El Parlamento español es desde este domingo mucho más arcoiris que nunca desde las primeras elecciones democráticas de 1977. Las urnas han certificado la muerte del bipartidismo y el comienzo de una nueva etapa en la que ninguna fuerza política va a poder gobernar en solitario, los políticos veteranos van a tener que aprender a ceder poder a los más jóvenes y la estabilidad que proporcionaba la alternancia de los dos grandes partidos va a desaparecer.
PP y PSOE han dominado el Congreso desde 1982, cuando Felipe González alcanzó la más amplia mayoría absoluta jamás vista: 202 diputados. El PP obtuvo 107. La siguiente fuerza, CiU, quedó muy distante con sus 12 escaños.
Ese reparto a dos con una tercera fuerza lejana (bien CiU, bien IU) se ha repetido los últimos 33 años en todas las elecciones estatales -ocho- celebradas desde entonces. Ni el PP ni el PSOE han bajado nunca de los 105 escaños, y es por ello que el resultado obtenido por Pedro Sánchez es el peor de los que el PSOE ha registrado en toda la historia del bipartidismo.
En los comicios de 1986 el PSOE bajó a 184 diputados (su segundo mejor resultado) y el PP se quedó en 105. CiU tuvo 18 escaños.
En 1989 el reparto fue de 175 escaños para el PSOE y 107 para el PP. En 1993 los dos grandes partidos acortaron distancias: hubo 159 diputados socialistas y 141 del PP.
En 1996 se produjo el vuelco. El PP gobernó con una mayoría de 156 diputados y el PSOE obtuvo los mismos que el PP había logrado en la anterior legislatura, 141.
Las elecciones de 2000 elevaron al PP a 183 escaños, mientras que el PSOE bajó a 125. En 2004 volvieron a igualarse y gobernaron los socialistas con 164 diputados frente a los 148 de los populares.
En 2008 se dividieron la Cámara Baja con 169 puestos el PSOE y 154 el PP. Con 186 diputados, los populares lograron en 2011 su mejor resultado electoral y su segunda mayoría absoluta, que este domingo se ha desplomado.
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