La migración es una característica inherente a la especie humana. En los últimos años, las dinámicas migratorias han aumentado de manera significativa, el número de migrantes internacionales a nivel mundial pasó de 214 millones de personas en 2010 a 281 millones en 2020.

A nivel regional, la cifra de migrantes internacionales en América Latina y el Caribe en 2010 se estimaba en 57,5 millones de personas, mientras que en 2020 la cifra ascendió a 73,5 millones, de acuerdo con The Dialogue. Específicamente en el caso de los niños, niñas y adolescentes, la región ha alcanzado números récord de migración en los últimos años. En todo el mundo, los menores representan el 13% de la población migrante, pero en esta región representan el 25%, según UNICEF.

Las causas de las dinámicas migratorias son diversas y van desde crisis económicas y sociales, pobreza, desigualdad, inseguridad alimentaria y violencia, hasta desastres naturales e impactos del cambio climático. Más allá de cuál sea la causa de la migración, hay un elemento que es común: los niños, niñas y adolescentes migrantes deben recibir educación y los sistemas educativos deben desarrollar soluciones adecuadas para poder brindar una educación equitativa y de calidad para todos los estudiantes.

Es moral y prácticamente imposible para cualquier sistema educativo ignorar esa realidad. También es altamente ineficiente tratar de ignorar esa realidad y evitar hacer las inversiones necesarias para garantizar el derecho a la educación para todos.

La migración es una fuerza positiva del desarrollo, tal como lo señalan instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo, y dar cumplimiento al derecho a la educación de estudiantes en movilidad es una inversión a futuro que impactará positivamente en todas las comunidades, siendo por tanto una inversión con altísimo retorno social.

En este contexto, los gobiernos de la región deben, y muchos de ellos ya lo están haciendo, destinar esfuerzos para garantizar el derecho a la educación de los estudiantes en movilidad y, al mismo tiempo, brindar una educación de calidad para todos (estudiantes en movilidad y comunidades de acogida). Esto es: los países deben tomar el toro por los cuernos y esto implica fundamentalmente tener sistemas educativos inclusivos y equitativos y para esto entre otras cosas deben:

1. Eliminar barreras legales o administrativas que impidan o dificulten el acceso y la continuidad de los estudiantes en movilidad en el sistema educativo.

Esto requiere contar con marcos normativos adecuados; garantizar el acceso más allá del status migratorio; flexibilizar los requisitos de documentación tanto para matricular a estudiantes en situación de movilidad como también lo vinculado a los mecanismos de reconocimiento de estudios previos y la asignación al nivel escolar correspondiente.

Un gran avance regional en este punto es el Convenio Andrés Bello, que con su tabla de equivalencias permite comparar y establecer equivalencias entre los sistemas educativos de la región para nivel primario y secundario. También es preciso generar y compartir información sobre estudiantes en movilidad y destinar esfuerzos a activamente incorporar a todos los niños y adolescentes en la escuela.

Al mismo tiempo, es importante recordar que hay muchos docentes que están migrando. Es una enorme pérdida no encontrar formas de integrarlos a los sistemas educativos. Ello demanda esfuerzos de convalidación de títulos e integración —en este punto Chile ha tenido varios avances, facilitando procesos de convalidación de títulos y agilizando permisos—.

Integrar docentes no solo brinda oportunidades de empleo y permite resolver una posible escasez de profesionales, sino que además puede ayudar a la integración de estudiantes migrantes al sentir mayor cercanía con sus docentes y al mismo tiempo abonar a sistemas educativos multiculturales.

2. Atender a las dimensiones estructurales para que las escuelas cuenten con los recursos necesarios para brindar educación de calidad a la población migrante y la comunidad de acogida.

Esto requiere asegurar que las escuelas cuenten con cupos suficientes, recursos necesarios para infraestructura, equipamiento, capacitaciones de su personal y servicios complementarios como alimentación, becas, transporte escolar, así como insumos tecnológicos, entre otros.

Además, se necesita diagnosticar y atender las necesidades de estudiantes específicos y brindar a las y los alumnos que lo necesitan los apoyos pedagógicos y socioemocionales que requieran según sus trayectorias educativas y condiciones de vida. Por ejemplo, el Ministerio de Educación de Ecuador emitió en 2020 un Acuerdo Ministerial para la Inclusión Educativa con diversas acciones, como atención psicosocial destinada a estudiantes en situaciones de vulnerabilidad.

3.Trabajar sobre las diversas formas de discriminación, xenofobia y/o racismo que abundan hacia las niñas, niños y adolescentes migrantes y sus familias.

Los efectos de la discriminación, la xenofobia y el racismo en el contexto educativo son muchos y hasta pueden llegar a impedir que los beneficios de la educación para las trayectorias de vida de los niños y jóvenes en movilidad se concreten. Es por esto por lo que es urgente apoyar a los docentes para que fortalezcan sus capacidades de enseñar en la diversidad cultural por medio de acciones concretas como talleres de sensibilización con toda la comunidad educativa que reduzcan las actitudes discriminatorias y mejoren el clima escolar.

En esta dirección hay experiencias como [Re]Pensar la inmigración en Argentina. Valija de materiales, desarrollada por UNICEF, la Universidad de Lanús y el Ministerio de Educación de la Nación Argentina, que ofrece materiales para docentes y estudiantes buscando, entre otras cosas, prevenir y desarmar los discursos y prácticas xenófobas.

No solo los Estados tienen un rol en esta materia. Los organismos de cooperación y las organizaciones de la sociedad civil son esenciales. Estas últimas especialmente en lo que corresponde a las y los migrantes en situación de vulnerabilidad, muchas veces cumplen un rol clave e indispensable, pero también, muchas veces, tienen problemas de coordinación y sustentabilidad.

Si seguimos ignorando el tema y el hecho de que la migración es un fenómeno que siempre tendrá lugar, sufriremos todos las terribles consecuencias. Si lo miramos como un problema y no una oportunidad nos estaremos haciendo más difícil el encontrar respuestas positivas. Pero si pensamos en respuestas coordinadas en lugar de intervenciones aisladas, tendremos mejores resultados.

Tenemos absoluta certeza y convicción acerca del rol fundamental y transformador que tiene la educación en la vida de todas las personas, ese rol es aún más trascendental en la vida de personas que requieren especial atención, como son la infancia y la juventud migrantes. Ellos y sus familias nos están diciendo que somos una sola región, que no podemos aislarnos y que debemos lograr lo mejor para todos. Ahora les toca a los gobiernos corresponder en sus respuestas.

*** Ariel Fiszbein es director del Programa de Educación del Diálogo Interamericano y miembro del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).

*** Micaela Finoli es asociada de Investigación del Programa de Educación del Diálogo Interamericano.