“Diluyen mi carácter político en las nebulosas de la normalización, despojándome de la capacidad de avanzar en la lucha política, excluyendo la posición tan importante y referente que los represaliados políticos tienen en todo movimiento”. Jon Kepa Preciado, conocido entre los miembros de ETA con el sobrenombre de Oier, publica una carta en la que lamenta la deriva que ha tomado la izquierda abertzale; critica que se cambie la “revolución” por “pragmatismo” y que se olvide la “lucha” de los etarras. El discurso de Kepa Preciado, que no es inédito entre los presos terroristas, pone de manifiesto la disconformidad del sector más duro de lo que queda de la banda, que llama a la violencia como “arma revolucionaria”. ¿Existe la posibilidad de una escisión en ETA que quiebre el “cese definitivo de la actividad armada” anunciado hace casi cinco años?
A pesar de aquel anuncio, desde las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se sigue estudiando con detenimiento los movimientos de los restos de ETA. Fuentes de la lucha antiterrorista admiten que se ha barajado la posibilidad de una escisión del sector más radical de la banda que todavía defiende la violencia armada para la consecución de sus fines.
Apenas un puñado de personas sostiene a la organización terrorista. Según estas fuentes, sus prioridades pasan por alcanzar dos objetivos principales: el retorno de los etarras fugados en otros países con causas pendientes en España y ofrecer una salida a los terroristas que se encuentran en prisión -o bien, conseguir su acercamiento a cárceles próximas a sus lugares de nacimiento-. Para este último fin todavía se mantiene activo el EPPK, el colectivo de presos de ETA. La disolución definitiva o la entrega de los arsenales son las principales bazas que maneja la cúpula etarra para negociar la consecución de estos fines.
Pero algunos círculos de la banda consideran que la gestión del EPPK y Sortu supone una “traición” a la trayectoria de la banda. Al menos, así lo defiende Kepa Preciado en su misiva, publicada en castellano en el portal Lahaine.org. El terrorista argumenta que cree “en la disciplina, pero no en la sumisión” y exige que “no se censuren formas de lucha”. Sobre el discurso del colectivo de presos de ETA: “No me pidas que lo haga mío, no lo creo, ni lo veo, ni lo siento… ni siquiera lo imagino”.
Una detención clave en el EPPK
El sector duro de los presos de ETA considera que no se siente escuchado desde que la abogada Arantza Zulueta fuese detenida en julio de 2011 por su vinculación con la banda. En el registro de su oficina se encontraron planos de unos zulos desarticulados un día antes en Francia. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado apuntaban a Zulueta como la encargada de gestionar el frente de prisiones.
La abogada era considerada como una de las inflexibles de la banda. Según los informes relacionados con su detención, Zulueta podría haber sido la encargada de transmitir las órdenes a los terroristas encarcelados sobre cómo comportarse ante determinados acontecimientos políticos. Pero sin la letrada, los presos han perdido con quién dialogar y a quien transmitir sus inquietudes. Ahora consideran que sus opiniones no son escuchadas por la cúpula de la banda, extremadamente débil tras las detenciones de Iratxe Sorzabal y David Pla.
Un sector que aún defiende la violencia armada
La carta publicada por Jon Kepa Preciado sigue la misma línea que la publicada en diciembre por Daniel Pastor Alonso, alias Txirula. “No en mi nombre -esgrimía el terrorista-. No a la utilización de una organización a la que se le ha negado la legitimidad para hablar de política y cuya historia o militancia es utilizada para cuestionar, criticar y vilipendiar a un movimiento popular”.
Según fuentes policiales, el sector más crítico con la deriva abertzale y que todavía defiende con orgullo el bagaje violento de ETA ya tiene una estructura y una nomenclatura: Ibil [“caminar”, en euskera]. De acuerdo a la información facilitada por estas fuentes, ha sido la propia ETA la encargada de privar a Ibil de su principal argumentario: retomar la lucha armada.
Fermín Sánchez Agurruza, profesor en un colegio de Urdax (Navarra), es el líder de esta escisión cuyo recorrido ya está casi extinto. El maestro, que ya había cumplido diez años de condena en Francia por su vinculación con la banda, desapareció en mayo de 2014 sin dar mayor señales. “En un primer momento se presentó una denuncia al respecto, que fue retirada por la familia”, detalló el entonces consejero de Presidencia, Justicia e Interior del Gobierno foral, Javier Morrás.
Una vez establecido en Francia, Sánchez Agurruza habría sondeado a algunos antiguos miembros de ETA sobre su disponibilidad de volver a atentar. Estos movimientos fueron detectados por la cúpula etarra, que pronto se encargó de neutralizar las pretensiones del profesor.
Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, aun estudiando estos gestos, consideran que la capacidad de retomar la violencia armada es “limitada”. Las estructuras de la organización están debilitadas y las decisiones adoptadas por la cúpula de ETA son asumidas por otros grupos de su entorno. Los próximos pasos de la banda terrorista, como ya contó EL ESPAÑOL, pueden estar relacionados con un desarme definitivo con el objetivo de influir en el transcurso de las próximas elecciones en el País Vasco.