Pocas horas después de que acabara el Foro Económico Mundial en Davos, un grupo de mujeres de la Asociación de Mujeres Directivas y Empresarias (AMMDE) escuchábamos boquiabiertas a Marina Spetch, CEO de McCann Worldgroup España. Tienen las latinoamericanas esa manera de hablar que sueltan un misil por su boca y parece que acarician los oídos. Era una bomba ya algo conocida, pero que en su voz sonó a novedad absoluta, escuela publicitaria obliga. Nos hablaba del estudio de riesgos presentado en el Foro y de que por primera vez en ese mapa de riesgos mundial a corto y medio plazo aparecía la palabra 'desinformación' en el pódium.
¡En el pódium! No en el segundo o en el tercer puesto. ¡En el primero! Por delante del cambio climático. Aparecían tres conceptos al respecto: falta de información, desinformación, informaciones falsas. ¿Importante? No, lo siguiente. Atómicamente importante siempre; hoy y mañana, más.
Porque esa problemática informativa es un bombazo teniendo en cuenta que entre este año y el siguiente más de 70 países “pasarán por quirófano”, ya sea por operaciones leves o graves. Más de la mitad, repito, más de la mitad de la población mundial examinará y elegirá a sus gobernantes, en elecciones legislativas o presidenciales. Más de la mitad del mundo puede dar una vuelta de tuerca a la situación política y, por tanto, social. Más de la mitad del mundo puede cambiarlo. O no.
Y es fundamental que la información llegue y permee. Herederos universales de las redes sociales nos pensamos poseedores de un tesoro informativo. Y resulta que somos pobres como ratas. Porque la falta de información es eso. Porque las noticias falsas son eso (en realidad, peor), son manipulación utilizable por los más fuertes para torcer el brazo al resto. Son la semilla de la polarización.
Era consciente del problema. No tanto de la posición cercana al fuego de este riesgo. Y no he podido eliminar ese warning de mis preocupaciones. Como periodista, siempre me ha perseguido la responsabilidad de la verdad, de la objetividad, también de la justicia. Hay quien niega la mayor a ello. Hay quien, quienes, no lo creen posible. Yo sí. Y necesario. Es una de mis manías persecutorias. Como consultora, consejera, comunicadora, saber que lo que cuento es lo auténtico me parece fundamental y lo busco, especialmente en aspectos ligados a la sostenibilidad, que actualmente tanto espacio me ocupan.
Días más tarde de aquella comida llegó Fitur, la gran feria del turismo en España, y me encontré esa palabra, 'sostenibilidad', casi diría en cada columna, en cada stand, en cada país. Alguien me aseguraba que no todo el mundo sabe de lo que habla cuando habla de sostenibilidad. No me cabe duda. Tampoco de que la información al respecto debería cuidarse, sin politización, sin polarización, simplemente teniendo en cuenta que estamos a seis años de la agenda 2030 y que no vamos por buen camino.
Y me tocó hablar de ello en la mesa organizada por el Instituto Tecnológico Hotelero, a quienes vuelvo a agradecer que me invitaran a moderar el debate sobre Nuevo Liderazgo para un Futuro Sostenible. Fue una suerte contar para ello con cuatro grandes mujeres: Isabel Piñero, CSO (Chief Sustainability Officer) del grupo Piñero Bahía Príncipe; Mónica Chao, presidenta de Women Action Sustainability (WAS); Gema Alfaro, arquitecta y socia directora de Alfaro Manrique Atelier, empresa dedicada a la consultoría e interiorismo, y vicepresidenta de Mujeres en Hospitality; y Maribel Rodríguez, vicepresidenta del World Travel& Tourism Council (WTTC), y presidenta del Women Leading Tourism, que organiza Fitur Woman.
Aseguraba el desaparecido profesor Eduard Punset que "lo que más cambia una sociedad es la empresa". Como dije en la mesa, no seré yo quien lo ponga en cuestión. En efecto, las empresas tienen una llave importante del cambio. Pero al hablar de liderazgo y enfocado además a un futuro más sostenible, creo fundamental extender esta invitación a unirse al nuevo liderazgo para el cambio a políticos, desde luego, pero también a comunicadores y enseñantes. Me parece fundamental. Como también lo es poner de manifiesto la relevancia de asociaciones de mujeres promotoras y protagonistas del cambio, como aquellas que me acompañaban.
Hablábamos de turismo. Pero desde el punto de vista de liderazgo sostenible. Y me encontré con los datos del primer Estudio sobre Sostenibilidad y Liderazgo de las Personas Directivas en España, Leaders4Good, publicado en 2021 por la escuela de negocios EADA: solo el 30% de las personas directivas en España alcanzaban el nivel de madurez en sostenibilidad. Las mujeres representaban un 53% y los hombres un 47%. Son datos de 2021. Estoy convencida de que el porcentaje de madurez sostenible ha crecido. No queda otra. También mis compañeras de mesa lo aseguraban.
Inmersos como estamos en era de turbulencias, con cambios rápidos, en un mundo cada vez más complejo, con una situación geopolítica que es en sí misma no un mapa, sino un cuadro de riesgos, quedó claro que el nuevo liderazgo o es sostenible o no será. Y, aunque parezca de perogrullo, en este liderazgo sostenible los valores que ganan enteros son el propósito, la mirada a largo plazo, la resiliencia, la empatía, la valentía, la influencia, en tanto que capacidad de ser referente y de afectar con sus actos a la comunidad, con vocación de servicio, para la que hay que tener la preparación adecuada.
Fue una mesa interesantísima, con llamamientos a que la sostenibilidad sea transversal en las organizaciones y fundamental en los miembros de los comités de dirección y de los Consejos de Administración. También se destacó la relevancia de comunicar. Sobre sostenibilidad. Sobre prácticas.
Por supuesto, de la medición y de la transparencia en la comunicación de esa medición, aguas arriba y aguas abajo. Y, desde luego, la capacidad para influir sobre las diferentes cadenas de valor, sobre proveedores, independientemente del tamaño de los mismos, es decir, la responsabilidad de todos. Asimismo, la confianza y la capacidad de despertar conciencias.
Pero si hubo una conclusión que me impactó fue la llamada a la acción con la que cerró nuestra mesa Mónica Chao, presidenta de WAS. Porque si el Foro Económico Mundial enciende alertas también maneja posibles soluciones. Y recordó Chao que la fundamental de este año es la colaboración, como única manera de enfrentar esta permacrisis en la que estamos cursando el máster de la vida. No queda otra.