El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, don Juan Carlos fue proclamado rey de España por las Cortes franquistas. Tenía 37 años. Ese día también había dormido poco y mal, se le notaba cansado. Vestía uniforme de capitán general del Ejército y lo acompañaba su familia -doña Sofía, de traje largo rosa fucsia; las infantas, de terciopelo; y el pequeño príncipe Felipe, con chaqueta formal.
Tuvo que jurar fidelidad a las Leyes Fundamentales y a los Principios del Movimiento, y acabó su discurso con esta enardecida proclama: “Señores procuradores, señores consejeros, desde la emoción en el recuerdo a Franco. ¡Viva el Rey! ¡Viva España!”. Como pudo, y a pesar de las dificultades del momento, explicó que comenzaba una nueva era para el país marcada por una monarquía que incluía a “todos los españoles”.
Todo esto lo cuenta el profesor Paul Preston como si fuera una novela en su libro Juan Carlos, Steering Spain from Dictatorship to Democracy (Harper Perennial, 2004). En 2012 ha publicado la última reedición de la que sigue siendo la mejor biografía de Juan Carlos I. Preston es director del Centro Cañada Blanch para el estudio de la España Contemporánea en la London School of Economics.
Lleva dos días hablando con periodistas de todo el mundo sobre el aniversario de la muerte de Franco, del que también es biógrafo. Como a tantos otros, a Preston no le ha pasado desapercibido el silencio de la Casa Real y del Gobierno de España en torno a una fecha tan significativa. Hoy no hay previsto ningún tipo de celebración, ni pública ni privada.
“Es algo muy español, pasar del todo a nada: se le alabó hasta la extenuación, y ahora que ya no está en el trono se le aparca históricamente”, dice Preston, para el que el rey emérito no verá empañado sus logros por el “triste final” con el que acabó su reinado: “Lo que hizo quedará siempre: la manera en la que condujo a España de la dictadura a la democracia entre 1975 y 1981 sobre todo”.
Misa de coronación
El acto de proclamación fue solo una formalidad institucional. En realidad, don Juan Carlos se convirtió en rey el 27 de noviembre de 1975 después de la misa de coronación en la iglesia de Los Jerónimos en Madrid, tras la que recorrió las calles de la capital escoltado por la Guardia Mora. Esta segunda ceremonia se demoró tanto, una semana entera desde la muerte de Franco, porque el Rey quería contar con el mayor número de invitados extranjeros posibles.
La espera valió la pena: se consiguió contar con los presidentes de Francia, Valery Giscard D'Estaing, y de Alemania, Walter Scheel; el canciller alemán, Willy Brandt; el duque de Edimburgo, marido de la reina Isabel II de Inglaterra y el vicepresidente de EEUU, Nelson Rockefeller.
El cardenal Enrique y Tarancón pronunció estas palabras. “Pido que seáis Rey de todos los españoles. Que sea vuestro reino un reino de vida. Que ningún modo de muerte y violencia lo sacuda. Que ninguna forma de opresión esclavice a nadie. Que todos conozcan y compartan la libre alegría de vivir. Que sea el vuestro un reino de justicia en el que quepan todos sin discriminaciones ni favoritismos, sometidos todos al imperio de la ley. Y puesta siempre la ley al servicio verdadero de la comunidad”.
Misa por Franco
La sombra de la muerte de Franco marcó las ceremonias de acceso al trono y el tiempo después. Media hora después de ser proclamado rey en las Cortes, don Juan Carlos ya apareció vestido de negro junto al catafalco.
Un mes más tarde, los reyes presidieron una misa por su alma en la Basílica del Valle de los Caídos junto a Carmen Polo de Franco. Explica Preston que el joven rey demostró “mucha astucia” a la hora de apaciguar a lo que entonces se llamaba el búnker: los franquistas irreductibles convencidos de que don Juan Carlos sería el auténtico sucesor de Franco.
Viaje al Sáhara
El mes que precedió a la muerte de Franco y a la coronación fue particularmente duro para el príncipe de España. El dictador se revolvía entre la vida y la muerte. “El 3 de noviembre, estando Franco al borde de la muerte, una operación de urgencia del doctor Manuel Hidalgo Huerta le devolvió a la vida”, relata Preston.
El día 5, el angustiado príncipe tuvo que ir a El Aiún, capital del Sáhara Occidental, para dirigirse a los militares españoles y explicarles que “no habría matanza de inocentes ni retirada deshonrosa” sino una retirada negociada ante la Marcha Verde de Hassan II.
Los Franco y los Borbón
Don Juan Carlos sentía un cariño genuino por el general Franco, según Preston. A pesar de la infancia y de la adolescencia triste que pasó junto al dictador, y de los años de “simulación política”, hasta el día de hoy el rey emérito no permite bromas acerca del hombre que lo trató “como a un verdadero nieto”.
Los matrimonios mantenía una excelente relación. En la imagen, la entonces princesa Sofía junto a Carmen Polo de Franco, y el príncipe de España junto a su mentor en la celebración de su onomástica un año antes de morir.
Aprecio mutuo
El aprecio era mutuo. Según Preston, Franco siempre trató bien al príncipe, con cierta ternura incluso. El 23 de noviembre de 1975, el día después de su proclamación, don Juan Carlos acompañó el féretro al Valle de los Caídos. Presidió el entierro “con los ojos enrojecidos y evidentemente emocionado”, escribe Preston. Comenzaban siete años de presión que sólo acabaría con la llegada al poder de Felipe González en 1982.
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