Raúl Griot, de 35 años, llegó a Madrid el jueves pasado. Quedó con Juan -ha elegido este nombre por miedo a que su trabajo, también en el mundo de la farándula, se vea perjudicado- para ponerse al día y ultimar los preparativos del día siguiente. Le esperaban un pasacalles infantil y dos funciones de títeres, que el Ayuntamiento había contratado por mil euros. Juan dio a Raúl un disfraz y unas cuantas canciones para animar a los niños.
“Es increíble. Esa noche le dije a Raúl que preparara una obra infantil. Es más práctico y mucho más fácil de vender. Él me dijo que le habían contratado para interpretar 'La bruja y don Cristóbal' y que tenía ilusión porque había pasado mucho tiempo preparándola. Era plenamente consciente de lo que iba a representar, pero no ante quién iba a hacerlo”, cuenta Juan.
La defensa, los amigos y la familia de los titiriteros acudieron esperanzados al contrato firmado con el Consistorio, pero en él no queda especificado el tipo de público al que debía dirigirse la obra. “Nadie les avisó”, relata Juan, con quien el creador de 'Títeres desde abajo' ha compartido adolescencia, trabajo, proyectos e incluso piso.
"Esto se ha ido de madre"
Aquella mañana, Raúl -amplificador en brazos y micrófono en mano- bailó y cantó con los niños. Los acompañó desde el colegio hasta la plaza de la Remonta, donde les esperaban juegos y talleres. “Al terminar, no hablamos mucho. Yo tenía una responsabilidad con las actividades de la plaza y, más que charlar con Raúl, le daba órdenes y le pedía que me echara un cable con algunas cosas. Por la tarde, estaba cansado. Tenía pensado ir a la función de las siete, pero me quedé en casa. Total, la obra acababa de estrenarse y creí que se representaría muchos otros días”, explica Juan.
Varios amigos de Raúl acudieron a Tetuán para ver la segunda función, programada para las siete, pero cuando llegaron no había títeres sobre el escenario. La policía había detenido a los dos artistas por un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo.
“No me cuadraban las cosas. Cuando nuestros amigos vieron en los medios la detención, como yo trabajo mucho con Raúl, pensaron que el otro era yo. No entendía nada. ¿Terrorismo? Es una locura. Esto se ha ido de madre”, dice Juan incrédulo mientras sorbe un café con leche en un bar de una estación de tren. Durante la entrevista, su móvil no deja de brillar. “Estoy con esto todo el día. También hago un poco de barrera con los padres, por la cantidad de gente que llama para ver cómo va el asunto”.
Media vida en el barrio de 'El Pilar'
Raúl nació en Madrid en 1981. Afincado en el barrio de 'El Pilar', entabló amistad con Juan a los dieciocho años. “Es un chico de clase trabajadora, de familia normal y estructurada”. Al terminar el instituto, cursó un módulo superior de relaciones públicas. Tras aprobarlo, se licenció en Publicidad en la Universidad Complutense de Madrid. Ahora, "intenta sacarse Educación social por la UNED, pero lo tiene un poco aparcado".
“Siempre le fascinaron los títeres. Fue autodidacta. Aprendía por su cuenta y, de vez en cuando, aparecía alguien que le enseñaba algunas cosillas. Lleva media vida con esto”. Juan y Raúl se conocían de vista. Sus respectivos grupos de amigos coincidían en el parque. “Dentro de lo punki, ellos eran más tranquilos, menos llamativos, vestían de forma menos estridente”.
Ya adolescentes, la farándula les unió. Juan y Rául se veían en escenarios improvisados, teatrillos callejeros y también en manifestaciones. “Siempre hemos participado en movimientos sociales. Él tiene mucha conciencia en ese sentido y trata de dotar a sus obras de un contenido de denuncia. Quiere utilizar su teatro para cambiar las cosas”.
De extrema izquierda y no militante
Políticamente, Juan describe a su amigo como “un tipo de extrema izquierda, en absoluto violento, y que podría considerarse anarquista”. ¿En qué sentido? “En el fondo, todos aquellos a los que nos gustaría vivir en una sociedad que no tuviera la necesidad de legislar podríamos ser tachados de anarquistas. Pero Raúl es práctico. Muchas veces lo he hablado con él. No está contento con el sistema. Quiere cambiarlo, pero es consciente de que el punto de partida no es destruirlo todo”, relata Juan.
Así como Alfonso tiene una vinculación directa con CNT, Juan no recuerda una simpatía especial de Raúl por ningún partido concreto. “Ha opinado y participado desde la no militancia. Sí que hemos ido a muchas manifestaciones. No nos perdimos ni una con lo de la guerra de Irak. Estos últimos años, como hemos tenido mucho trabajo, nos hemos ido moderando y ha habido que cribar. No hemos ido a tantas”.
En aquellos años, tuvo lugar el antecedente policial que los medios han sacado a relucir a raíz de su detención. ¿Qué pasó? “No lo recuerdo bien. Ten en cuenta que nuestra amistad se estrechó algo después. Creo que fueron a Granada un fin de semana. Allí se agarraron una buena borrachera y algo ocurrió”.
Partidario del derecho a decidir
Con veintitantos, Juan y Raúl se independizaron. Coincidieron en un piso. También en el barrio de El Pilar, donde les gustaba pasar días y noches. “Si vivimos en Madrid, ¿para qué irnos a otro sitio? Participamos mucho en las asociaciones del barrio. Actuábamos en La Piluca -un centro social- y colaborábamos con Radio Almenara”. Allí sus conversaciones adquirieron profundidad y salían a relucir temas banales, pero también otros más delicados como el terrorismo o la violencia.
¿Qué piensa Raúl de ETA? “En aquellos años en los que vivíamos juntos, hubo varios atentados. Es surrealista que se le impute enaltecimiento del terrorismo. Él nunca ha creído en la violencia para lograr objetivos políticos”. ¿Y de la independencia? “Bueno, es partidario del derecho a decidir. Al ser de Madrid, es un tema que no le toca de cerca, pero solía comentar que creía que lo mejor era dejarles votar”, recuerda Juan.
Los dos amigos, uno con su productora y el otro a través de su grupo de teatro, organizaron talleres de animación infantil. Allí, sus puntos de vista diferían: “Yo era más práctico. Creo que la animación no sirve para inculcar valores profundos. Raúl, en cambio, creía adecuados esos momentos para transmitir un espíritu crítico”.
La fundación de 'Títeres desde abajo'
“Aburrido de Madrid”, Raúl se mudó a Granada. Fundó 'Títeres desde abajo' en 2012. Abandonó el grupo Griot -una referencia a los juglares de África occidental-, pero mantuvo este sustantivo como apellido artístico. La compañía es un proyecto individual, pero completado con colaboraciones esporádicas. “Allí conoció a Alfonso y empezaron a trabajar juntos en obras para adultos”.
¿Se les ha ido de las manos con 'La bruja y don Cristóbal'? “Me sorprendió. En la anterior -donde se trataba el tema de los desahucios- no recuerdos muertes o escenas especialmente violentas. Es cierto que es gore pero, insisto, el problema es el público ante el que se representó”.
“Supongo que quisieron ser muy llamativos y lanzar una crítica difícil de olvidar. Muchas veces esa es la única manera de calar en la gente”, dice Juan mientras se levanta y bucea en la pantalla de su teléfono. “En eso hemos tenido bastantes desacuerdos. Raúl siempre ha tratado de dar un tono político encubierto a sus obras y yo no lo creo necesario”.