Hernan Cortés durante sus terapias de rehabilitación

Hernan Cortés durante sus terapias de rehabilitación Cedida

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Trabajo y constancia: así superó Hernán Cortés la enfermedad de Guillain-Barré

Se trata de una bacteria que confunde al sistema inmunológico "que es espectacularmente bueno" en el ataque a las células sanas. 

17 septiembre, 2024 01:48

Cuando Hernán Cortés volvió a casa, le dijo a su mujer que abriera "la botella de vino bueno", la que guardaban para las ocasiones especiales y, aquella, después de 10 meses en el hospital, por supuesto que lo era. Le había dado un ataque de una enfermedad rara, el Síndrome Guillain-Barré, que durante un tiempo le había dejado como "un ser inerte que solo podía mover los ojos", pero la mente le funcionaba perfectamente. 

"Eso es lo peor de todo. Es un cerebro sano en un cuerpo que no responde". Cortés era consciente lo que ocurría a su alrededor, pero no podía mover un músculo. Esta enfermedad —que aún se desconoce qué la produce— suele venir después de alguna afección a la que el cuerpo responde.

En el caso de Cortés fue una gastroenteritis, donde el virus 'confunde' al sistema inmunológico quemando a los nervios, lo que, según los médicos, fue especialmente agresivo y le atacó el sistema nervioso central y lo que le postró en la cama. 

Hay muchos grados y puede afectar a cualquier órgano. La muerte más común en estos casos es por asfixia, si los pulmones dejan de funcionar, pero también atacan páncreas, hígados o, como en este caso, la carretera de las señales que manda el cerebro. La incidencia global es de 2,07 por cada 100.000 habitantes y, salvo un pequeño pico en la infancia y entre los 40 y los 50, toca pico pasados los 80 años. 

"Soy un hombre grande, tengo 66 años, mido 1,90, peso 95 kilos, soy atlético y tengo un estilo de vida sano, pero me ha tocado", dice Cortés. Pero para él lo que no tiene sentido es lamentarse, por eso, entrena todos los días cuatro horas, va a tres centros diferentes de rehabilitación siguiendo un programa intensivo que todavía continua.

Además, como parte de su recuperación, ha escrito su experiencia en un libro autoeditado, Que no te pille un Guillain-Barré, como canto a la esperanza. Empezó a redactarlo mentalmente durante las largas horas que estuvo inmovilizado. No podía moverse, así que lo que hacía era repetirlo así mismo una y otra vez mientras veía, como un espectador, cómo trajinaban con su cuerpo sin que él pudriera opinar, pero muy consciente de todo. 

El libro

Hernán Cortés recopila en su libro las anécdotas que tuvo en esos 10 meses hospitalizado, primero en el Hospital Quirón de Pozuelo y, más adelante, en el Hospital de Parapléjicos de Toledo. Cuando fue recuperando movilidad lo trasladaron a la planta de larga duración y allí vivió un buen número de experiencias

En el libro no se percibe un atisbo de victimismo. De hecho, lo contrario. Relata las anécdotas que tuvo, como el que fue de excursión al hospital con un punto de humor. De él se desprende positivismo y ganas por vivir, y también un agradecimiento a todos los que le cuidaron, desde el personal sanitario, a los amigos y familia, especialmente a su mujer que estuvo y cuidó de él todo el tiempo.

"Es una alabanza a ella, que me colmaba de atenciones y ha estado al pie del cañón", confiesa. De ella, también recuerda cuando 'sobornaba' al personal del hospital con pastelitos para que tuvieran una especial atención con Cortés.

Hernán Cortés durante su rehabilitación.

Hernán Cortés durante su rehabilitación. Cedida

El libro cuenta historietas que para otros podría ser motivo de queja, como los cuidados, la higiene, las comida o hasta las almohadas. Una ironía del caso de Cortés es que cuando el Guillain-Barré quemó el sistema nervioso, además de inutilizarlo, lo hizo hipersensible, provocándole dolor hasta el roce de las sábanas. Pero su mujer —con gran encanto y armada de pastelitos— consiguió que le rodearan de almohadas literalmente. Tanto que se ganó el apodo de 'el señor de las almohadas' y del que todos reían. Incluido él, aunque fuera en silencio. 

Lo escribió animado por sus amigos y familia porque le decían que le sentaría bien a él y a quienes tuvieran una experiencia similar. Durante el periodo del hospital estuvo estructurando los capítulos y cuando llegó a la casa se puso a dictar al micrófono del ordenador.

Hasta, ahora, ha vendido al completo la primera horneada y está preparando la segunda. Planea donar los beneficios al Hospital de Parapléjicos de Toledo, que celebra su 50 aniversario: "Lo hago como agradecimiento a todo lo que hicieron por mí todo el personal. Me gustaría que lo dedicaran a un proyecto de investigación, si es posible del Guillain-Barré, pero ellos deciden donde lo necesitan más". 

La recuperación

Lo primero que dice Cortés es que él no es ningún superhéroe. "Soy un superviviente. Lo último que hace un ser vivo, es morir. Hará lo que sea por vivir y es lo que yo he hecho". Eso sí, lo ha estado haciendo durante casi dos años con constancia y sin dejarlo. Ha pasado de estar en la cama sin poder mover un solo músculo a tener autonomía. Ahora, conduce, es capaz de subir y bajar escaleras y no depende de nadie. 

Por eso, anima a todos a los que han pillado el Guillain-Barré, o cualquier otra enfermedad, a que tengan esperanza y luchen, porque, como él dice, en estas situaciones hay dos beneficiados: uno mismo y todos los que están alrededor. Cada vez que se consigue un logro, es un punto menos del que se depende de otros. 

Él reconoce que es un privilegiado por cuatro factores. El primero es simplemente geográfico. Tiene la casualidad de vivir en una gran ciudad donde hay recursos médicos y sanitarios suficientes como para acudir a tres clínicas de rehabilitación.

Hernán Cortes en su recuperación.

Hernán Cortes en su recuperación. Cedida

"El segundo elemento que es importante es el económico", reconoce. Anteriormente, era directivo de una compañía eléctrica. De esas tres clínicas y el resto de los servicios a los que ha tenido acceso, algunos han sido públicos, concertados y otros privados. 

Luego, está jubilado y le puede dedicar todo el tiempo a su rehabilitación. Ya no tiene ni trabajo al que ir, ni niños a los que cuidar, ahora ha sido al revés y él se ha dejado cuidar por los suyos.

Pero sobre todo lo mencionado está un cuarto elemento que es la capacidad de esfuerzo y constancia. "Me está costando un horror recuperarme, y es mucho, pero es mi trabajo", dice con convicción. Todos los días termina los ejercicios como si le hubieran dado una paliza, pero cada vez está más cerca de la recuperación. 

Él lo sabe, que esta es una enfermedad que va para arriba. Cuando ataca el síndrome, lo primero es conseguir sobrevivir, pero a partir de ahí, la curva solo va para arriba. Hay otras patologías crónicas o tumores que siguen creciendo, pero en este caso la curva es al revés, va subiendo hasta llegar a la normalidad. Hernán Cortés, solo quiere que su historia, su libro y su experiencia ayuden a otros a entender que lo importante es vivir.