La transición energética suele evocar, en el imaginario colectivo, la apuesta por las energías renovables y la generalización del vehículo eléctrico. Sin embargo, esta visión deja en segundo plano una fuente de emisiones clave: los edificios.

En España, el parque edificatorio ya emite más gases de efecto invernadero que el propio sector eléctrico y compite en magnitud con el transporte. No es, por tanto, posible culminar la transición energética sin abordar la descarbonización de los inmuebles.

Para lograrlo, el paso esencial es sustituir los sistemas de calefacción (y en menor medida agua caliente sanitaria) basados en combustibles fósiles (calderas de gas o gasóleo) por soluciones de climatización no contaminantes, ya consistan en electrificación a través de bombas de calor, rehabilitaciones energéticas de edificios (p. ej., aislamientos que pueden reducir el consumo entre un 30% y un 70%) o una combinación de estas.

Además de reducir emisiones, desplazar combustibles fósiles refuerza la seguridad energética y mejora la balanza comercial del país.

El mayor desafío se concentra en los edificios residenciales existentes. Mientras las viviendas de nueva construcción se rigen por estándares de eficiencia cada vez más ambiciosos, la gran asignatura pendiente es adaptar el parque inmobiliario que ya está en uso.

El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) marca objetivos de descarbonización para este ámbito, principalmente enfocados en la rehabilitación, para la que existen varios programas de subvenciones.

Pero el ritmo de avance está muy por debajo de lo necesario: se rehabilitan aproximadamente 33.000 viviendas al año en promedio, frente a los 1,38 millones que los objetivos marcan para 2030, lo que arroja dudas sobre cómo abordar los 1.247 millones viviendas que quedarían por descarbonizar.

Las barreras son múltiples. Por un lado, las inversiones pueden superar con frecuencia los 20.000 euros por vivienda, una cifra inasumible para muchos hogares y aún más para los cerca de 3,7 millones de personas que padecen pobreza energética.

Por otro, la alta prevalencia de edificios multifamiliares, que obliga a la toma de decisiones en las comunidades de vecinos, complica las inversiones. Asimismo, el despliegue de bombas de calor afronta dificultades específicas como la falta de espacio disponible en muchos edificios o la insuficiencia de capacidad en las redes eléctricas.

A esto se suma la gran variabilidad del parque inmobiliario: cada edificio presenta condicionantes diferentes, tanto técnicos como de uso, que imposibilitan soluciones uniformes; en unos casos resultará óptimo aislar fachadas, mientras que en otros será más eficiente electrificar la calefacción. Por último, los detalles técnicos son complejos y la ciudadanía suele ignoran las distintas opciones, sus costes y los potenciales ahorros.

Desde OIKOS, un think tank especializado en transición energética, hemos analizado la problemática y recogido nuestras conclusiones en un informe detallado.

Nuestro análisis económico, basado en datos oficiales de estimaciones de consumo y costes de inversiones, revela que, si bien existe un gran segmento para el que la descarbonización es difícilmente rentable sin cuantiosas subvenciones (que en su conjunto parecen inasumibles), hay otro conjunto de inmuebles para los que la inversión es viable incluso sin subvenciones, o con ayudas limitadas cuyo coste se ve ampliamente compensado por los beneficios sociales generados.

Esta rentabilidad suele concentrarse en las viviendas que denominamos usuarios intensivos, cuyos patrones de consumo maximizan los ahorros y permiten recuperar la inversión en plazos atractivos. En estos casos se facilita la autofinanciación: los ahorros esperados permiten cubrir la cuota del préstamo requerido para financiar la inversión.

En OIKOS defendemos que debe ser prioritario centrar los esfuerzos iniciales en esta fruta madura, es decir, aflorar estos casos de viviendas que más se beneficiarían económicamente de la descarbonización, y que optimizan el ratio de emisiones evitadas por la inversión de ayudas públicas.

Por ello, nuestro informe incluye una serie de propuestas destinadas a que los propietarios comprendan las opciones disponibles, sus costes y la rentabilidad, en previsión de que ello genere una actividad inversora. Calculamos que, con este enfoque, podrían descarbonizarse, a largo plazo, hasta cuatro millones de viviendas, el doble del objetivo del PNIEC para 2030.

Este primer paso, además de un impacto positivo medioambiental y de seguridad energética, serviría como vector para el desarrollo del sector de la descarbonización de edificios, facilitando la creación de cadenas de suministro optimizadas, mayor concienciación social, y un efecto arrastre que abra la puerta a los casos más complejos.

***Luis Quiroga es presidente y cofundador de OIKOS.