"Contar la biografía del agua, la historia que conjuga el desarrollo humano y su relación con este recurso básico, es una buena manera de mostrar al público en general los desafíos a los que nos enfrentamos como humanidad y, a la vez, ofrecer un lenguaje que nos ayude a encontrar las soluciones que necesitamos". El experto del Foro económico Mundial (o foro de Davos), Giulio Boccaletti (Módena, 1975), tiene claro que su nuevo libro, Agua. Una biografía (Ático de los libros, 2022), es más necesario ahora que nunca.
Sobre todo en esta semana clave en la que el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas publicaba la segunda parte de su sexto informe de evolución del estado del planeta. El estrés hídrico –ya sea provocado por sequías o por lluvias torrenciales– se presenta como el elemento clave que rediseñará el futuro de la humanidad. Para este científico climático y reputado experto en seguridad y recursos naturales, nos encontramos ante un desafío en dos fases.
"Hay países como España, Italia, Estados Unidos o Francia que durante los últimos 100 años han sido capaces de gestionar las variaciones en el agua a lo largo del tiempo, a través de infraestructuras, por ejemplo. En ellos, la gente se ha acostumbrado a una cierta seguridad en lo que al acceso al agua se refiere: abres el grifo en casa y sale algo. Sería muy raro que no ocurriese", explica Boccaletti.
Y añade: "Para esos países, la situación actual es anómala en el sentido en que la escasez, por un lado, y las inundaciones severas, por otro, hacia las que nos dirigimos son un fenómeno que superará su capacidad de las infraestructuras existentes para gestionar el agua". La gestión de la situación será la que marque su futuro. Eso sí, recuerda el experto, siempre y cuando "no pensemos que podemos simplemente invertir en soluciones tecnológicas que tarde o temprano nos ayuden a superar el problema. Es decir, construir más infraestructuras, canales, etc.".
Boccaletti hace hincapié en que la inversión en infraestructura y tecnología es clave, pero no hará que el estrés hídrico desaparezca. Sólo será un primer paso "insuficiente". Porque, admite, "esa no es la conversación más importante; no es en lo que tenemos que fijarnos".
Pregunta: Entonces, ¿en qué nos tenemos que centrar?
Respuesta: Tenemos que empezar a hablar sobre cómo tiene que cambiar la economía para responder al estrés hídrico. Por ejemplo, cómo cambiará la agricultura, porque tal vez haya cultivos que llevan décadas sembrándose ya no son viables en estas nuevas condiciones.
"Los cambios profundos que se producirán en otros lugares provocarán alteraciones catastróficas en nuestra sociedad"
Para Boccaletti, es necesario pensar en cómo el cambio climático está reconfigurando el paisaje. Esa, dice, "no es tanto una conversación económica como lo es política". Este científico climático, que se doctoró en la Universidad de Princeton (Estados Unidos) y fue miembro de la NASA Earth Systems Science, recuerda que "los paisajes se configuran de una manera u otra porque los países y las sociedades toman decisiones sobre lo que les importa: puedes proteger ecosistemas, o cultivar comida, o importar alimentos de otros lugares, etc.".
Por eso, admite creer que "los mayores desafíos en los países ricos se basarán en como ajustar las expectativas de la gente y las actividades económicas para poder seguir funcionando con otras cantidades de agua diferentes a las que estamos acostumbrados". Esto, cuenta, "requiere que le demos más recursos a las personas que viven en áreas rurales que, históricamente, han sido marginadas".
Aun así, Boccaletti reconoce que para los países ricos "los cambios en el clima no son una amenaza a su existencia, al menos no de manera directa". Y aclara: "Supone una amenaza a nivel económico y social, pero no existencial".
Pregunta: Sin embargo, para los países empobrecidos el cambio climático sí amenaza su propia existencia.
Respuesta: El otro lado de la historia son aquellos países que incluso hoy ya no son capaces de gestionar las variaciones en el clima. Debemos recordar que hay mil millones de personas en el planeta que no tienen acceso a agua ni saneamiento, otros tres mil millones que carecen de sistemas de drenajes o alcantarillados, y mucha mucha gente, particularmente en el África subsahariana, que son vulnerables incluso a fenómenos climáticos cotidianos.
Boccaletti pone un ejemplo: en los últimos meses, el fenómeno atmosférico La Niña ha hecho que 30 millones de personas tengan inseguridad alimentaria en el cuerno de África, específicamente en Eritrea, Somalia o Etiopía. Para estas personas, dice el experto, "el cambio climático es un problema existencial: las modificaciones en el sistema climático implica que las infraestructuras e instituciones más pobres y vulnerables no sean capaces de soportarlo".
Y cuando esto ocurre, "la gente se mueve", recuerda. Sólo en Somalia, hay un millón de desplazados como resultado de las sequías. "Las migraciones de todas esas personas puede que sean la mayor amenaza existencial para los países ricos", alerta Boccaletti. Y añade: "Al final acabarán desplazándose a las zonas más ricas del planeta, porque ¿quién no lo haría?".
El experto advierte: "Nos encontraremos a gente llegando a nuestras costas en números que no tienen nada que ver con lo que hemos visto hasta ahora". Los riesgos a los que se enfrentan países como España, por tanto, "no tienen tanto que ver con una amenaza a su propia existencia, sino que los cambios profundos que se producirán en otros lugares provocarán alteraciones catastróficas en la sociedad", sostiene.
Pregunta: Entonces, el estrés hídrico tiene también una dimensión geopolítica, ¿verdad?
Respuesta: Sin duda. En cierta manera, si nos fijamos en la triste situación que tenemos ahora mismo en Ucrania, aunque sea como consecuencia de la actuación de un dictador, es también una decisión que tiene mucho que ver con los recursos naturales. Cuando Putin llegó al poder al principio de los 2000, Rusia era todavía un país importador de trigo. Ese fue el legado de la Unión Soviética, que se tambaleó en parte porque no podía producir comida suficiente como para alimentar a los animales y a las personas.
El Estado soviético fue incapaz de utilizar los recursos hídricos del país para irrigar las plantas de Asia central y producir la suficiente comida. Putin, en 2015, en un discurso en la Asamblea General, celebró que Rusia, finalmente, se había convertido otra vez en una gran potencia exportadora de alimento. De hecho, en aquel año Rusia exportó tanto trigo como armas.
"Nos encontraremos a gente llegando a nuestras costas en números que no tienen nada que ver con lo que hemos visto hasta ahora"
Históricamente, cuenta Boccaletti, "Ucrania ha sido la cesta para el pan del círculo de influencia soviético". Por tanto, explica, "en esa aspiración de Putin de recrear el gran imperio ruso, no sorprende que tenga un hueco especial reservado en sus planes para Ucrania".
Y remata: "Uno de los motivos es que, a pesar de que sea un pedazo de tierra relativamente pequeño, el país contribuye de manera desproporcionada a la producción de alimentos, porque su distribución de las lluvias y del río Dniéper. Rusia y Ucrania controlan un tercio de la producción mundial de trigo, y su anexión lo que cambiaría dramáticamente la geopolítica de intercambios de mercancías. Es un movimiento de poder".
P.: Usted que ha estudiado la historia de la relación humana con el agua, ¿se ha producido antes una crisis hídrica como la que se espera vivamos en los próximos años?
R.: A lo largo de la historia, muchas veces hemos vivido las consecuencias de los cambios en la climatología. Eso sí, ninguno de los vividos desde hace 10.000 años han sido tan grandes como el actual. Tenemos que irnos cientos de años antes de que apareciésemos como especie para encontrarnos un calentamiento global similar al que estamos viviendo ahora. Además, nunca hemos tenido una sociedad de la misma envergadura que la actual que haya tenido que pasar por cambios en el clima como el de ahora. La realidad es que las sociedades son profundamente diferentes: tenemos más recursos, somos más ricos, somos capaces de lidiar con estas transformaciones de maneras que eran inconcebibles incluso hace 150 años.
Pese a eso, Boccaletti recuerda que "hay mucha gente en el planeta hoy cuyas vidas no son sustancialmente diferentes a las de aquellos que vivieron hace más de mil años". Se refiere a todas esas personas que viven en las zonas rurales de los países más empobrecidos. Ellas, dice, son "tan vulnerables ahora que los granjeros de hace siglos". Por tanto, "hay una gran parte de la población del planeta para la que los cambios en el clima sí serán verdaderamente catastróficos", sentencia. ¿El motivo? Que serán mayores que ningún otro cambio climático ocurrido antes, y "esta gente es tan vulnerable como lo eran nuestros ancestros".
"Tenemos hablar sobre cómo tiene que cambiar la economía para responder al estrés hídrico"
Además, el experto asegura que "no sabemos aún la extensión completa de los impactos del cambio climático". Son demasiados los factores que todavía desconocemos. Pero algo sí tenemos claro: la escala del deshielo de hace 19.000 años y el actual son dimensionalmente diferentes.
"El hielo se derritió, pero ocurrió durante el curso de 15.000 años. Los niveles del mar se estabilizaron en el año 5.000 aec. Es decir, llevó 15.000 años pasar de la cúspide de la Edad de Hielo hasta ahora", explica Boccaletti. Y añade: "En estos momentos, estamos hablando de que Groenlandia perderá una parte muy significativa de su hielo en las próximas décadas, no en miles de años".
Y reconoce que parte del problema al que nos enfrentamos es "que tenemos mucha más gente y una sociedad mucho más compleja que se tiene que adaptar a eventos que estás ocurriendo mucho más rápido". Por desgracia, si no lo hacemos, vaticina, la de Ucrania será sólo la primera de muchas: las guerras por el control de los recursos naturales podrían llegar a estar al orden del día. De ahí la urgencia de reducir al máximo el impacto del cambio climático en todo el planeta.