Asegura Pablo Iglesias que estar en política conlleva "cabalgar contradicciones". Tiene razón. Lo demuestra con el ejemplo de su propio discurso. En los últimos días Podemos está protagonizando una fuerte polémica por el lugar en que se sentarán sus diputados en el Congreso. Unas semanas atrás, el secretario general del partido emergente insistía en que "no es el momento de hablar de sillones", sino de los problemas de los españoles. Esta es la última de las contradicciones en que incurre una formación emergente que ya no quiere "tomar el cielo por asalto", sino que presenta un discurso más moderado.
Los españoles conocieron la existencia de Podemos en las elecciones europeas de 2014. El partido había nacido en el Teatro del Barrio en enero de ese mismo año. Ahora, transcurridos veinticuatro meses, es innegable que el partido morado ha cambiado, sobre todo en el tono de su discurso.
De la ruptura a la reforma
En los prolegómenos de la pasada campaña electoral Pablo Iglesias e Íñigo Errejón decidieron variar el tono del discurso de Podemos. Así se lo expuso el líder a los miembros del Consejo Ciudadano que se reunió a finales de octubre. Desde entonces, cambiaron las formas del partido morado para intentar seducir a un electorado de más amplio espectro. Donde antes había "ruptura" ahora había "reformas constitucionales".
Ante unas elecciones generales, Podemos se presentaba como el partido que buscaba "el cambio", pero desde una perspectiva más responsable y menos histriónica. En esos días, Pablo Iglesias modulaba también una de sus frases más famosas. Quien había dicho en octubre de 2014, en la asamblea constituyente del partido, que "el cielo se toma por asalto" matizaba en noviembre de 2015 que había que "llamar al timbre" de las instituciones para tomarlas.
"Llamar al timbre"
Él mismo lo explicó en un desayuno informativo celebrado en el suntuoso Hotel Ritz. "Nosotros dijimos que el cielo se toma por asalto y quizá nuestros adversarios no entendieron que en una democracia los asaltos se hacen llamando al timbre", explicaba. "Los ciudadanos han empezado ya a asaltar las instituciones llamando al timbre", insistía.
Incluso, una de las expresiones más simbólicas de Podemos, la definición de los grandes partidos como "la casta", casi desaparecía de sus actos públicos. El propio Errejón reconocía en la precampaña en una entrevista con EL ESPAÑOL dicha moderación. Aseguraba que "Podemos se ha manchado de España y se parece más ella, al igual que España se ha podemizado".
El partido que había arremetido en innumerables ocasiones contra la Constitución y la Transición cambiaba el punto de su diana. El matiz consistía en empezar a atacar no a la carta magna o a ese período histórico, sino a muchos de sus hacedores, a las élites que, a su juicio, habían favorecido solo a los privilegiados en detrimento de la mayoría de los españoles.
De los sillones y los asientos
Desde Podemos niegan que esta evidente modulación de su discurso sea una contradicción. Antes al contrario, justifican que las líneas maestras del partido siguen siendo las mismas y que solo han variado parte de sus palabras para hacer llegar a los ciudadanos mensajes más incluyentes e ilusionantes que los que repetían al principio de su existencia como partido.
Más allá de la moderación de estos dos años de trayectoria, en las últimas semanas, una vez pasadas las elecciones generales, Podemos también ha enviado algunos mensajes contradictorios. El 28 de diciembre, tras reunirse con Mariano Rajoy en la Moncloa, Pablo Iglesias afirmaba que "no hemos llegado al Parlamento para hablar de sillones, sino para dar la cara por los ciudadanos de nuestro país".
Con esas palabras, el secretario general de Podemos expresaba que su formación no estaba preocupada por tener cargos, sino por "resolver los problemas de la gente". Sin embargo, el pasado viernes Iglesias sorprendió a sus rivales políticos al proponer un gobierno de coalición junto a PSOE e IU. Nadie esperaba que el partido morado quisiera entrar así en un ejecutivo.
Los ministerios
En las últimas horas, el partido ha insistido en varias ocasiones en que si los socialistas quieren que Pedro Sánchez sea el presidente del Gobierno, tendrán que ceder la vicepresidencia al propio Iglesias y casi la mitad de los ministerios a Podemos. Una preocupación por los puestos en las instituciones, por esos "sillones" que denostaba Iglesias, que parecía impensable en el partido que quería "asaltarlas".
Además de los sillones metafóricos, por decirlo así, están los asientos puros y duros, que son los escaños del Congreso. Y esta semana Podemos está dando la batalla para que le coloquen en otro lugar en el Hemiciclo después de que PP, PSOE y Ciudadanos decidieran enviarlos "al gallinero". Un hecho que han calificado de "cacicada" o "fraude". Como reconocen en el partido morado, este es un asunto menor, pero simbólico. Lo que habría que desentrañar es qué simboliza exactamente lo ocurrido, si la intención de otros por humillar a Podemos o si el cambio de discurso de un partido que ahora sí parece preocupado por los asientos. Quizás sea ambas cosas.
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