La caída de la Bolsa española desde que comenzó 2016 es una señal preocupante porque refleja una doble exposición de la economía nacional a situaciones que, a día de hoy, distan mucho de poder resolverse en el corto plazo. Por un lado está la desaceleración de la economía china, que pone en riesgo el crecimiento global y, por otro, los problemas de Brasil, que afectan directamente a algunas de las grandes compañías españolas que estaban obteniendo allí buena parte de sus beneficios.
Esa doble infección ha provocado la enfermedad del Ibex, hasta el punto de que ninguna de las empresas cotizadas ha podido sortear las caídas. Entre los valores más afectados están los bancos, pero también aquellas firmas cuyo negocio está en las materias primas, e incluso las energéticas, tradicionalmente más estables. Si tenemos presente que el inicio del año bursátil marca, tradicionalmente, el comportamiento general del resto del ejercicio, la situación es para inquietarse.
Señales pesimistas en los mercados
Las señales que están enviando los mercados financieros reflejan pesimismo y van en la línea del informe que acaba de publicar el Banco Mundial, según el cual el frenazo que evidencian los países emergentes lastrará el crecimiento. El hecho de que Latinoamérica sea el área que, según sus cálculos, más se contraerá este año es una pésima noticia para el Ibex. Se estima que Brasil, el motor de la región, reducirá su crecimiento un 2,5% en 2016. Es allí donde el Santander ha registrado un 20% de sus beneficios y donde Telefónica tiene un 25% de su negocio, por citar dos ejemplos.
El otro foco del problema es China, que en cuatro días se ha visto obligada a suspender dos veces la actividad bursátil en respuesta al desplome de algunos de sus principales valores. Es un hecho sin precedentes. Pero al tratarse de una economía intervenida donde, además, reina la opacidad, es difícil aventurar cuál será su evolución. Hay sospechas de que Pekín podría estar forzando una devaluación encubierta del yuan para mejorar sus ventas al exterior.
Es difícil hacer predicciones
Los expertos no se ponen de acuerdo acerca de hacia dónde puede conducirnos la actual situación. El multimillonario George Soros alerta de un posible crash de la economía mundial como el que sucedió a la caída de Lehman Brothers. Es una visión excesivamente catastrofista que no se compadece con los datos de recuperación que sigue dando la economía. Ni siquiera existe hoy una situación de colapso del crédito, como ocurrió en 2008. Ahora bien, los especialistas consideran que estamos en una situación nueva que impide ser preciso en las predicciones.
Por lo pronto, Europa ya ha estornudado: junto al Ibex han registrado caídas similares las bolsas de Londres, París, Fráncfort y Milán. Hasta ahora habían sido las exportaciones a países emergentes las que venían insuflando oxígeno a la alicaída economía del continente. Pero el comercio exterior se está estrangulando desde el otoño. El anuncio del Banco Mundial en el que rebaja sus previsiones de crecimiento global del 3,3% al 2,9% es un aviso.
España une a las incertidumbres que llegan de China y, particularmente desde Brasil, una compleja situación política: sin visos de acordar un Gobierno en los próximos meses y con la aventura suicida de las autoridades catalanas. Habrá que esperar, pero hemos tenido momentos mejores.