“Miseria” es la palabra que mejor define el perfil del pirata del siglo XXI. Se echan a la mar jugándose su último aliento, que en muchas ocasiones es lo único que les queda, buscando un blanco fácil para llenarse los bolsillos. Somalia, paradigma de Estado fallido en el que el yihadismo radical representa la mayor fuerza, apenas puede contener sus envites. Un cóctel de circunstancias con el que el país se ha erigido como una de las regiones más inestables del planeta.
Es la cuarta ocasión en la que el comandante Salvador Moreno participa en misiones contra la piratería en el Cuerno de África, donde faenan una treintena de pesqueros españoles. “Es un conglomerado de clanes, tribus, grupos armados, intereses que tienen unos y otros… no hay administración, no hay control, no hay Gobierno, no hay seguridad”, lamenta el militar, quien habla con orgullo del trabajo que se desempeña a bordo del buque Tornado, bajo su mando. “Es crucial que estemos aquí -señala-, porque el problema apunta directamente a España”.
¿En qué sentido afecta la piratería a los intereses españoles?
Todos los robos en alta mar a una empresa española que esté comerciando afectan a nuestra economía. Por tanto, lo que ocurra en el Cuerno de África afectará en la proporción en la que Europa comercian con la India, con el sureste asiático o con el Golfo Pérsico. Es un riesgo que apunta directamente a pesqueros españoles y, por tanto, a España. En Guinea, donde también se vive este problema, es una zona de alto interés nacional, mucho más próxima a las Islas Canarias.
En aguas frente a Somalia, los piratas secuestraron a dos barcos españoles, el Alakrana (septiembre de 2009) y el Playa de Bakio (abril de 2008).
Para España, el Cuerno de África, además de ser una línea de tráfico, es una zona de alto interés pesquero. Ahora hay una flota de más de 30 pesqueros, la mayoría del norte de España, y que cuentan con sus propios equipos de seguridad. La crisis que representa para un Estado tener a una docena o dos docenas de ciudadanos secuestrados es brutal.
¿Cómo es el pirata del siglo XXI?
El pirata que sale a la mar, con el que muchas veces hemos interactuado en años pasados, tiene la miseria como perfil. Eso no quiere decir que no tenga alternativas: prefiere dedicarse a esto porque le reporta más ganancia. Ese es el pirata que sale a la mar a jugarse la vida. El pirata es un punto intrépido, porque irse a la mar como ellos lo hacen es jugársela. Llevan la comida al límite, van drogados casi siempre y apuestan por encontrar un blanco al que atacar. A veces no tienen ni combustible para volver a casa. Son violentos, agresivos.
¿Cómo eligen a sus blancos?
Los piratas que salen al mar cuentan con el respaldo de gente que se queda en tierra y que forma parte de otro mundo, probablemente de una cultura superior. Es el que ha contratado la embarcación, las armas, y es el que proporciona la información para ejecutar los ataques. A los que se quedan en tierra no los he conocido nunca. Tienen más preparación, posiblemente sepan idiomas… La pregunta es saber quién está detrás de estos negocios, que no dejan de mover grandes cifras de dinero.
¿De qué recursos disponen para efectuar sus ataques?
Son embarcaciones locales. Las mismas que se utilizan para pescar, también las usan para piratear. Todo es bastante precario. Salen a la mar con lo justo, pero es lo necesario para tener éxito en sus ataques. Hablamos de motores, combustibles, para quedarse en la mar un mes o dos, pero con suficiente velocidad para llevar a cabo sus abordajes. No suelen tener muchas armas, pero las justas para poder intimidar: hablamos de fusiles, pistolas y el famoso RPG, un lanzagranadas que intimida bastante. También suelen tener un GPS portátil, un teléfono móvil… en los años duros se constató que no se mueven a ciegas. Salen a la mar con información y llegan a puntos donde saben que va a haber interceptaciones. Reciben esa información desde tierra.
Hubo un momento en el que los piratas tenían mucha fuerza en la región. Hablamos de los años 90 y de los primeros años de los 2000.
El último ataque registrado por parte de un buque pirata se produjo hace más de tres años. Eso no significa que hayan desaparecido, desconocemos su intención futura. Por eso, seguimos vigilando, preguntando, observando. Pero en tanto no se produzcan los ataques en mar, la Unión Europea ha apostado por no perder tiempo y aproximar los barcos a la costa, intentando proyectar la acción de los barcos a alternativas de vida de futuro de la población local, desacreditando la piratería.
¿Qué protocolo sigue el Tornado en caso de detectar un barco sospechoso de dedicarse a esta actividad?
Primero se toman todas las acciones necesarias y que permiten las reglas para prevenir que haya un abordaje o un secuestro. El punto de inflexión llega cuando creemos que tienen a personas retenidas, porque entonces hay vidas en juego. Ahí no se puede hacer prácticamente nada. Aunque seamos militares, la victoria que consigamos sobre ellos no debe ser militar, sino judicial: todo tiene que estar perfectamente grabado, secuenciado, etiquetado… Eso es muy importante, porque aunque hagas todo lo que tienes que hacer, si no cumples con esto, vas a dejar libre al pirata. Y si nos encontramos con una embarcación con armas y escalas a bordo, lo que hacemos es confiscar todo su material. El pirata queda libre, pero sé que no va a delinquir hasta que no vuelva a puerto y se abastezca de nuevo.
Hablar de Somalia es hablar del grupo yihadista Al Shabaab y de la carencia de un Estado fuerte que pueda hacerle frente.
Sin duda. Es que no hay Estado. Es un conglomerado de clanes, tribus, grupos armados, intereses que tienen unos y otros… no hay administración, no hay control, no hay Gobierno, no hay seguridad. Y tampoco hay interlocutores válidos para todo el terreno de Somalia, con lo que es difícil interactuar con ellos para hablar de un futuro. Si además hablamos de la hostilidad del terreno –sequías, escasos recursos, poca agua, hambrunas…- el cóctel lo sitúa en uno de los lugares más inestables, sin duda.
¿Influye en algún modo la inestabilidad derivada del terrorismo en la piratería?
Es un elemento más en este cóctel mísero de la Somalia que acabamos de presentar. Tener un grupo yihadista altamente activo, especialmente en las últimas semanas, es un elemento más. De todas maneras, aunque hay mucho miedo de que se una a la piratería, hay muchas diferencias. La piratería es un negocio ilícito que pretende ganar dinero con el negocio de la droga y armas; el terrorismo es lo que es: defienden una idea matando a gente que no la comparte. No influye tanto en el escenario de la piratería más allá de la inestabilidad que produce en la propia Somalia.
La misión desplegada por la Unión Europea ha sido efectiva contra la piratería. ¿Temen que los que se dedicaban a esta actividad, en busca de un sustento, engrosen las filas de Al Shabaab?
No es tanto que engrosen las filas, porque el pirata lo que quiere es vivir mejor al día siguiente, de una manera rápida e ilícita. Sí que hay miedo de que la piratería financie, o que ellos utilicen técnicas de piratería para financiarse. El fin último del terrorista no es vivir mejor al día siguiente, sino comprar dinero para comprar explosivos para poder perpetrar otro atentado. No tiene nada que ver con el fin del pirata. El miedo, insisto, es que utilicen estos medios para financiarse.
¿Y esto ha ocurrido?
Negativo. No es tan sencillo operar en la mar. Al Shabaab es una amenaza tangible, pero nosotros no operamos con amenaza alta en estas aguas, porque no es fácil proyectarse hacia el mar. Hay que tener medios, un cierto adiestramiento… Muchos piratas, probablemente, provengan de actividades de pesca y saben manejarse en la mar, que no es fácil. Pero Al Shabaab está en las montañas de Somalia y los terroristas no tienen conocimiento de manejarse en la mar.
Antes hablaba del trabajo que lleva a cabo el Buque de Acción Marítima (BAM) Tornado, bajo su mando. ¿Cómo es la vida a bordo?
Es muy interesante, porque somos 51 personas a bordo. Es una característica digna de resaltarse, porque los BAM representan la apuesta de la Armada española por la eficiencia. Tenga en cuenta que estamos haciendo las tareas que hace una fragata con 220 personas. Y no somos más listos que ellos. Lo que ocurre es que la inversión tecnológica se ha llevado al límite y la organización del buque se ha exprimido al máximo en el poco margen que había. Además aplicamos los conceptos más avanzados de mando y liderazgo.
A bordo, además, cuentan con un helicóptero con el que complementan su actividad.
Un barco y su helicóptero embarcado son uno solo. Nos dan eficacia en la misión. En dos horas de vuelo, patrulla todo lo que llevaría desde que sale el sol hasta que se pone. Él me dice lo que hay alrededor y yo elijo donde focalizar mis recursos. El tándem es perfecto.
¿Cómo se gestiona la moral de su tripulación en una misión que les lleva a pasar cinco meses en una de las regiones más inestables del mundo?
Con mucha dedicación y vocación. Con la experiencia de muchos años, aprendiendo de otros comandantes, oficiales y suboficiales... Hay una serie de valores tradicionales que no caducarán jamás: obediencia, lealtad, compañerismo, decisión basada en el conocimiento, entrega. No se puede faltar en estos conceptos básicos. Pero también aplicando nuevos conceptos: empatía, trabajo por objetivos, confianza y dedicación. Tengo que tener a todo mi equipo perfectamente motivados sabiendo dónde vamos. Con eso les exprimimos al máximo. Además, por ocho días de mar, pasamos dos de puerto. La vida a bordo es una vida no natural: es una vida límite en una ciudad minúscula. Eso tiene un límite de convivencia. Somos buenos y nos gusta, pero hay que entrar en puerto para airear al personal.
*El despliegue del Tornado en aguas frente a Somalia corresponde con la cooperación de las Fuerzas Armadas en la misión Atalanta de la Unión Europea de lucha contra la piratería.
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