Todos sentimos una auténtica fascinación al ver cómo ciertos mensajes, sin que sepamos muy bien por qué, logran movilizar a comunidades enteras en torno a causas o valores que hoy ya son parte de nuestra sociedad. Y es así como funciona la influencia. Es una poderosa herramienta que permite inspirar e impulsar cambios que nos ayuden a mejorar y a avanzar en los retos que afrontamos tanto los individuos como las organizaciones.

La evolución de la sociedad ha llevado a muchas empresas a ser conscientes de que su rol en ella trasciende al de una mera entidad comercial que busca unos beneficios económicos. Las compañías se han dado cuenta de que cada iniciativa, cada mensaje y cada decisión que toman puede influir en la manera en que se perciben los valores sociales y cómo estos se integran en la vida cotidiana de las personas.

En definitiva, han asumido que su actividad puede generar un impacto social positivo como el que se logra a través del cumplimiento de los ODS o de principios básicos como la diversidad o la igualdad.

El ciudadano se ha convertido en un explorador exigente. Ya no tolera ciertos comportamientos de las marcas a las que sigue. Busca autenticidad y honestidad, y la defensa de esos valores que, como decíamos, la sociedad reclama debe estar en su brújula.

Porque, además, ejercer influencia para generar impacto positivo no solo beneficia al bien común, sino que fortalece la imagen y reputación de aquellas empresas que apuestan por integrar en su estrategia de negocio acciones de responsabilidad social corporativa que buscan no solo cumplir compromisos más o menos obligatorios, como reducir la huella de carbono o la inclusión en el lugar del trabajo, sino contagiar a todo el ecosistema o entorno a llevar a cabo esas prácticas.

Algunas empresas ya han comprendido que su rol en la sociedad va más allá de la simple venta de productos. Influyen con cada mensaje y comunicación que emiten en distintos canales.

Esta mentalidad ha llevado a que muchas de ellas sean más sensibles a la hora de seleccionar, por ejemplo, a los líderes de opinión o influencers a través de los que difunden sus contenidos o se posicionan en determinados territorios. Y lo hacen así porque entienden que esta decisión no es trivial, sino que es una oportunidad para reforzar un compromiso con los valores que defiende la sociedad.

La influencia con impacto social no solo beneficia a las empresas, sino que también tiene el poder de generar cambios positivos en la sociedad. Cuando una empresa se compromete con causas sociales y utiliza su plataforma para promover valores importantes, no solo gana la lealtad de los consumidores, sino que también contribuye a un mundo mejor.

Este tipo de influencia puede inspirar a otras empresas a seguir el mismo camino, creando un efecto dominó que amplifica el impacto social positivo.

*** Bárbara Yuste es directora de Influenzze, el primer instituto sobre influencia.