Nada más conocerse los resultados de las elecciones generales, Pablo Iglesias comparecía ufano ante los medios para lanzar un desafío, en forma de condiciones innegociables, que el resto de partidos deberían asumir para iniciar la legislatura. Entre sus propuestas de reforma estaba el “nuevo encaje territorial” para Cataluña dentro de España que tendría que dirimirse mediante un referéndum de autodeterminación. Aquella exigencia era básica para Podemos y hoy casi nadie en el partido morado menciona la misma. La postura sobre la consulta es sólo un ejemplo de los cambios de estrategia que ha efectuado la formación emergente desde el 20 de diciembre.

Este viernes el secretario de Organización del PSOE, César Luena, aseguraba en una entrevista en Eldiario.es que “la historia reciente demuestra que si algo hace Podemos es cambiar de posición y de propuestas”. Era un mensaje envenenado con el que la mano derecha de Pedro Sánchez alentaba la posibilidad de que Pablo Iglesias y los suyos cambien de opinión tarde o temprano y permitan un Gobierno del PSOE. Más allá de la intencionalidad de Luena, lo cierto es que Podemos sí ha ido rectificando o variando su estrategia en las últimas semanas.

Para empezar, a mediados de enero la consulta en Cataluña dejó de ser una condición indispensable. Aunque Podemos sigue defendiéndola como su solución a los problemas territoriales y, de hecho, la incluyó en su documento de gobierno, es innegable que Iglesias y sus compañeros han rebajado el tono en esta cuestión. Incluso, han señalado que la “agenda social de cambio” es prioritaria respecto a la consulta.

¿Qué fue del “presidente independiente”?

Otra de las propuestas de Podemos que parece haber desaparecido para siempre es la de un “presidente independiente”. Pocos días después de las elecciones, Íñigo Errejón, en una entrevista radiofónica, y el propio Iglesias, en un artículo de prensa, afirmaron que sería positivo apostar por “una figura independiente” como presidente del Gobierno antes que ayudar a que Pedro Sánchez llegase a la Moncloa.

Al final de la segunda ronda de consultas con Felipe VI, concretamente el pasado 22 de enero, Podemos rompió la baraja, sorprendió a propios y extraños y descolocó a sus rivales políticos con su propuesta de “un gobierno de coalición” con Sánchez como presidente e Iglesias como vicepresidente. Fue un gesto audaz que el líder del PSOE conoció por los medios de comunicación justo antes de verse con el monarca. El partido de los círculos logró marcar la agenda con su iniciativa y dejó a Sánchez en una posición complicada.

Ciudadanos no, Ciudadanos sí

En paralelo a esta propuesta, Iglesias y sus correligionarios repitieron una y otra vez durante varias semanas que sólo podrían negociar con el PSOE la creación de dicho Ejecutivo siempre y cuando los socialistas no dialogasen con Ciudadanos. Era un veto en toda regla contra el partido dirigido por Albert Rivera. “El PSOE tiene que elegir entre nosotros y Ciudadanos”, repetían Iglesias y otros líderes de Podemos. Todos ellos se mostraban inflexibles: nada habría que negociar con el PSOE mientras se sentase en otra mesa con C's.

Sin embargo, cuando Iglesias presentó su propuesta de gobierno -un pormenorizado documento que incluía la estructura del hipotético Ejecutivo y las funciones destinadas a cada partido-, volvió a sorprender al levantar el veto a Ciudadanos. Incluso, apuntó hacia la posibilidad de que sería necesaria una abstención del partido de Rivera para facilitar que se ahormase “un gobierno de cambio y de progreso”. En ese mismo momento, el secretario general de Podemos rebajó el tono de sus exigencias y mostró un talante más conciliador. De hecho, consiguió, con la ayuda de Alberto Garzón, que se iniciase una mesa de negociación a cuatro entre PSOE, Podemos, Compromís e IU.

Y se levantan de la mesa

El líder de Podemos exhibió un tono idéntico el pasado martes, cuando era un secreto a voces que el PSOE y Ciudadanos suscribirían un acuerdo. Incluso después de que Rivera lanzase su oferta pública y Sánchez cogiese el guante -acaso ambos solo impostaron un pacto que ya tenían previamente cocinado-, Iglesias insistió en mantener el diálogo con el PSOE para seguir trabajando en el génesis de un pacto de izquierdas. También fue una postura sorprendente que más parecía una estrategia para descargar en el PSOE la responsabilidad de la ruptura. A Iglesias se le preguntó en varias ocasiones si se levantaría de la mesa con los socialistas y su respuesta fue situarse como un hombre de estado que confiaba en el diálogo con el partido de Sánchez.

Solo veinticuatro horas después, llegó la penúltima vuelta de tuerca de Podemos desde el 20-D. Íñigo Errejón y el resto de negociadores del partido comparecieron en grupo y con rictus serio, como en las grandes ocasiones, para anunciar la ruptura de las conversaciones. El partido morado se levantaba de la mesa y culpaba al PSOE del fracaso de ese diálogo por haber pactado con Ciudadanos. Otra rectificación de estrategia pero no improvisada, sino más que calculada. Quizás no sea la última. Ahora, Podemos ha anunciado que votará “no” en los dos intentos de investidura de Sánchez. Pero, como ya ha contado este diario y como vaticina Luena, esta postura puede volver a cambiar y convertirse en una abstención a partir del 5 de marzo.

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