Jaime Olmedo, rector de la Universidad Camilo José Cela: "En la democracia, la educación no ha sido un asunto de Estado"
- La Universidad Camilo José Cela, que el año próximo cumplirá 25 años, apuesta con esta nueva designación por el rigor y la excelencia.
- Más información: El talaverano Jaime Olmedo, nombrado nuevo rector de la Universidad Camilo José Cela
Cuando el lector pregunte a Alexa por un personaje de la historia de España y la tan amable como aséptica asistente virtual de Amazon responda "según la Real Academia de la Historia, Hernán Cortés fue…", no se imaginará que detrás del acuerdo entre la multinacional y la institución estuvo el que fuera hasta hace un mes su director técnico, Jaime Olmedo (Talavera de la Reina, 1971).
En la laudatio del acto de investidura como nuevo Rector de la Universidad Camilo José Cela, la directora de la RAH y antes jefa, Carmen Iglesias, se refirió a él con una cita de Camus: "Hay seres que justifican el mundo, que ayudan a vivir con su sola presencia. Y Jaime es uno de ellos". Mayor elogio no cabe.
En la RAH se recordará la fecunda labor realizada por el talaverano. Ha dirigido y coordinado el Diccionario Biográfico y el portal Historia Hispánica, que es consultado desde 194 países por más de 25 millones de usuarios. Con esta "hazaña", España ha sido el primer país en geoposicionar todos los personajes y acontecimientos de su historia en internet.
Ha recibido el Premio de Excelencia Docente en los tres últimos trienios como profesor de Filología en la Universidad Complutense. Como alumno, obtuvo cum laude en una tesis que codirigió Umberto Eco. Jaime Olmedo lo recuerda generoso y genial. Estando él preocupado porque su tesis no superaba 400 páginas, lo tranquilizó el italiano a favor de la brevedad con la máxima de que en 600 páginas era fácil no decir nada, pero en 6 había que decir algo.
Me cita, por acentuar el contraste con su antiguo despacho en la RAH, en el campus urbano más sostenible de España. Se trata de un reciente edificio luminoso, de tuberías vistas y zonas ajardinadas a pocos metros de la Castellana. Si en el palacete de la RAH había objetos centenarios y los cuadros adornaban las paredes, en esta sede de la UCJC no se encuentra lienzo alguno, pues aulas y despachos están separados por cristaleras dobles entre amplios espacios comunes.
Para este hombre de ojos azules y traje impoluto, cuyo rigor y humanidad nos remiten a otra época, es "un reto apasionante y una oportunidad poder tener cierta capacidad de intervención en la educación superior". Su discurso de investidura como Rector Magnífico fue, además de impecable, toda una declaración de principios.
¿Cómo se queda uno cuando lo llaman Rector Magnífico?
(Se ríe). Siempre lo has escuchado referido a otros. Es un reto llegar a merecer ese tratamiento, aunque esperas que sea más una valoración personal.
"Solo la educación puede transformar la sociedad", dijo en su discurso de investidura.
Es así. Muchas de las actuaciones que ha habido en España son consecuencia de no haber tenido esto claro. La educación puede formar generaciones de ciudadanos con determinados valores y principios asentados. Sobre estos se puede construir un cambio social.
En la UCJC, buscamos una formación integral que permita comprender y afrontar la complejidad del mundo sin perder la visión humanística, con espíritu innovador y emprendedor, para el desarrollo de ideas y la creación de oportunidades, favoreciendo el equilibrio entre el crecimiento personal y profesional de nuestros estudiantes.
¿Qué le hace falta, en general, a la universidad española?
Entre otras cosas, trasladar al alumno la convicción de que en sus manos está el hecho de poder cambiar las cosas, de poder transformar algo de su entorno. En ocasiones, como docente, he percibido en la universidad una inercia por la que los alumnos siguen pensando que las cosas les son debidas, que uno les tiene que resolver sus problemas. Cambiar la mentalidad para que comiencen a pensar en la posibilidad de dar y darse es lo que hace falta, y esa es una seña de identidad en la UCJC.
La universidad privada tiene más alumnos de máster que la pública. ¿A qué cree que se debe?
La universidad privada siempre tomó la delantera en los posgrados. La pública se vio forzada a generarlos sobre todo después de la reforma del plan Bolonia. Además, la privada tiene esa red de relaciones con la empresa donde el alumno no solo obtiene un título, sino que puede beneficiarse de una red de contactos profesionales. Un posgrado es un estudio con una finalidad profesional muy clara.
En el discurso de investidura, citando a Todorov, usted reivindicó para la cultura un papel esencial en el "sentido amplio y sólido que prevaleció en Europa hasta finales del siglo XIX y que está marginado en la actualidad". ¿Cuál es ese sentido?
La cultura hoy está, en cierta medida, considerada un elemento casi de lujo. Como decía Nuccio Ordine en La utilidad de lo inútil, se considera algo inútil que nos adorna, nos embellece, nos sofistica… Pero hasta el siglo XX no era un elemento ornamental ni prescindible, sino un elemento constitutivo, y las personas vinculadas con el mundo de la cultura estaban insertas en el centro de la sociedad.
Creo que es a partir del Romanticismo cuando la cultura y la sociedad empiezan a divergir. Esto se extrema con las Vanguardias que duran prácticamente todo el siglo XX. Se ha seguido haciendo de la subversión y de la novedad el gran motor del arte. Algo por ser original no es necesariamente bueno. La vanguardia se ha institucionalizado. Fíjate si no hay contradicción mayor que la obra de vanguardistas cuelgue hoy en museos, que era de lo que abominaban.
¿Cree que el arte después de este siglo de vanguardias se ha quedado a medio gas?
El propio arte se ha metido en un callejón sin salida. Señalaba Gombrich que el siglo XX ha sido una centuria de tremendos logros científicos, pero no tanto de artísticos; mientras la ciencia ha decodificado el ADN, el arte ha colgado un urinario en una pared: "el contraste es demasiado obvio", decía.
Es un proceso que tengo conceptualizado. Ahora hay artistas en general, que lo mismo pintan un cuadro, escriben un libro, hacen una escultura…, y todo lo que salga de ellos ha de considerarse arte. Esto comienza con el Dadaísmo. Hasta ese momento era la obra la que concedía el valor al artista. Y luego es al revés: es el nombre del artista el que concede valor a su obra. Se ha producido una inversión peligrosísima porque ya no importa lo que se haga, sino quién lo haga.
¿Cómo nos enseña la cultura a sentir mejor?
Gracias a la cultura tienes un conocimiento no solo de lo que tú hayas podido aprender a lo largo de tu vida, sino de los 2.500 años de historia en la que se ha ido sedimentando todo nuestro carácter. Es la manera de conocernos a nosotros mismos y a los demás.
Tú no lees un clásico, tú te lees en un clásico. Con base a ese conocimiento nuestro, tratemos de comprender a los demás. No tenemos misión mayor. Por eso creo que hay que equilibrar ciencia y humanismo y la cultura es algo práctico incluso en entornos de rentabilidad.
Usted promulga el equilibrio entre inteligencia y bondad, pero la bondad no siempre sale bien parada.
Así es. Precisamente, por eso es bondad, porque no piensa en el beneficio propio. Creo que la forma suprema de la inteligencia es la bondad y que si no somos más buenos es porque no somos más listos.
En ese equilibrio entre inteligencia y bondad, introduce el vector de la voluntad.
No todos nacemos santos. Hay que querer. No todo es espontaneidad e improvisación. Hay un ejercicio consciente y voluntario de orientar tu capacidad y la de los demás hacia el bien.
Decía Gracián en una de sus máximas: "más consigue una medianía con aplicación que una superioridad sin ella". Prefiero a una persona que trabaje y tenga ese espíritu de sacrificio a alguien que se crea genialoide y se abandone. Hemos visto muchos ejemplos de gente con grandísimas capacidades que han descarrilado.
¿La voluntad se trabaja?
Por supuesto. Hay una clave que es posponer la recompensa. No estar en una dinámica de inmediatez. Estamos en la cultura "del yo y del ya". La voluntad supone posponer la recompensa, diferir el beneficio, tener una idea a medio y largo plazo. Creo que los jóvenes están metidos en una dinámica de inmediatez absoluta, de un retorno inmediato. Conseguir que sean capaces de postergar la recompensa sería un gran logro.
Muchos profesores se quejan de que las nuevas generaciones llegan a la universidad sin saber escribir. Cómo profesor que ha sido y rector que es ¿qué opina?
Siempre ha habido de todo. Generalizar es injusto. Los sucesivos planes de estudios a la contra han generado estudiantes que han llegado con grandes carencias. En la democracia la educación no ha sido un asunto de estado. Y cada plan de estudio no ha generado un efecto de búsqueda de excelencia, sino lo contrario, porque es lo cómodo. Pero también hemos visto con la DANA cómo muchos jóvenes han reaccionado de una manera ejemplar, ayudando, implicándose.
¿Tenemos ahora una mayor percepción de vivir en un mundo cambiante que en otras épocas?
Se dice que la Inteligencia Artificial es un cambio más radical de lo que pudo suponer internet. Ahora tenemos una mayor sensación y conciencia, porque además la comunicación y la difusión de las ideas es mayor y más rápida. Antes, había una élite que podía ser consciente de vivir algo distinto, pero no así el resto del común.
El Portal de Historia Hispánica tiene 25 millones de usuarios y está sólo en español. Es emocionante que a una persona en Corea le interese.
Son unas 60.000 páginas en español, lo cual supone también contribuir a que la presencia del español en internet se corresponda con nuestro número de hablantes, porque ahora mismo no se corresponde. Y son páginas de calidad. No las traducimos al inglés, primero, por esa razón estratégica de no sumar más páginas en inglés y, segundo, porque ahora hay traductores en línea cada vez mejores.
Usted es doctor por la Universidad de Bolonia. ¿Qué le llevó ahí?
El Real Colegio de España. Me obsesioné con el Colegio desde que estaba en la universidad. Sabía que sólo se entraba allí con un número de matrículas de honor y traté de conseguir todas las que pude. Residías en el Colegio, pero todos los estudios se desarrollaban en la Universidad de Bolonia.
Ocupé la habitación en la que había estado Nebrija, que es la más oscura y fría del Colegio. Cuando leo en el prólogo de su Gramática que sacó su obra "de la sombra y tinieblas escolásticas", sé perfectamente a lo que se refiere. También allí estaban Umberto Eco y Ezio Raimondi de catedráticos.
¿Cómo era Umberto Eco?
Muy genial y generoso. Fue un profesor mucho más formal de lo que pueda pensarse. Cumplía con sus horas de atención a alumnos. No sólo lo vi como profesor, sino en la vorágine de lo que es el lanzamiento de la novela de un escritor aclamado a nivel mundial, cuando presentó su tercera novela, La isola del giorno prima.
Él decía que nunca escribes la literatura para ti mismo, siempre para los demás: "lo único que escribes para ti es la lista de la compra". Abominaba de ese onanismo en el que muchos han caído. Tenía una concepción de la literatura muy orientada hacia el otro, para entretenerlo, divertirlo, formarlo.
¿Ese rigor que tiene usted es innato?
El rigor es una condición sine qua non de una cierta seriedad académica o científica. Además, como estamos en cierta guerra cultural, si quieres defender determinadas ideas, postulados, tienes que hacerlo asentándote sobre lecturas, autores, referencias, que den solidez a tu posición. No se puede ir a la guerra con una escopeta de madera.
¿De qué guerra cultural se trata?
La defensa de una cierta convicción de determinados valores. Lo que hablaba en el discurso de investidura sobre la bondad, la belleza, la verdad…
¿Cuál es su periodo histórico preferido?
Últimamente la Monarquía Hispánica. Los siglos en los que España tiene una presencia global. Me apasiona concebir el sistema administrativo que permitió tener el conocimiento y el control que se tenía de las acciones en distintos puntos. Esa catalogación documental y los edificios que la albergan - Simancas, Indias, las Chancillerías- se hacen pensando en la posteridad.
España no tuvo colonias.
No tuvo colonias, tuvo provincias en ultramar. No fue un régimen de metrópoli como el de las colonias; fue un imperio policéntrico. El gran centro del mundo era México. A México llegaba la carrera de Indias que salía de Cádiz y llegaba a Veracruz; y a México llegaba el galeón de Manila o la nao de China que salían de Filipinas y llegaban a Acapulco. Esas eran las dos autopistas que llevaban ideas, personas, arte, cultura, libros, comercio…
Si México fuera realmente consciente de que durante ese periodo histórico ha sido cuando mayor relevancia ha tenido, lo reivindicaría en lugar de exigir que se pida perdón por ello.
Conoció personalmente a Camilo José Cela cuando le becó para compartir un curso en El Escorial que dirigía sobre "El refranero español". Dígame un refrán.
Hay unos versos de Cervantes en el Viaje del Parnaso: "Con poco me contento, aunque deseo / mucho". Demuestra ilusión por conseguir las cosas, pero una cierta serenidad si no las consigues. No siendo un refrán, podría serlo.
¿Y un refrán que le gustara a Camilo José Cela?
Cuando le conceden el marquesado de Iria Flavia, el lema que coloca en sus armas es "El que resiste gana".