Mariano Rajoy y Pedro Sánchez siguen atrincherados. En las elecciones del 20 de diciembre perdieron entre ambos más de cinco millones de votos y 83 diputados. Pero los dos coinciden en sus intenciones: quieren ser investidos como presidente del Gobierno, continuar liderando sus partidos en los congresos que deben celebrarse en breve y volver a ser candidatos en unas hipotéticas elecciones. Los líderes del PP y el PSOE no se mueven un ápice cuando está en juego la gobernabilidad de España.
Las cifras hablan por sí solas. En las elecciones de 2011 el PP y el PSOE sumaron casi 18 millones de votos (10,8 y 7, respectivamente) y un total de 296 de los 350 escaños del Congreso (186 y 110). El 20-D cosecharon menos de 13 millones entre los dos (7,2 y 5,5) y sumarán 213 diputados en la próxima legislatura (123 y 90). Sin embargo, a ninguno de los dos se les pasa por la cabeza, al menos por ahora, dar un paso atrás y dejar espacio a otros dirigentes.
Pese a que los números cantan, la parálisis política de los líderes del bipartidismo es evidente. En el PSOE ha habido cierto ruido de sables porque algunos barones regionales han discutido el liderazgo, pero finalmente Pedro Sánchez va a intentar formar Gobierno cuando Rajoy fracase en su primer intento. En el PP ni siquiera se han planteado cambiar al presidente del partido como candidato. Eso es, al menos, lo que ha asegurado este martes el propio Rajoy. Según ha dicho, la posibilidad de que él renuncie para dejar paso a otro dirigente del PP que intente formar Ejecutivo es un asunto que "no está ni siquiera planteado".
"Más de 200 escaños"
El presidente del Gobierno en funciones también ha dejado claro este martes que él querría ser el candidato del PP si la ingobernabilidad se perpetuase y hubiera convocatoria de nuevas elecciones para la próxima primavera. La alternativa que ha propuesto Rajoy es que haya un "acuerdo de amplio espectro" entre formaciones que sumen "más de 200 escaños" y que coinciden en muchos de sus planteamientos. Sería un pacto entre PP, PSOE y Ciudadanos para garantizar la estabilidad del país en los próximos años.
Ante esta oferta del PP, el PSOE se ha apresurado a responder con una sonora negativa. El secretario de Organización del PSOE, César Luena, ha dicho que los socialistas votarán en contra de la investidura de Rajoy porque debe "asumir que ya empieza a formar parte del pasado" de España y representa "inmovilismo, imposición y desigualdad", informa Efe. Ha expresado "la seguridad y la certeza" de que su partido va a ser "responsable y asumirá su responsabilidad". "Y su primera responsabilidad es decir no al PP y no a Rajoy", ha remarcado Luena.
Ferraz insiste en posponer el congreso
En el otro frente, el interno, Luena ha evidenciado que Ferraz mantiene su idea de posponer el congreso del partido. A pesar de la petición de algunos barones territoriales, liderados por la andaluza Susana Díaz, para que el cónclave sea convocado "cuando toca", en febrero o marzo, Sánchez y su núcleo duro no cambian de opinión. En otras palabras, el líder del PSOE se atrinchera frente a las presiones intestinas para ser el candidato en unas posibles elecciones.
Luena ha insistido en defender el acuerdo que la Ejecutiva Federal adoptó el pasado día 21, tras los comicios, de celebrar el congreso en primavera a la espera de saber si se forma gobierno o se convocan nuevas elecciones. "En los próximos meses, con un mínimo aplazamiento, aconsejable por la situación política de España, habrá, como está previsto y no podía ser de ninguna otra forma, un congreso y después un periodo de congreso. Es lo que dije el lunes y lo que vamos a hacer", ha dicho. Parece, por tanto, que el Comité Federal del PSOE celebrado este lunes sí ha servido para que los barones impusieran a Sánchez la condición de que no negocie con Podemos sobre la autodeterminación en Cataluña, pero no ha funcionado para cambiar su intención, ya expresada en la noche electoral, de seguir al frente del PSOE pese a la derrota en las urnas.
En suma, parafraseando al presidente del Gobierno, ni Rajoy ni Sánchez tienen planteado renunciar tras haber perdido 3,5 y 1,5 millones de votos en las elecciones, respectivamente. Antes al contrario, ambos quieren seguir enrocados en sus puestos.
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