El doctor Sasa, ministro del Gobierno civil de Myanmar: “Los militares quieren crear una nueva Corea del Norte”
El dirigente birmano, ex enviado especial ante la ONU del Gobierno liderado por Aung San Suu Kyi, atiende a EL ESPAÑOL tras el recrudecimiento de la represión por parte de la Junta Militar.
8 diciembre, 2022 01:53El 1 de febrero de 2021 el mundo amaneció con una impactante noticia para todos los defensores de la democracia. El Tatmadaw —como es conocido el ejército de Myanmar— dio un golpe de Estado que devolvió al país a una dictadura tras un periodo en el cual se había instalado una pseudo democracia tras más de medio siglo de dirección militar.
El golpe suponía la ruptura abrupta de la esperanza de gran parte del país para lograr una mayor democratización tras el sorprendente cambio de rumbo iniciado por las Fuerzas Armadas del país a principios del siglo XXI. Era un doloroso regreso al ostracismo.
El pueblo, como era de esperar, no estaba de acuerdo. Un día después de la infame ocupación del gobierno, los birmanos se levantaron en busca de la libertad. Miles de personas salieron a la calle en defensa de la democracia en todo el país. La respuesta por parte de los militares fue una durísima represión, que continúa a día de hoy.
Según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP), una ONG que lleva un recuento diario, hasta el momento, 16.510 personas han sido arrestadas y 2.553 han sido asesinadas por la Junta militar. Entre los detenidos están Win Myint (presidente del Gobierno) y la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi (consejera de Estado y líder de facto del Gobierno).
Sin embargo, otros miembros del Ejecutivo, como el doctor Sasa, corrieron mejor suerte que sus compañeros de partido. Fundador de la reputada ONG Health & Hope y médico en su natal Lailenpi —un pequeño pueblo en las selvas montañosas del estado de Chin, en la zona occidental del país—, pudo escapar de la purga de los generales militares.
En la mañana del golpe, día en el cual se iba a inaugurar el nuevo parlamento, el doctor Sasa se encontraba en Naypyidaw (capital del país). Había sido invitado por la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) a ocupar un puesto ministerial en el nuevo mandato tras la abrumante victoria de su partido en las elecciones de noviembre de 2020.
Por suerte, logró eludir la persecución del Tatmadaw y, vestido como taxista, consiguió huir a un lugar seguro. Desde entonces, ha formado parte del Comité de Representación de Pyidaungsu Hluttaw, un organismo creado por los parlamentarios elegidos legítimamente por el pueblo de Myanmar, donde ha ocupado importantes cargos.
Ocupó un primer cargo como enviado especial de Myanmar ante las Naciones Unidas y, a partir del 16 de abril de 2021, regresó a su país para ocupar el puesto de ministro de la Unión del Ministerio de Cooperación Internacional y portavoz de la Unidad Nacional.
Ahora, se ha convertido, como señala la propia página web del Gobierno de Unidad Nacional, en “la voz, el rostro y el líder del valiente pueblo de Myanmar en este momento crucial y en las horas más oscuras de su historia”.
El doctor atiende a EL ESPAÑOL por videollamada desde su despacho para charlar sobre la situación y sobre el futuro de su país. Un pueblo hambriento de cambios y de libertad frente a unas Fuerzas Armadas que, en vez de proteger a su gente, como dice, "matan a sus propios ciudadanos".
Han pasado casi dos años desde el golpe militar, ¿cómo está la situación?¿Podría decirse que están en una guerra civil?
No lo definiría exactamente así, como una guerra civil. Es una guerra entre un pueblo y su propio ejército. Pero no es algo que haya pasado de la noche a la mañana. Es algo institucional. Las Fuerzas Armadas se han convertido en un Estado dentro del Estado. Se ha convertido en un carcinoma dentro del cuerpo de un país. Es como un cáncer en su propio cuerpo que, para poder crecer, trata de matar a las otras células.
En muchos sentidos, cuando hablamos de una guerra civil, es entre dos grupos de personas. Pero ahora mi país está entre la justicia y la injusticia. Y el pueblo de Myanmar está luchando por la justicia y por la libertad. Es la lucha entre la oscuridad y la luz.
La semana pasada recibimos la noticia de que siete personas han sido condenadas a la pena de muerte por la Junta, ¿se está recrudeciendo la represión?
Vivimos en un reino del terror. Cualquiera que quiera libertad es considerado como un enemigo. Hace un mes, ejecutaron a un líder pro democracia y ni siquiera devolvieron su cuerpo a la familia. Ese es el tipo de miedo que quieren instaurar en el pueblo de Myanmar.
Han atacado pueblos enteros, han destruido casas, colegios, iglesias... Algunas víctimas incluso han sido quemadas vivas. Cuando ves este tipo de atrocidades, como ser humano, sientes la agonía, el dolor, el trauma.
Cómo ha cambiado su país en las últimas décadas…
Si nos remontamos 60 años atrás, éramos la nación más rica del continente asiático. Incluso los singapurenses querían ser como Myanmar. Y ahora la mitad de la población [de 54 millones] vive en la pobreza. Todo es consecuencia del reinado del terror de los militares, que quieren establecer su poder como Kim Jong-un. No podemos permitir que Myanmar sea otra Corea del Norte.
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¿Han logrado avances frente a la Junta?
Los militares controlaban el territorio entero y ahora han perdido el control de más del 50% del territorio ante nosotros. Esto nunca había pasado en las últimas seis décadas. Tenemos más de 300 batallones y más de 10.000 hombres y mujeres del ejército han desertado. No tienen más razones para servir. Saben que no hay un futuro ahí.
Este año, Occidente se ha volcado con Ucrania tras la invasión rusa, ¿considera que no se ha tratado de la misma manera a su país?
Lo que ha pasado en Ucrania y lo que ha pasado en Myanmar es, en gran parte, lo mismo. Somos dos pueblos que luchan por la democracia, por la libertad. No sólo para nuestros países, sino para el mundo.
Desgraciadamente, la comunidad internacional ha enfocado las dos crisis de manera diferente. Sabemos que es posible ayudar al pueblo ucraniano y estamos agradecidos por ello, pero también sabemos que es posible ayudar al pueblo de Myanmar.
Señala que podrían avanzar más con ayuda internacional.
Si solo recibiéramos el 5% de lo que está recibiendo Ucrania, podríamos superar la oscuridad, derrotar la injusticia y traer la democracia a nuestro pueblo y nuestra tierra. Estamos luchando contra el enemigo de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Eso es lo que la política global debería ver. Y sí, nos sentimos abandonados.
Además del papel de la Comunidad Internacional, el doctor Sasa denuncia el negocio que están haciendo países como Rusia y China con la desgracia de los birmanos. Todo a expensas de la propia riqueza del pueblo de Myanmar. "Los militares están comprando armas a cambio de robar los recursos naturales como la madera, el gas o el petróleo", declara. "Esos recursos deberían ser para construir colegios, carreteras, hospitales…".
La situación de los rohinyás
En 2017, el ejército birmano lanzó una campaña militar contra los rohinyá, una minoría étnica musulmana que vivía principalmente en el estado de Rakáin, que provocó una de las mayores catástrofes humanas de este siglo y obligó a más de 700.000 personas a huir del país.
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Aung San Suu Kyi y su Gobierno fueron duramente criticados internacionalmente por su papel, o más bien por su inacción. Si bien se duda de su implicación directa en los ataques a los rohinyá, la premio Nobel negó las acusaciones reiteradas de genocidio y su gobierno negó el acceso a la región de la relatora especial de la ONU sobre derechos humanos.
En su intervención en la Corte Internacional de Justicia en diciembre de 2019, señaló: “Si los miembros de los servicios de defensa de Myanmar han cometido crímenes de guerra, serán procesados a través de nuestro sistema de justicia militar”.
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En la actualidad, el pueblo rohinyá vive una situación de extremada vulnerabilidad. Por ejemplo, en los campamentos de Cox’s Bazar, al sur de la vecina Bangladesh, se hacinan más de un millón de personas que se encuentran expuestas a la desnutrición, a la insalubridad y a efectos climáticos como las inundaciones.
Si el gobierno civil volviera al poder en Myanmar, ¿qué harían con la situación del pueblo rohinyá?
El pueblo rohinyá es nuestro pueblo. Somos el mismo pueblo. Respiramos el mismo aire. Crecimos en la misma tierra. Bebemos el mismo agua. La madre tierra birmana es para todo el pueblo de Myanmar, sin importar su raza, religión, cultura, etnia o pasado. Ese es nuestro futuro.
La crisis de los rohinyá fue creada por los generales militares genocidas. El Tatmadaw ha utilizado el racismo y la religión como un arma para dividir, para discriminar y para cometer atrocidades.
Por tanto, serán protegidos por el Estado.
Los rohinyás tienen que estar protegidos por la Constitución para que nunca más se use su religión, su raza o color como arma contra ellos para cometer atrocidades. Tendrán derechos de ciudadanía. Tendrán derechos humanos.
Todos nosotros tenemos que ser parte de la construcción de un nuevo Myanmar, donde la cultura, las etnias y los idiomas serán respetados, protegidos y promovidos. Tenemos una hoja de ruta clara, que es inclusiva para todas las personas de Myanmar, incluidos los hermanos y hermanas rohingya.
Entonces, ¿los refugiados rohinyás podrán volver a Myanmar?
Por supuesto. Y, como he dicho, no sólo serán palabras, sino que estarán protegidos por la Constitución. Además, es muy importante proteger su cultura y su lengua incluso antes de que regresen. No sólo se trata de esperar a que la Constitución esté lista, sino que tenemos que hacer todo lo que podamos desde ya. Nos queda mucho camino por recorrer.
Para terminar, ¿se siente esperanzado con la vuelta de la democracia a su país?
El anhelo de 54 millones de personas no se puede ignorar sin más. No es un trozo de papel. Es el corazón de un pueblo que busca la democracia y la libertad. Y eso no se puede derrotar con armas. Se pueden llevar mi cuerpo, me pueden quitar mi tierra, pueden dispararme con armas, pero no podrán quitarme mi esperanza, mi amor por mi pueblo, mi amor por la democracia y por la libertad. No nos rendiremos hasta que lo consigamos.