El pueblo flotante que sirve de refugio para 'inmigrantes': viven en el agua porque se les prohibió habitar en tierra
Además de la pobreza, el lago Tonlé está amenazado por el cambio climático, la pesca ilegal y la construcción de represas hidroeléctricas.
11 julio, 2023 02:40Cuando uno llega a Tonlé Sap —que se traduce literalmente del jemer como 'Lago de Agua Fresca', aunque suele traducirse como 'Gran Lago' en Occidente—, en Camboya, pronto se da cuenta de que se trata de un lugar natural mágico. Y no es de extrañar. Se trata del lago más grande de todo el Sudeste Asiático y uno de los ecosistemas de humedales más importantes del mundo gracias a sus cualidades ambientales únicas y su excepcional biodiversidad.
Ya en el siglo XIII, el erudito chino Zhou Daguan documentó la gran variedad de peces, ranas, tortugas, lagartos, cocodrilos y moluscos que habitan en el lago y en sus alrededores. Los bajorrelieves del templo Bayón, en el vecino y espectacular complejo de templos de Angkor, representaban varios representantes de la fauna del Gran Lago. Por su riqueza natural, en 1997, la Unesco lo declaró reserva de la biosfera.
La notoriedad del lago no sólo se debe a su flora y fauna, sino también a los llamativos pueblos flotantes que alberga y que atraen a miles de turistas cada año. No obstante, tras las fachadas de colores vibrantes e intensos se esconde una oscura historia y una difícil realidad. Los hogares representan, en muchos casos, cárceles de 'inmigrantes' vietnamitas que nunca fueron aceptados.
La historia viene de largo. Si bien los intercambios entre Vietnam y Camboya han sido constantes a lo largo de la historia, la enemistad entre los pueblos jemer (la principal etnia en Camboya y que representa el 90% de la población del país) y el vietnamita tiene siglos de antigüedad. De hecho, la frontera terrestre entre ambos es una de las que más batallas ha causado en el continente asiático.
Una larga enemistad
En 1970, tras el golpe del general Lon Nol, la etnia vietnamita fue objetivo de pogromos y masacres. Durante casi una década, fueron perseguidos. Más de medio millón de vietnamitas étnicos fueron expulsados. Muchos fueron cambiados a Vietnam por sal y arroz. Y los que se quedaron, fueron masacrados por el régimen de los jemeres rojos.
Tras el final de la infame dictadura encabezada por Pol Pot, el gobierno del Partido Popular de Camboya desde 1979 mantuvo a la etnia vietnamita en un estado de limbo legal, otorgando y rescindiendo informalmente sus derechos según el clima político local.
“Hace treinta años, nada de esto importaba”, contó Christoph Sperfeldt, investigador sobre la ciudadanía vietnamita étnica en Camboya, a The New York Times. “Ningún camboyano tenía papeles. No hubo presencia estatal. Pero en el momento en que el estado comienza a registrar a las personas, de repente importa”.
Así, despojados de toda identidad, propiedad y papeles, los vietnamitas étnicos encontraron en el agua su nuevo hogar. No son ni ciudadanos documentados ni inmigrantes. Son lo que el gobierno a veces describe como ‘extranjeros no inmigrantes’. Y, con la situación legal actual, ningún inmigrante puede poseer propiedades en Camboya, por lo que las aguas de Tonlé Sap fue único refugio que encontraron.
Hoy en día, no pueden asistir a escuelas públicas o abrir cuentas bancarias, sacarse el carné de conducir o trabajar en una fábrica. Sin una identidad formal, según un reportaje del New York Times, los vietnamitas afirman pagar grandes sobornos a las autoridades pesqueras, ambientales, marismas y otras figuras más ambiguas. Asimismo, “están sujetos a desalojos, turbas y encarcelamientos caprichosos”.
A pesar de la discriminación legal y sistemática, el gran problema es que la mayoría lleva viviendo durante muchas generaciones en territorio camboyano y todavía se resisten a abandonar el que consideran su hogar. Otros han decidido desistir y hacer las maletas para buscar una nueva vida en Vietnam, donde tampoco se les considera ciudadanos.
Un estilo de vida en riesgo
Por si no fuera suficiente, en los últimos años, la confluencia del cambio climático, la construcción de presas hidroeléctricas y la sobrepesca amenazan con acabar con un lago del que viven más de un millón de personas en el país. Muchas veces conocido como el corazón de Camboya, sus aguas son el sostén para la economía y un importante suministro de alimentos para el país.
Abastece más del 60% del total de perca que consume el país y es una fuente esencial de proteínas para más del 80% de la población. Según un informe de la oenegé Focus on the Global South, en 2014, el Tonle Sap produjo más de 500.000 toneladas métricas de pescado.
Pero cada vez hay menos peces. Los pescadores ya no son capaces de obtener grandes capturas y apenas pueden sobrevivir con lo que obtienen del lago. “Las docenas de pescadores con los que he hablado dicen lo mismo: los peces son más pequeños, la captura está disminuyendo y nadie está seguro de si el lago sobrevivirá”, señala la periodista Abby Seiff, que investigó la situación del lago durante tres años (entre 2016 y 2019).
“Conocí familias cuyas hijas se fueron de casa para trabajar en una fábrica en Nom Pen, y cuyos hijos se infiltraron en Tailandia para trabajar en plantaciones”, asegura Seiff, que reflejó el resultado de su investigación en su libro Troubling the Water: A Dying Lake and a Vanishing World in Cambodia (Potomac Books, 2022).
Al final, indica, muchas personas tienen que recurrir a tener que pescar cerca de áreas protegidas, usar redes con agujeros pequeños, o poner trampas con palos del bosque, “porque si no recurrían a alguna forma de pesca ilegal, se morían”. Y añade: “Casi todos los que conocí estaban muy endeudados”.
Por eso, los pescadores están suplicando al gobierno camboyano para que tome medidas más enérgicas contra la pesca ilegal a gran escala que tiene lugar dentro de las áreas protegidas del lago.
El clima, por otra parte, tampoco acompaña. En 2016, la región vivió una sequía sin precedentes. Era la primera vez que Ly Heng, un lugareño de 45 años que vive en la parte superior del lago, veía un incendio forestal —que arrasó muchos humedales— y el nivel del agua tan bajo. “Fue el más bajo que he visto desde que nací”, explicó a la periodista.
El corazón de la historia de toda una nación, que proporcionó el sustento para un imperio tan grande como el jemer, está dejando de latir. La pobreza se extiende a medida que el gobierno no controla una pesca ilegal y la construcción de unas represas hidroeléctricas que terminan con los recursos de unos pescadores que viven de lo que les ofrece el lago. Mientras tanto, el calor extremo y las sequías se están volviendo algo cada vez más habitual en Tonlé Sap.