La última COP28, la cumbre del clima celebrada en Dubái, tomó el pulso a la temperatura de nuestro planeta. Lo hizo literalmente, ya que 198 países firmaron el acuerdo de compromiso para que se reduzcan “de forma profunda, rápida y sostenida las emisiones de gases de efecto invernadero en consonancia con las trayectorias de 1,5 °C”.
Esta misión global supone triplicar, de aquí a 2030, la capacidad global de las energías renovables y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética, además de acelerar la disminución progresiva del uso de energía a partir del carbón. Más aún, el compromiso supone el avance hacia sistemas energéticos con emisiones netas cero, gracias al uso de combustibles de baja o nula emisión de carbono antes de mediados de siglo.
En esta lista de objetivos, el abandono de combustibles fósiles se asienta como el presente del futuro, en favor del desarrollo de tecnologías limpias. También, se puso sobre la mesa de Dubái la necesidad de reducir sustancialmente las emisiones de metano para el 2030.
En este punto, la valorización energética (transformación de los residuos municipales no reciclables en energía eléctrica, vapor o agua caliente para uso doméstico o industrial) tiene mucho que aportar. Recordemos que Europa sigue llevando hoy al vertedero 54 millones de toneladas de residuos municipales no reciclables, según los últimos datos de Eurostat correspondientes al 2021.
Esta cifra conlleva, además de la evidente degradación del ecosistema en el que se ubican, importantes emisiones de gas metano a la atmósfera, cerca del 11% del total. Dentro de este contexto, por desgracia, España es el país de Europa que más residuos lleva a vertederos: 12 millones de toneladas al año.
De acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), esta opción de la que hablamos encaja a la perfección con el ODS 7 (Energía asequible y no contaminante), el 11 (Ciudades y comunidades sostenibles) y el 13 (Acción por el clima). Son todos y cada uno de estos objetivos parte indispensable del recorrido que la institución que represento, AEVERSU, cuya máxima es alcanzar un planeta mejor para todos.
Se trata, sí, de un desafío complejo, pero realizable, en el que la colaboración y la implicación, desde lo local a lo global, desde lo público a lo privado, resulta imprescindible.
No tengo ninguna duda de que la valorización energética aporta, y seguirá aportando, sus ventajas a este pool de iniciativas para reducir nuestro impacto ambiental, incluso en un complejo contexto geopolítico como el actual, que está transformando aceleradamente el mercado energético.
Donde no llega el reciclaje, la valorización energética ofrece una generación de
energía barata, autóctona y renovable. En España, solo transformamos en energía menos de tres millones de toneladas de desechos no reciclables, mientras que en Francia se valorizan 14,5 toneladas y, en Alemania, 27,5.
La energía limpia que estamos dejando de generar, supone un valor de mercado desaprovechado de alrededor de 2.000 millones de euros al año, además de una reducción de hasta un 10% en las necesidades de importación de energía.
Si queremos acercarnos a la media europea en valorización energética —un 26%, según las últimas cifras de Cewep— y cumplir la normativa ambiental asociada, se necesita una apuesta clara de las administraciones públicas (y así se recalcó, también, en la COP28), trabajando en pro de disposiciones normativas y fiscales que ayuden a las iniciativas verdes, como está sucediendo en la eliminación de impuestos directos sobre la incineración de residuos en países nórdicos.
Es una medida eficaz para reducir el vertido que tanto necesitamos en España, y que ha funcionado en todos los países europeos en los que se ha implementado, enviando señales claras al mercado de que el coste ambiental asociado al vertedero es muy alto y se debe pagar o buscar alternativas mejores. En definitiva, tenemos que aprovechar la energía que estamos desperdiciando.
Para cumplir con el objetivo de la UE de reducir hasta el 10% los residuos municipales depositados en vertedero, se debería alcanzar la cifra de un 25% de valorización energética. Es decir, sería necesario duplicar las instalaciones de este tipo en España.
Nos encontramos ante un momento histórico, en una era de desafíos en la que la sociedad debe concienciarse de la importancia de la sostenibilidad y de implementar una cadena de acciones en la que primen la conciencia ambiental y la responsabilidad colectiva.
En este sentido, la valorización energética tiene mucho que aportar en el mix de la energía sostenible y en la generación de empleo verde; no hay que pasar por alto que, actualmente, 2.500 personas ya trabajan en procesos de valorización energética en nuestro país.
*** Rafael Guinea es presidente de la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos (AEVERSU)