El laberinto vasco de Podemos
La dimisión de su líder en Euskadi, Roberto Uriarte, augura tiempos convulsos para un partido que ya es la tercera fuerza en la comunidad autónoma vasca.
10 noviembre, 2015 22:46La sabiduría popular asegura que se veía venir; los más clásicos, que se mascaba la tragedia. Podemos Euskadi se rompe. O se ha roto. Más allá de la conocida desavenencia entre los responsables vascos del partido y los nacionales a la hora de elaborar las listas de candidatos a las elecciones del 20-D, han surgido importantes "desacuerdos" entre uno y otro poder, el regional y el nacional, "en cuestiones organizativas, de discurso y de candidaturas", que han llevado a su máximo responsable en la comunidad vasca, Roberto Uriarte, a presentar su dimisión irrevocable.
Será un comité técnico provisional el que, hasta que pasen los comicios, se hará cargo de la formación en Euskadi; una piedra en el camino de su líder, Pablo Iglesias, hacia La Moncloa, para lo que sabe que va a necesitar todos los apoyos posibles. Y el País Vasco se vislumbra como un gran caladero de voto.
Dos alternativas
Las dos alternativas más pujantes al bipartidismo y al poder establecido en España, esto es, Ciudadanos y Podemos, desempeñan un papel muy distinto en el endogámico universo político vasco. Los primeros, los compañeros del presidenciable Albert Rivera, juegan una baza muy arriesgada en una comunidad que se aferra en todo lo que puede (lo mismo en la política que en el fútbol…) a la tradición: difícil venta tiene en esta comunidad hablar de eliminar el Concierto Económico. UPyD ya les ha mostrado con sus resultados que ese camino no es el que quieren coger los ciudadanos vascos. Aún así, unos y otros no alteran su discurso: si siempre se han manifestado en contra de ese derecho histórico, no van a hacer ahora un ‘Groucho Marx’: estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros. Una coherencia en su discurso que, sin embargo, no es apreciada en la CAPV. Muy al contrario.
Podemos tiene mucho más recorrido. Heredero del descontento popular surgido en las calles de toda España desde aquella semilla del 15-M, la formación que lidera Pablo Iglesias ha ido escalando en importancia desde la nada, hasta convertirse, de facto, en la tercera fuerza política en Euskadi. En aquellas elecciones europeas de 2014, que le sirvieron de debú en todo el territorio nacional, en el País Vasco sumaron 52.386 votos a una marea que acabó cosechando 1,2 millones de apoyos, suficientes para llevar en volandas al partido al Parlamento de Europa.
La ola fue creciendo y un año después, en mayo de 2015, superaba en votos a PSE y PP en las elecciones forales vascas, para convertirse en ese tercer partido en importancia en las diputaciones forales: casi triplicaba los apoyos (148.346 votos) y obtenía 8 representantes en las Juntas de Álava, 6 en Gipuzkoa y otros 6 en Bizkaia. Y, según la encuesta del Gabinete de Prospecciones Sociológicas del Gobierno vasco dada a conocer a finales del pasado mes de octubre, en las elecciones generales de diciembre aspira a comerle la tostada a Eh Bildu: según este sondeo, el PNV se haría con 6 escaños (uno más que ahora), Podemos aportaría 4 a la candidatura de Pablo Iglesias, y EH Bildu perdería dos diputados, para quedarse también con 4. Así que, la aportación de Podemos-Ahal Dugu a los intereses nacionales del partido no es precisamente desdeñable.
Un descontento creciente
Aunque el descontento de la dirección de Podemos Euskadi con la dirección nacional llevaba gestándose desde hace bastante tiempo, el principio del fin para aquellos se precipitó el pasado martes 3 de noviembre. Ese día, Uriarte había convocado de urgencia a los medios de comunicación para leer un comunicado muy crítico con el dirección del partido nacional, a cuenta de “la repercusión interna del proceso de elaboración de las candidaturas que se presentarán en nuestro territorio a las elecciones generales del 20 de diciembre, basándose en las atribuciones que Podemos reconoce a las nacionalidades históricas”.
Esas atribuciones habían llevado al Consejo Ciudadano de Euskadi, ampliamente dominado por el sector liderado por Uriarte (20 de 34 miembros), a apostar por Juantxo López de Uralde, el coportavoz de Equo y la persona con más tirón electoral cara a estos comicios, como número uno por Bizkaia, y no como número uno por Álava, tal y como había decidido el partido en Madrid. Por el territorio alavés y por el guipuzcoano encabezarían las listas las personas que habían ganado las primarias en ambas provincias.
Con toda la prensa en la sala, y el propio Uriarte en la misma, éste recibió una llamada y su comparecencia fue súbitamente suspendida; por toda explicación en aquel momento, se dijo que “las circunstancias que habían motivado la convocatoria habían cambiado”. La realidad, como señalaba posteriormente el diarionorte.es, fue que el número dos del partido, Iñigo Errejón, habría llamado a Uriarte para conminarle a suspender la rueda de prensa, so pretexto de discutir y resolver las diferencias existentes conjuntamente, incluso desplazándose el propio Errejón a Euskadi. Ni que decir tiene que aquel viaje nunca se produjo.
Esa misma tarde, la dirección nacional se mostró tajante: no habría cambios en las listas del País Vasco. Y, aunque Podemos Euskadi reconoce que la decisión final sobre este extremo la tiene, según los estatutos del partido, esa dirección nacional, decide mantener un pulso, amparándose en que es la única nacionalidad histórica donde Podemos no sólo no pierde tirón si no que cotiza al alza, y ya por la noche hace público el comunicado que Uriarte iba a leer ante la prensa. En él, el Consejo Ciudadano de Euskadi criticaba algunas "decisiones" a la hora de elaborar las listas de candidatos y, sobre todo, se mostraba en total desacuerdo con la Ejecutiva nacional del partido, por lo que calificaba de “rutinas organizativas poco respetuosas con la plurinacionalidad que proclamamos”.
Brecha insalvable
Según el comunicado, las imposiciones nacionales ponían en peligro el proyecto ya consolidado de Podemos en Euskadi, por lo que reivindicaban “con toda energía” el derecho del Consejo Ciudadano vasco a decidir, “de forma consensuada con la dirección estatal”. En realidad, las críticas iniciales abrían la puerta al telón de fondo de las desavenencias entre ambos poderes; así, pasaban a exigir que, “tanto el discurso de Podemos en Euskadi, como la articulación autonómica de nuestra organización y la política de pactos y candidaturas se hagan de forma consensuada y que sean sometidas posteriormente a la ratificación de la Asamblea Ciudadana de Euskadi”.
A partir de ese momento, la brecha se convierte en sima insalvable, que provoca la dimisión definitiva de Uriarte el sábado 7 por la noche. En el comunicado donde daba a conocer su dimisión, Uriarte hacía constar la existencia de grandes diferencias entre las direcciones vasca y nacional en temas sensibles en Euskadi, como el final de ETA o la convivencia, que hacían muy difícil, si no imposible, “articular un discurso estatal en un ámbito como el vasco”. A lo que añadía el día siguiente, en la rueda de prensa que oficializó su despedida en Bilbao, que “el problema de Podemos es que se ha convertido en un partido aparatero, cuando teníamos que ser un manantial de agua limpia”. Con Uriarte presentó su dimisión al mismo tiempo todo el equipo de confianza del líder vasco, 19 miembros, incluida Miren Gorrotxategi, que se postulaba como número dos en Bizkaia y, por tanto, con bastantes números para obtener un escaño.
La delicada tarea coordinar la inminente campaña electoral y tomar las decisiones organizativas necesarias recaerá ahora en un comité técnico provisional, nombrado por el Consejo de Ciudadanos Estatal, formado por 13 personas, comité que, al término de las elecciones, dará paso a un nuevo Consejo Ciudadano de Euskadi elegido mediante el habitual proceso abierto de primarias. Eso, sí, la dirección de Podemos advierte: la constitución del nuevo comité no traerá consigo “cambios” en la conformación de las listas.
Por si alguien lo dudaba, el poder de Podemos (valga la redundancia) tiene un solo nombre: Pablo Iglesias.