Paul Lister viste una camiseta verde oscuro con el logotipo de un oso. Al sentarse sobre el césped se quita las sandalias y mira al cielo con una sonrisa. A su espalda asoman los vastos valles del parque natural de Somiedo. Ni un ruido. Sólo el arrullo de las hojas al viento y el piar de un pájaro lejano. Este filántropo inglés, creador de la fundación The European Nature Trust (TENT), no tiene nada de ordinario: vive en un castillo en las highlands de Escocia y ha contribuido a salvar algunos de los ecosistemas más importantes de Europa. Ni un ápice de extravagancia: es un hombre tranquilo, sencillo y sincero, tan humilde como accesible.
Su periplo en la filantropía comenzó cuando heredó la fortuna de sus progenitores. Su padre, Noel Lister, fue el fundador de la poderosa MFI, una de las empresas proveedoras de muebles de cocina y habitación más poderosas de Reino Unido. Al fallecer Lister padre, su hijo adquirió parte de sus recursos, alrededor de 50 millones de libras, y compró las 23.000 hectáreas que conforman Alladale Wilderness, una reserva natural en la que convive con decenas de animales salvajes en libertad.
"Mi día a día está lleno de naturaleza. No tengo hijos, no tengo familia, no juego al golf de manera obsesiva ni me paso los días montando en bicicleta", explica Lister, cuya organización tiene proyectos de conservación, especialmente de grandes carnívoros, en Australia, Escocia, Belice, España, Rumania, Italia y Portugal. "Nos gusta hacer ruido sobre cuestiones relacionadas con la naturaleza; conectar a las personas con sus ecosistemas".
El afán de Paul Lister y The European Nature Trust es apoyar los proyectos de conservación más efectivos de Europa. En España, es benefactor de la Fundación Oso Pardo, que trabaja en la cordillera cantábrica. TENT ayuda a esta y otras organizaciones internacionales a potenciar el cuidado de sus entornos naturales, a la recuperación de especies amenazadas –en el caso de España, el lince, el lobo y el oso pardo– y a unir a las personas con los sistemas naturales de los que dependen, ya sea a través de campañas de concienciación o a través de la promoción de un turismo sostenible.
P.: ¿A qué se dedica la fundación TENT?
R.: Por un lado, trabajamos de forma independiente con nuestros propios proyectos, para los cuales buscamos financiación de otros filántropos, fundaciones o compañías [para ello, contactar con Andrew Bennet, embajador en España de TENT]. En otros casos, como ocurre con la Fundación Oso Pardo en España, apoyamos a fundaciones regionales. Siempre que sean, eso sí, organizaciones de renombre que ya estén establecidas, hayan demostrado buenos resultados y, personalmente, pueda confiar en su solvencia.
En The European Nature Trust tocamos todos los palos: a veces hay que trabajar con agencias de viajes en Reino Unido u organizar eventos como el que presentaremos el próximo martes en Londres, donde 375 personas acudirán a un evento de presentación de la película que acabamos de producir, Riverwoods, centrada en analizar la falta de salud de los ríos de Reino Unido, particularmente los de Escocia.
P.: ¿Qué le motivó a volcarse en la naturaleza de España?
R.: Todo fue gracias a José María Morales, un productor de cine radicado en Madrid [se refiere al fundador de Wanda Films, primer premio Rayo Verde de la Academia de Cine de España]. Él hizo Cantábrico y 100 días de soledad, además de otras grandes películas. Es una persona encantadora, humilde, uno de los mejores seres humanos que conozco. Lo digo con la mano en el corazón.
"Si acabas con el lobo, el oso, el lince... matas todo"
Él llegó a un punto en su vida en el que se dijo: 'Quiero hacer películas con propósito, que signifiquen algo'. Así que comenzó a rodar documentales de historia natural. Lo conocí y le ofrecí dar una fiesta en Londres para mostrar una de sus películas, Cantábrico, que al final acabamos presentando en los BAFTA. Mi relación de amor con la naturaleza española comenzo gracias a José y su documental Dehesa, el bosque del lince ibérico.
P.: Ahora estamos en Asturias con la Fundación Oso Pardo, pero ¿qué otros animales ayuda a conservar?
R.: Estoy enamorado de las conocidas como 'especies esenciales' y los superdepredadores, que son los que tienen un impacto real en el medio ambiente. La naturaleza sufre sin ellos. En mi caso prefiero trabajar con grandes carnívoros como los lobos, osos, linces, jaguares, dingos y animales por el estilo. Son los que se sitúan en lo alto de la cadena trófica, y por eso son también los que más impacto generan en la balanza de la naturaleza. Si acabas con los grandes depredadores, como ha ocurrido en Reino Unido, si terminar con el lobo, el oso, el lince... matas todo.
P.: En Inglaterra los lobos y osos están prácticamente extintos.
R.: En Reino Unido tenemos un problema muy serio: hay seis especies de ciervos. Deberíamos tener dos grandes grupos, como vosotros en España: el ciervo rojo y el corzo. Pero en nuestro caso hay cuatro especies exóticas más. Ningún árbol en Reino Unido crece si hay tantos ciervos a su alrededor. Hemos inflado su población.
Hay 15 o 20 ejemplares por kilómetros cuadrado, cuando debería haber tres. Si nos deshacemos de los depredadores como los lobos, el paisaje cambia. Los ciervos dejan crecer los árboles cuando viven con miedo a sus depredadores; pero aquí, en mi país, eso imposible. Como no tienen depredadores, los ciervos se convierten en animales muy perezosos que sólo están en un territorio concreto. Eso lo cambia todo. Ya ocurrió en Yellowstone.
P.: Parece que el ser humano es demasiado destructivo.
R.: El mercado capitalista está defectuoso porque incentiva a todos producir más, a vender más, a crear más, y eso genera una presión enorme sobre los recursos naturales. Las empresas, hasta ahora, tenían permiso para utilizar los recursos naturales sin cargo alguno, pero eso ya no va a ocurrir nunca más: van a pagar caro por aquello que utilizan, ya sea quemar combustibles fósiles, extraer agua de un río o verter residuos tóxicos. Las cosas han empezado a cambiar. Espero que no sea demasiado tarde.
P.: Muchas veces parece que hay más indiferencia que afán de destrucción. ¿Está de acuerdo?
R.: Nos hemos acostumbrado a ver un paisaje. Si a los británicos les preguntas qué opinan de los Costwolds, te dirán: 'Oh, son preciosos'. ¿Y sobre las highlands de Escocia? 'Ah, qué hermosas montañas y colinas yermas'. Bueno, pues un día todas esas montañas estaban repletas de olivos y de árboles de hoja caduca rodeados de lobos y osos. Hemos arramblado el paisaje desde hace cientos de años y nos hemos acostumbrado al que ha creado el hombre. Añoramos la naturaleza de verdad. Traer gente a los bosques al menos les hace recordar lo que hemos perdido.
P.: TENT opera en numerosos países. Tiene proyectos de conservación hasta en Rumania. ¿Dónde más?
R.: España y Portugal han sido los últimos países, aunque mi primer gran proyecto fue en Rumania, sí. Estuvimos quince años para conseguir establecer un parque nacional de 220.000 hectáreas entre Sibiu y Brasov. Hoy está funcionando muy bien, pero ha tardado años. España llegó después de Italia y Rumania.
También tenemos proyectos activos en Australia, donde hay grandes problemas en materia de extinción, así como de presencia de especies invasoras. Ahora estamos trabajando mucho en Portugal y Belice. Estoy especialmente emocionado de este último país: es muy pequeño pero tiene tanto que mostrar...
P.: ¿Por qué es tan especial Belice?
R.: En enero celebramos un simposio de oenegés llamado Belice 2022. El objetivo era celebrar, colaborar y conservar. Quisimos reunir a todas las personas que habían contribuido a ayudar a la conservación de la naturaleza en ese país. El 50% del territorio está muy bien protegido, y eso siempre es motivo de celebración. Quise reunirlos a todos para que se vieran las caras tras tanto tiempo separados por la Covid-19. El objetivo era que llegasen a cooperar más en las tareas de protección de la naturaleza.
"Los españoles, más que nadie, deberíais entender eso y sentir un orgullo profundo de la naturaleza y los paisajes que tenéis"
Así que eso hice: organizar una conferencia que, dicho sea de paso, me quitó mucha energía. Ahora, además, tras tres meses, hemos terminado de rodar un documental de una hora con un equipo de siete personas beliceñas y un norteamericano. Se llama Belice Uncovered (lit. Belice al descubierto). Estamos aún con la postproducción. Con suerte acabará en Amazon o Netflix en febrero o marzo del año que viene.
P.: Belice es un país de Centroamérica poco conocido en Europa. ¿Qué más nos puede contar de su biodiversidad?
R.: Casi nadie sabe nada de Belice. Todo el mundo menciona Costa Rica, pero porque tiene un trabajo de marketing tremendo detrás. Algo que España, por cierto, debería potenciar: se ha hecho un buen trabajo con sus costas y sus islas y ahora debe orientarlo hacia su naturaleza interior. A Belice le ha pasado lo mismo: está la Barrera de Coral, la pesca con mosca y el buceo, pero hay otro gran mundo de costas hacia adentro que debe ser mostrado al mundo.
P.: Usted ha invitado a EL ESPAÑOL y otros medios a este press trip por la cordillera cantábrica. ¿Cuál es la razón de que organice viajes con periodistas internacionales?
R.: Nos gusta organizar viajes de prensa. Muchas fundaciones no gastan demasiado en comunicar su buen trabajo. Siempre escuchamos malas noticias, pero cuando hay buenas historias, como la de la recuperación del oso pardo o la del lince ibérico, creo que deberíamos comunicarlas más y mejor. Los españoles, más que nadie, deberíais entender eso y sentir un orgullo profundo de la naturaleza y los paisajes que tenéis. En la mayor parte de la Europa occidental todo eso se ha perdido.
P.: ¿Cómo imagina el futuro 'verde' del mundo?
R.: Difícil. Tenemos 200 países con diferentes visiones políticas. Más de 4.000 religiones, de las cuales no entiendo ni una sola. 8 billones de personas que piensan, cada una, de forma distinta. Alcanzar un consenso sobre temas tan grandes es un reto. Debería haber una fuerza global por la naturaleza, que todos los gobiernos se sumasen a los protocolos para cuidar la naturaleza o manejar nuestra huella de carbono. Pero los suecos quieren una cosa, los israelíes otra, los nigerianos una tercera y en Australia están con sus propios problemas.
P.: ¿Qué es lo que nos impide avanzar?
R.: Básicamente, que este mundo se mueve por la celebración de la vida: bebés, niños, chavales. Cuando mi sobrino tuvo un hijo, hacía fotografías de él todos los días durante tres meses. ¿Hola? Vale, tienes un hijo. Fantástico. ¿Tenemos que saberlo a diario? Ese es el problema: continuamos celebrando la vida de cada nuevo humano, pero debemos entender que nosotros somos la causa de todos los problemas, salvo de las erupciones volcánicas, los terremotos y los tsunamis.
Hay buenas prácticas en todo el mundo, pero la gente no se puede centrar en ellas porque está demasiado ocupada cuidando a sus dos o tres hijos. No tienen tiempo para pensar en nada más. No paramos de celebrar que lleguen niños. Yo nunca los quise tener.
P.: ¿Qué necesita la gente?
R.: Más yoga y meditación.
P.: ¿De verdad?
R.: Hablo en serio. Estoy seguro de que si el mundo estuviese lleno de 'yoguis' se comería menos carne, habría menos sufrimiento y más armonía. La carne es uno de nuestros grandes problemas. El 27% de la superficie de la Tierra, sin contar las zonas heladas y los desiertos, ha sido destruida para producir carne de vaca. Tenemos una obsesión con el ganado que ya va siendo hora de superar. El otro día estuve en Australia y vi que comían carne tres veces al día. Yo ni siquiera puedo comerla: mi sistema digestivo ya no la tolera.
"Creo que estamos sobrediseñados pero en detrimento nuestro"
No imaginas el sufrimiento que los humanos han infligido a los animales y a los bosques. La de árboles que hemos talado para ponerlos sobre nuestros suelos o para construir vías de ferrocarril en India. La gente hoy dice que adora a las vacas, pero luego acepta que las lleven al matadero. La mayor parte de la gente debería dejar de comer carne. Seguimos haciendo cosas que ni siquiera sabemos. Hemos perdido la conexión con nuestras fuentes de alimentación. Si la gente fuese a un matadero y viese cómo las matan, creéme, dejaría de comer carne.
P.: ¿Deberían instruir mejor sobre estos temas en los colegios?
R.: En un colegio no te enseñan cómo se produce la carne de pollo. Aprendemos muchas cosas sobre biología, historia, química, inglés, español que luego, realmente, ni siquiera recordamos; pero hay otras, como ser un buen ser humano, los retos que supone tener una familia (y no sólo los beneficios) cómo funciona el sistema alimentario, que no comprendemos. La gente come beicon en Inglaterra... y a mí me gustaría que fueran a una fábrica de cerdos para ver cómo los patean o los tiran de los camiones con palos eléctricos. Claro, luego ven su loncha de carne en el supermercado perfectamente envasada y no piensan en eso.
P.: Entonces parte de la culpa la tiene el modelo económico capitalista.
R.: Es difícil. La gente siempre habla de que la democracia significa libertad, de que la libertad significa capitalismo... En fin, todo eso forma parte de nosotros. Pero no nos olvidemos de que el 1% de la población mundial tiene el 45% de la riqueza del planeta. Eso no me parece un modelo de éxito. No funciona. Está defectuoso, sí, igual que muchos de nuestros sistemas. Mira el sueño americano: dinero, dinero, dinero, dinero y centros comerciales.
P. Al mirar al futuro... ¿Se define como un pesimista?
R.: Es difícil ser optimista cuando hay tantos factores en juego. Acabamos de lidiar con un virus internacional y ahora lidiamos con un tipo [Vladímir Putin] que está completamente loco. Aunque, seamos sensatos, todos hemos tenido nuestra porción de locura. Los españoles no fueron mejores en América del Sur, como tampoco lo fue el imperio británico en Australia. Hemos sido todos unos malditos Putin. ¡Las cosas que les hicimos a los aborígenes australianos y las que les hicisteis a los incas y los mayas!
P.: Por ponernos a escarbar en la miseria humana hay incluso quienes niegan el cambio climático.
R.: Los teóricos de la conspiración (risas). Los humanos no están bien diseñados. Creo que estamos sobrediseñados pero en detrimento nuestro. Nos hemos desarrollado de tal forma que no paramos de crecer y crecer, pero ese crecimiento exponencial es insostenible. Hay un problema muy serio con la humanidad.
P.: ¿Qué le infundió este tipo de pensamiento?
R.: Mi gran mentor fue Doug Tompkins, quien fundó las empresas The North Face y Esprit. Te recomiendo un libro muy bueno llamado A Wild Idea. Él trabajó mucho en Chile y Argentina. Allí fue donde vendió sus empresas. Su esposa, Chris, buena amiga mía, creó la organización Patagonia junto a Evelyn Chouinard, que sigue un modelo ejemplar. Tompkins fue un tipo que venía del mundo del capital, que hizo una fortuna gigantesca y después pasó el resto de su vida devolviéndola porque no la necesitaba. Se sentía culpable de haber formado parte de la industria textil.
P.: ¿Cómo imagina el mundo en 2050?
R.: Difícil pregunta. Muy, muy difícil. Sé lo que quiero pensar: que vamos a ser capaces de reducir la población mundial, que podremos frenar y tomar conciencia de nuestros problemas. Pero siendo realistas... siento que no ocurrirá. Habrá mucho sufrimiento. Si yo tuviese tu edad me largaría a vivir a Tasmania. Quizás a algún lugar en el hemisferio sur o incluso a Sudáfrica.
*** Este artículo pertenece a una serie de entrevistas y reportajes publicados por ENCLAVE ODS. La pieza ha sido posible gracias a la colaboración de The European Nature Trust (TENT), Fundación Oso Pardo y Wild Spain Travel. El embajador de TENT en España es Andrew Bennet [adbennet@hotmail.com].