Con el verano a la vuelta de la esquina, son muchos los que preparan su vuelta a las playas, al mojito en mano y a ese instante de relajación al sol después de un buen baño. Pero detrás de ese momento idílico, hay enormes esfuerzos para poder seguir impulsando ese turismo de sol y playa tan rentable.
Cada año, y cada vez más, nuestras costas necesitan nuevos aportes de arena. Ese oro marrón se está agotando. Según cifras oficiales, España se gasta en torno a 10 millones de euros en reponer este recurso en las playas.
Hasta 40 puntos de la provincia de Málaga –en localidades como Torremolinos, Nerja o Marbella, entre otras– han necesitado este mismo mes el vertido de unos 300.000 metros cúbicos de arena. En Valencia, la falta de este recurso ha obligado incluso a cerrar tres playas: las de Piles, Bellreguard y Tavernes de la Valldigna. Allí, año tras año, la arena ha ido desapareciendo del tramo central, aún sin haber sufrido temporales.
La situación se repite a lo largo de los más de 8.000 kilómetros de litoral de nuestro país. Las solicitudes de arena se multiplican para poder hacer frente a la temporada de verano y la llegada de los bañistas. Los áridos escasean desde Getares, en Algeciras, hasta en otras como la Playa de San Marcos, en Tenerife, donde incluso hace unos meses se llegó a proponer utilizar la ceniza del volcán de La Palma para saciar la sed que se sufre de este recurso desde hace años.
En otras provincias como Tarragona, el litoral ha perdido enormes cantidades de arena. Sobre todo, tras los temporales de esta primavera, que han afectado gravemente a playas como la del Miracle de Tarragona. Una situación que obligará, lo más probable, a destinar nuevos aportes de áridos desde otros puntos del litoral.
Detrás de esta escasez de arena no hay una sola causa, sino más bien un compendio de factores que han ido mermando el aspecto de nuestras costas. En España, además, los miles de kilómetros de litoral han supuesto una apuesta muy jugosa para el urbanismo. Como consecuencia, se ha acabado con millones de metros cúbicos de arena y se han roto muchas de las dinámicas naturales del litoral.
Aurora Torres, doctora en Ecología y coautora del último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre la sobreexplotación de la arena, comenta que, durante años, “la urbanización descontrolada ha sido uno de los factores de desaparición de dunas y de zonas donde había mucha arena”.
A ojos de los expertos, esto supone un error, porque estos sistemas naturales hacen de barrera frente a fenómenos extremos como inundaciones. Cuando llega un temporal y el nivel del mar sube, las olas arrastran una parte de esa duna hacia el fondo marino para después volver de nuevo hacia la playa. Es un sistema vivo.
Antonio Muñoz, experto en costas de Ecologistas en Acción y vecino de Algeciras, cuenta que “los temporales ahora son distintos, causan daños terribles”. Pone el ejemplo de Sotogrande, una de las urbanizaciones más lujosas de la costa gaditana, donde tras el temporal sufrido en el mes de abril, el agua y la arena se adentraron en las casas.
Un problema en aumento
Las predicciones de subida del nivel del mar complican esta situación en cuanto a las dunas y la disponibilidad de arena. Según el último informe del IPCC de Naciones Unidas, el calentamiento global puede hacer que, en sólo 30 años, el agua de los océanos aumente en más de 20 centímetros.
Aunque esta cifra pueda parecer irrisoria, en la práctica, lo que supone esto es que la marea pueda adentrarse en la costa hasta 30 metros más hacia el interior cuando hay temporales. Y más si en esa playa o en esa zona de costa se han destruido los sistemas dunares, como ocurre en la playa de Lepe, en Huelva.
Como consecuencia, gran parte de la arena acaba engullida por el mar, y esto obliga a las administraciones a tener que desarrollar proyectos de reposición de arena de playa cada año. Para Muñoz, sin embargo, esto “no vale para nada”, porque “puedes traer toda la arena que quieras, pero al final se la lleva el mar”.
A esto se suma otro factor, y es que cada vez llegan menos sedimentos de los ríos. Las presas que se han ido colocando para regular sus caudales han ido frenando el aporte de estos sistemas a las playas. Así lo explica Torres, que asegura que, al frenar la llegada de áridos, contribuyen a que haya más problemas de erosión en las costas.
Una de las posibles soluciones es importar arena de otras zonas donde abunda. Sin embargo, no es tan sencillo. Como cuenta la investigadora de la Universidad de Michigan, hay una serie de problemas. Si cada vez es mayor la distancia desde la que se trae el material, además de producir más emisiones de dióxido de carbono, se crea el riesgo de expansión de especies invasoras.
“En esos cargamentos que se transportan, igual que van granos de arena, pueden ir esporas de hongos, microorganismos o semillas que pueden generar grandes problemas ambientales y económicos”, apunta Torres. Es decir, se convertiría en un vector de especies exóticas.
Para evitar que eso sucediera, habría que esterilizar los cargamentos, pero al final son tan grandes los volúmenes de arena que se transportan que, como asegura la experta, serían mucho más costosos y sería difícil garantizar la eliminación total de los microorganismos. Señala que “es un riesgo a tener en cuenta y que, a día de hoy, está muy poco presente en el comercio internacional de áridos”.
Por su parte, Muñoz recuerda un caso denunciado desde Ecologistas hace unos cuatro años en cuanto a unos excedentes de arena de una duna de Valdevaqueros. Cuenta que la arena se vendió a Gibraltar con destino a una playa que estaban construyendo, la de Sandy Bay. “Lo denunciamos a la Fiscalía por hurto agravado y por los problemas medioambientales”, señala, “y eso se paró, pero, posteriormente, lo que se hizo fue comprar arena del Sáhara para rellenar la playa”.
No obstante, Muñoz denuncia que lo que más están viendo desde su organización es que están transportando arena de unas playas a otras. Señala, por ejemplo, el caso de Algeciras. Cuenta que a sus playas llega la arena de Tarifa. “La llaman la arena voladiza, porque la granulometría es más fina que la de Algeciras y que la del litoral oriental”, señala, y lo que ocurre, según el experto, es que al ser arena con otro tipo de granulometría, esto crea un problema extendido en el tiempo.
Cada vez más dependientes de la arena
De acuerdo al último informe del PNUMA, la arena es el recurso natural más explotado del mundo, solamente después del agua. No es sólo la escasez. Su demanda también va en aumento y, cada vez más, se está convirtiendo en un recurso estratégico.
Torres asegura que este interés creciente por los áridos está muy vinculado a un aumento de la población y, por consiguiente, al desarrollo de infraestructuras. Son los materiales básicos para el hormigón.
“Hace un par de años, la masa antrópica del planeta, que son todas las construcciones desarrolladas por el hombre, sobrepasaron la biomasa de organismos vivos del planeta. Toda esa masa construida está totalmente hecha de arena, grava y áridos”, comenta la investigadora.
La experta cuenta un aspecto desconocido de la arena y es que, con la subida de temperaturas que lleva implícito el cambio climático, se espera que se degraden más rápido las construcciones que utilizan estos materiales, como el hormigón. “Estos materiales cada vez los vamos a necesitar más a menudo para el reemplazo y todos estos factores también hacen que el cambio climático sea un problema en cuanto a la demanda”, asegura Torres.
No obstante, lo que tiene relación con la erosión y la restauración de playas es un tema importante en toda la geografía. En Málaga, por ejemplo, se ha dado el visto bueno a un proyecto conocido como Brick Beach, con el que se pretende reciclar arena proveniente de una planta de tratamiento de escombros para la playa de la Mezquitilla. Es decir, se utilizan residuos de construcción y demolición para reponer la escasez de áridos.
La economía circular, por tanto, es una de las soluciones que pueden plantearse ante los problemas que amenazan a nuestras costas. Como también los espigones sumergidos o, incluso, planes de reconversión en el litoral. Para Muñoz, este “es un problema que está dando la cara, pero nadie quiere verlo. Es un problema económico de primer orden y ecológico, por supuesto”.
Como lamenta el experto, “la gente ya se está quedando sin playas por el levante. Es que hemos roto la dinámica del litoral”. Recuerda que esto, con el cambio climático, “se va a acelerar por días”, pero denuncia, sin embargo, que en los planes de ordenación urbana, se siguen haciendo las cosas igual. “El movimiento en la costa es un problema que hay que corregir”. Sin duda, sentencia Muñoz, “la arena y el agua son los problemas del futuro en España”.
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