La burbuja de las 'tote bags': ¿Siguen siendo las bolsas de tela una solución sostenible?
Unas marcas fomentan 'bolsas tote' de diseño, mientras otras las regalan personalizadas, pero esta moda 'verde' no siempre es tan sostenible como parece.
5 agosto, 2022 01:53¿Existe una burbuja de las bolsas de tela, o las llamadas tote bags? Las revistas de moda recomiendan los modelos que más se van a llevar esta temporada, las firmas de prestigio proponen los suyos propios, todo tipo de eventos y marcas regalan las suyas personalizadas… Esta solución sostenible, que nació como alternativa a las invasivas bolsas de plástico, parece no serlo tanto: están hechas de algodón, y producirlas gasta mucha agua.
El año pasado, la periodista Grace Cook se preguntaba en The New York Times si realmente se podía considerar siquiera “sostenible”. Recogía el testimonio en redes de la artista londinense Venetia Berry, que se había encontrado, sin saber cómo, con hasta 25 bolsas de algodón, porque estaba de moda que las tiendas las regalasen para luego usarlas como complemento.
Y es que, según un informe del Ministerio de Medio Ambiente de Dinamarca, al que hacía mención Cook, asegura que una bolsa de algodón orgánico debe usarse 20.000 veces para compensar el impacto de su fabricación. Lo cual, a ojo de buen cubero, implicaría utilizar una sola bolsa al día durante 54 años. Berry, por tanto, no tenía vida suficiente como para compensar toda el agua y CO₂ emitidos que implicaban las 25 bolsas de su armario.
¿Qué es una 'tote bag'?
Para que un bolso se considere tote bag ha de tener forma horizontal y contar con dos asas bastante largas que permitan a los brazos moverse con facilidad. Además, ha de estar elaborado a partir de un material flexible de cualquier composición –aunque el “ecológico” sea preferentemente de algodón orgánico–, que se adapte para comodidad de la persona usuaria y sea versátil para diferentes usos.
De hecho, su origen era eminentemente práctico: el diseño nació para que lo usasen los carteros de Gran Bretaña en el siglo XIX, y desde ahí se popularizó al resto del mundo, convirtiéndose ya en complemento de moda a partir de la década de 1940 en EEUU.
Su uso ecológico también nació en las islas británicas. El origen lo señalan en el diseño de Anya Hindmarch, que creó para la marca de moda medioambiental Swift en 2007 con la famosa bolsa I’m not a plastic bag (no soy una bolsa de plástico), que se empezó a vender a 5 libras en los supermercados. La campaña funcionó tan bien que se calcula que las bolsas de plásticos compradas en Reino Unido se redujeron de más 10.000 millones a unos 6.000 millones en 2010.
De la utilidad a la moda
Revistas, marcas de cosméticos, festivales de cine y los propios supermercados se han lanzado en la última década a encargar, vender y regalar sus propias totes, convertidas en objetos más estéticos que funcionales, aunque mantengan el diseño básico que sirve lo mismo como bolso de diario que para la compra.
Como cualquier moda, se basa en que el cliente se convierte también en publicidad ambulante de unos determinados valores. Se asocia la marca a la sostenibilidad y el complemento a cierto estilo de vida hípster.
Pero claro. Algodón. Para algunos, el cultivo más contaminante del mundo. Un informe de 2015 del Parlamento Europeo recordaba a los ciudadanos de la UE que fabricar una sola camiseta consume 2.700 litros del agua, el equivalente a lo que una sola persona necesitaría para beber durante dos años y medio. Se calcula que un 5,7% se utiliza solo en las plantaciones de algodón.
Por supuesto, existe una alternativa mucho más sostenible. La producción de algodón orgánico requiere un 71% menos de agua y un 62% menos de energía que la producción de algodón genéticamente modificado. Pero no es el que se utiliza para la mayoría de tote bags en serie y que tienen que ser baratos y accesibles.
hecho, los materiales que se usan para sus textos o decoraciones suelen ser de vinilo, es decir, de PVC, que es un derivado del petróleo que ni siquiera es reciclable.
Hay bolsos tote de Marc Jacobs, de Prada, del Festival de Cine de San Sebastián y de la tienda de segunda mano de la calle de abajo de tu barrio, esa en la que restauran muebles a mano. La cuestión es que quizás hay demasiados cuando se suponía que llegaron a nuestras vidas para sustituir el abuso de unas bolsas de plástico que castigaban demasiado al planeta. ¿Ha sido peor el remedio que la enfermedad?