A dos días del 20-D, el último retrato electoral de Pedro Sánchez muestra a un hombre de 43 años endurecido en la recta final de la campaña hasta el punto de que, a veces, la sonrisa se transforma en rictus.
Llegó hace año y medio vía primarias tallado en plástico, como aquellos muñecos Madelman con los que él jugaba de pequeño: grande, rígido y de facciones perfectas. Se construyó a medida una biografía a la americana que aún no sabemos si funciona en un país como España y un partido como el suyo. Lleva mochila: la herencia económica de Zapatero, la huida masiva de votantes hacia Podemos y una supuesta liviandad personal que le impide cuajar como líder.
En el debate de Atresmedia muchos le vieron empequeñecer hasta convertirse apenas en un soldadito de plomo listo para arder junto a su bailarina en la chimenea post 20-D. Pero el cara a cara con Mariano Rajoy le ha devuelto el empaque de killer con el que enfrentarse a ese ignoto día después.
“Llamar indecente a Rajoy ha sido un auténtico activador de votos”, señala un veterano miembro del PSOE en su vertiente andaluza, que es según los expertos la verdadera sede central de un partido que en Madrid sólo tiene “sucursal”. Era su mejor y última oportunidad, mantiene: ir a degüello contra un presidente del Gobierno obligado a vivir bajo la sospecha de los sobresueldos en dinero negro.
PROPULSOR DE VOTOS
“Es inaudito: un país europeo en el que hasta ahora ningún periodista ha podido preguntarle a fondo a Rajoy si recibió dinero de la contabilidad B del PP. Hace 20 años, Iñaki Gabilondo sí llegó a preguntarle a Felipe González si él era el señor X”, continúa este socialista en referencia a la expresión con la que en los años 90 de la década pasada se conocía al líder de los GAL, la guerra sucia contra ETA.
Imaginemos que este domingo funciona ese propulsor de votos que Sánchez quiso accionar este lunes. Aún así los números no le salen: en 2011, su predecesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, obtuvo 110 escaños con siete millones de votos. Según el pronóstico de Kiko Llaneras, ahora conseguirá alrededor del 20% de los votos y se quedará en 80 escaños.
“Estas son unas elecciones muy muy raras, está todo abierto”, sigue recordando otro veterano miembro del partido que alberga en su cabeza un auténtico Google histórico de comicios españoles. Un 20D raro que juega en favor de Sánchez: sólo el cuadro “completo y final” determinará su posición en un tablero político nuevo e impredecible.
Que nadie lo dé por muerto si el resultado no es un “auténtico desastre”, insisten en su propio partido, donde remarcan que las teorías conspirativas sobre la pira que pueda estar preparando Susana Díaz para él son propias de los “cenáculos madrileños”. Desde Andalucía sin embargo reconocen que “Susana sí está en eso”, aunque “ha perdido mucho poder desde que “los grandes del Ibex decidieron volcarse con Albert Rivera”.
ADICTO AL TELEPROMPTER
A Sánchez se le puede acusar “inconsistente, americanizado, personalista e incluso adicto al teleprompter”. Pero, ¡alto! Pocos dudan de su lado fiero: “Es duro, tiene olfato, sentido del poder y siempre ha orbitado en torno a los que estaban en el poder, a los que le podían ayudar a subir peldaños”.
El propio Sánchez lo dijo así en su entrevista en EL ESPAÑOL cuando se le preguntó directamente por los planes que Susana Díaz pueda tener para él a partir del 21 de diciembre: “Yo soy un corredor de fondo”. En el partido le creen, y están seguros de que va a pelear a muerte: “Lo ha preparado todo para sobrevivir a los resultados del domingo: una lista de incondicionales y un efecto placebo que consiste en insistir en que Rubalcaba lo habría tenido aún más difícil con Iglesias y con Rivera”.
Insisten: que nadie menosprecie esa dureza. Así lo demostró de nuevo este lunes durante el cara a cara con el presidente del Gobierno: “No se arruga, ya se vio claramente que no le importó lo más mínimo la reacción de Rajoy. Le resbaló”.
Tan “fuerte” y “resistente” que no le tembló el pulso cuando se rodeó de “pretorianos” como Antonio Hernando o César Luena “en previsión del día después”. O cuando nombró “a dedo” a Irene Lozano, la ex UpyD especialista en criticar al (viejo) PSOE, y con la que este jueves ha paseado hombro con hombro por la calle Fuencarral de Madrid.
¿Madelman o soldado de plomo? Los resultados del domingo y el tablero posterior lo dirán.