidos en liza como para los votantes. La negativa de Albert Rivera a respaldar un gobierno de PP y PSOE, repetida por el líder de Ciudadanos este miércoles, aviva aún más, si cabe, las dudas de esta cita con las urnas.
El martes, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, reconoció por primera vez que necesitará un pacto para gobernar tras el 20 de diciembre. Aunque no mencionó directamente a Ciudadanos, parece evidente que pensaba en la formación naranja cuando habló de que es preferible firmar un acuerdo de gobernabilidad para toda la legislatura que conseguir pactos puntuales. El jefe del Ejecutivo arguyó que con un pacto de esta naturaleza España tendría más estabilidad.
“Sería defraudar a la gente”
La respuesta del candidato de Ciudadanos no ha tardado en llegar. En línea con lo que ha dicho durante toda la campaña, este miércoles Albert Rivera ha afirmado que “apoyar al PP o PSOE sería defraudar a la gente”: “A los que hacen cábalas con pactos y no pactos -ha afirmado-, un mensaje claro: no queremos que sigan los mismos. No lo harán con nuestro apoyo”. “No hemos llegado hasta aquí para que todo siga igual; los españoles necesitan un Gobierno nuevo; ni Rajoy ni Sánchez representan ese cambio”. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Si un probable pacto, de legislatura o puntual, entre PP y Ciudadanos se complica, aún más difícil parecen las otras combinaciones probables. Y es que varias encuestas publicadas en los últimos días apuntan a un Parlamento casi ingobernable tras las elecciones del próximo domingo. Algunos sondeos señalan que ni la suma de PP y Ciudadanos, por un lado, ni la de PSOE y Podemos, por otro, sumarían los 176 escaños de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Existe al menos el 30% de posibilidades de que las formaciones lideradas por Mariano Rajoy y Albert Rivera no obtengan juntas la mayoría y todavía es más difícil que los partidos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias puedan conseguirla, según el promedio de EL ESPAÑOL publicado estos días.
Con el reparto de escaños que aparece en los diferentes pronósticos, también es harto complicado que PSOE y Ciudadanos puedan alcanzar juntos una mayoría absoluta. Tanto por los números como por sus diferencias ideológicas, es inimaginable que PP y Podemos puedan ayudarse tras el 20-D. La opción de una “gran coalición” al estilo alemán entre PP y PSOE es la única que tendría los votos suficientes, pero también parece imposible, sobre todo tras el cara a cara del pasado lunes, con los insultos entre Sánchez y Rajoy.
¿Ingobernabilidad?
Así las cosas, es seguro que el 21 de diciembre habrá en España una aritmética parlamentaria sin precedentes en los últimos cuarenta años y, por ende, un escenario de ingobernabilidad. Desde la Transición hasta la actualidad, ha habido varios gobiernos en minoría, como el primero de José María Aznar (1996-2000) o los dos de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011). Pero en aquellos casos el panorama político consistía en que un partido era el más votado con una diferencia sustancial respecto al segundo y necesitaba apoyos puntuales para sacar adelante la investidura del presidente y otras votaciones clave como la aprobación de los presupuestos cada año.
Sin embargo, en la legislatura que se avecina, el escenario político va a ser radicalmente distinto. Las predicciones señalan que los cuatro partidos mencionados tendrán una potente presencia en el Congreso. Más allá de las matemáticas, la formación de gobierno dependerá de los pactos entre distintos. Y ahora mismo solo caben especulaciones, teniendo en cuenta que todos los partidos esconden sus cartas ante la cita electoral. Si, como señalan todos los sondeos, el PP gana las elecciones, necesitará el apoyo y/o la abstención de otra formación para lograr que Mariano Rajoy repita en la Moncloa. A priori, Ciudadanos podría permitir la formación del Gobierno. Pero, como ya se ha dicho, Albert Rivera ha descartado esa posibilidad. Y ha abonado una incertidumbre que no para de crecer.
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