Susana Díaz baja la escalera de piedra, hierro y azulejos dorados de la antigua Audiencia de Sevilla con Fernando Rodríguez Villalobos, el presidente de la diputación de la provincia. Ella le llama “tito” y él “sobrina” aunque no tienen ninguna relación familiar.
La presidenta de la Junta de Andalucía le presenta en un desayuno organizado por Europa Press en este palacio que ahora es sede de la fundación de Cajasol, la fusión de varias cajas de ahorro andaluzas. Se conocen desde hace más de 20 años cuando él aupó por primera vez a una joven descrita a menudo como “rápida”.
Rodríguez Villalobos tiene ahora 64 años; Díaz, 41. Incluso cuando no estaban del mismo lado en las luchas dentro del PSOE sevillano, siempre se llevaron bien. La presidenta de la Junta apunta que aún hoy come berenjenas gratinadas dulces algún domingo en casa de su colaborador.
En primera fila, en una mesa alargada, están quienes siempre han acompañado a Susana Díaz, algunos desde las Juventudes Socialistas como Verónica Pérez, que la conoció con 15 años. Pero entre el más de centenar de personas que asisten al desayuno hay sobre todo alcaldes. Rodríguez Villalobos es también el presidente de la federación de municipios y del PSOE de Sevilla. La mayoría se sientan en mesas redondas repartidas por el patio cubierto alrededor de una fuente. De los muros rosas cuelgan faroles, candelabros y una placa de cerámica que dice que el rey Juan Carlos visitó el lugar en 2010. Las camareras llevan cofia.
Desde el podio, Díaz habla insistente sobre “la bondad” de su colaborador. “Para mí forma parte de mi familia. Esa familia que no tenemos de manera carnal pero que uno hace suya”, dice. “Yo he aprendido de él la templanza. Cuando llegué a la política, a veces lo digo con cariño, yo era como un toro sin picar”.
El “tito”y la presidenta se abrazan. Él hace un gesto de secarse las lágrimas y le devuelve los elogios. Hace un esfuerzo por decir que Pedro Sánchez está acometiendo bien su labor, pero no deja de hacer referencias nacionales. “Susana Díaz es sinónimo de triunfo para el PSOE”, dice. “Está capacitada para todo lo que queramos y más… Nos podemos fiar de ella… Lo bueno que tiene la presidenta es que ha pasado una serie de filtros”. Los filtros son todos los niveles del PSOE andaluz: desde las juventudes y el Ayuntamiento hasta el Congreso de los Diputados y la Junta de Andalucía.
Ambos defienden a las diputaciones, critican el plan de suprimirlas que está incluido en el acuerdo de Gobierno del PSOE y Ciudadanos, y cargan contra Podemos, la obsesión del partido sobre todo en Andalucía, donde el nuevo grupo está comiendo espacio sobre todo en el campo, el caladero de votos histórico de los socialistas.
SEÑORES MAYORES
Díaz observa atenta a Rodríguez Villalobos en sus más de tres cuartos de hora de discurso. No le quita ojo. Sonríe de oreja a oreja cuando habla de ella y se ríe cuando critica con fiereza a Podemos.
“Se le da bien halagar a los hombres mayores. Les sube el ego haciéndoles mucho caso”, me cuenta un colega que la conoce desde sus inicios. Así lo hizo también con Alfonso Guerra o Felipe González, que de decir en público que no sabía quién era Susana Díaz pasó en pocos años a guiarla entre empresarios como Emilio y Ana Botín, César Alierta o Isidro Fainé.
Después del acto, a Díaz le cuesta avanzar entre alcaldes que quieren besarla o hacerse fotos con ella. Con algunos intercambia un par de frases.
Se para a la entrada del edificio para hacer unas declaraciones a las cámaras y cambia de tono. El discurso lo ha dado haciendo pausas e impostando un poco la voz, hablando despacio. Ante la prensa, habla deprisa y más agresiva sobre “su” Andalucía. “No pienso recortar en mis colegios, en mis hospitales, en mis dependientes”, dice tras las críticas del ministro Cristobal Montoro por el déficit de las autonomías. Después de unas pocas preguntas, concluye con un contundente “me voy al Consejo de Gobierno”.
DE PUEBLO EN PUEBLO
Mientras se pliegan las sillas, dentro queda parte de la corte de Susana Díaz. Rodríguez Villalobos y Verónica Pérez hablan con “sus alcaldes”. Pérez es ahora secretaria general del PSOE de Sevilla. Ella sale en las primeras fotos políticas de Díaz, cuando las nuevas generaciones de los socialistas andaluces hacían barbacoas en casa de una joven concejala, cuando las dos amigas que hoy son rubias eran morenas y estaban dando sus primeros pasos en un partido que era parte de la cultura de la ciudad.
En Juventudes aprendieron a cultivar el tejido social de los lugares que mantenían el partido. “Nos recorríamos los pueblos de la provincia conociendo a concejales jóvenes, a chavales, donde hubiera un movimiento juvenil allí estábamos”, me cuenta Pérez, algo temerosa de dar demasiados detalles. Así aprendieron cómo se movilizaban los militantes.
Pérez dice que entonces había bastantes mujeres y que todo se vivía con “naturalidad”. Pero varios hombres de aquella época reconocen que sí había machismo y que las socialistas recibían otro trato. Lo que llamaba la atención de Díaz cuando estaba en Juventudes es que se quedaba hasta tarde con los colegas hombres a seguir negociando en las “postreuniones”, hasta la última copa donde se podían tomar decisiones. Su “dedicación” ya era absoluta.
En su ascenso en el partido, otra de las lecciones que aprendió pronto fue la necesidad de ir colocando a los suyos en lugares clave. Siempre ha tenido cerca a personas como Pérez o Villalobos. Por premio a la fidelidad y por estrategia en el PSOE local, provincial y autonómico.
“Defiende a su gente a muerte. Sabes que si que si llegas al castillo, tendrás una parte del castillo. Si mueres, es porque el líder también muere”, me dice Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, la persona que la metió en el partido cuando eran casi adolescentes pero con quien rompió en el Ayuntamiento de Sevilla.
Él ha sido la voz más crítica contra la presidenta en el PSOE sevillano. Gómez de Celis ha estado del lado de todos los rivales de Díaz: desde Luis Planas, que se presentó contra ella a las primarias para la Junta de Andalucía, hasta Pedro Sánchez.
La otra parte buena que cita él es un rasgo que repiten varias personas. “Es honrada. Está por el poder en el buen sentido, pero no por el dinero. Se podría poner la mano en el fuego por ella”, me dice.
Susana Díaz sigue viviendo en Triana, el barrio sevillano donde nació. Al contrario de lo que han publicado varios medios, no fue catequista en la parroquia de la O. sino en la de San Joaquín, en la parte más humilde de la zona, El Tardón. Díaz publica todos los años su declaración de la renta en la web de la Junta. Cobra un sueldo de 60.000 euros y tiene una casa comprada a crédito con su marido, que trabaja en una librería.
CITAS EN SANTA JUSTA
Hablo con Gómez de Celis en la cafetería de un hotel junto a la estación de Santa Justa en un día de lluvia y luz mortecina. A pocos pasos de aquí, quedó con Pedro Sánchez una tarde de noviembre antes de las elecciones del 20D. El candidato pasaba por Sevilla durante la campaña y quiso ver a una de las primeras personas que le había apoyado. Al entrar en el lugar, Gómez de Celis vio a Villalobos. Sabía que informaría del encuentro de inmediato a Díaz y así lo hizo. La presidenta se enfadó por no haber sido informada de antemano.
Algunos de sus antiguos rivales sienten que Díaz siempre quiere controlar su entorno incluso aunque ahora esté en una liga nacional. Por mucho que "arrase" se sigue fijando en el pequeño equipo local que ya no le hace sombra.
Una de las condiciones que puso Díaz a Sánchez para garantizarle su apoyo es que Gómez de Celis no tuviera ningún cargo nacional. Ella se encargaría de él, de cuidarle, pero en su órbita sevillana. El socialista dirige ahora la agencia pública de puertos de Andalucía.
En el comité federal del PSOE que se celebró a principios de abril, Díaz se puso como ejemplo de cómo se puede unir a un partido pactando con sus enemigos. Cuando se quiso presentar como candidata a la Junta en las primarias de su partido, una de sus primeras gestiones fue ir a Jaén a ver a Paco Reyes, el líder del grupo más rebelde, y cultivar a una de las mujeres clave allí, Micaela Navarro, que acabó ejerciendo el cargo honorífico de presidenta del PSOE.
LA CONEXIÓN
Para este perfil he hablado con una veintena de personas. Algunas han preferido que no citara sus nombres. Se nota el miedo a hablar sobre ella. Estén cerca o lejos, sean aliados o críticos, hay tres rasgos que repiten sobre Díaz: su gusto por el poder más que por la gestión, su conocimiento profundo del funcionamiento del partido y su capacidad para conectar con las personas, sean votantes en un mitin o sea el presidente del Tribunal Constitucional del partido contrario.
En octubre, de hecho, el jurista elegido por el PP, Francisco Pérez de los Cobos, la visitó en el Palacio de San Telmo, la sede de la Junta, y salió encantado. Comentó después lo “inteligente” que le pareció la presidenta.
Varias personas mencionan también lo atenta que puede ser Díaz. “Tengo una gran simpatía por ella”, me cuenta el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero. “Por su liderazgo y porque ha sido muy cercana, muy afectuosa conmigo y con mi legado… Me llamó para venir a verme en Madrid e invitarme a su toma de posesión como presidenta de la Junta”. Zapatero llevaba entonces más de tres años sin ser presidente del Gobierno ni secretario general del PSOE.
El ex presidente es uno de los que más respalda a Díaz dentro del partido igual que otros líderes que ya no están en la primera línea, como el ex ministro José Bono. Emiliano García-Page, presidente de Castilla La-Mancha, ha hecho de emisario varias veces con viajes a Sevilla para intentar que se lance a la política nacional.
Igual que sabe forjar nuevos aliados Díaz es experta en convertir a los enemigos en amigos o al menos en tener a los críticos a una distancia corta. Apoyó a Carme Chacón contra Alfredo Pérez Rubalcaba en la batalla por la secretaría general en 2012, pero enseguida cultivó el entorno de su ex rival. Elena Valenciano, mano derecha de Rubalcaba, recuerda cómo quedaron pronto a comer.
“En las diferencias siempre encontrábamos el punto de acuerdo. Muchas veces cedía la dirección federal a las demandas de Andalucía. Alfredo siempre decía: ‘No se puede dirigir el PSOE contra el PSOE de Andalucía’”, me explica Valenciano, ahora eurodiputada. Dice que los de Chacón no aceptaron con facilidad la derrota, pero que Susana Díaz “fue leal”.
“Pudimos acordarlo todo. Si acordaba algo, lo cumplía”, dice.
EL ALEMÁN ALUCINANDO
En las europeas de 2014 Díaz se volcó en la campaña para ayudar a Valenciano, su antigua rival. El candidato europeo de los socialistas, el alemán Martin Schulz, aún recuerda el mitin al que asistió en Málaga con ellas dos. Dice que “nunca en la vida” había visto algo así por el entusiasmo que despertaba la presidenta de Andalucía.
“Aunque los mítines no son termómetros de nada, te das cuenta de quién conecta y quién no. La gente la considera uno de los suyos. Levanta pasiones”, dice Valenciano. Su retrato coincide con las escenas que describen varias personas: por ejemplo la ansiedad que sienten sus seguidores por tocarla en actos públicos o “pasarle bebés por encima de las cabezas”.
Un político también recuerda cómo dando un paseo con ella una señora la paró por la calle y le dijo: “Es como si fueras de mi familia, te veo en la tele y no eres nada estirá”.
El pasado Viernes Santo salió a dar un paseo sin escolta por Sevilla con su marido, una amiga y su bebé. Cuenta que le hicieron más de un centenar de fotos.
JUEGO DE TRONOS
Antes o después se ha terminado acercando a casi todos sus rivales. También a Eduardo Madina, el candidato que defendió que se hicieran primarias y que según ella le cortó su oportunidad de presentarse a secretaria general en julio de 2014.
En octubre de ese año, Díaz visitó el rodaje de la serie Juego de tronos en Sevilla y, como sabía que a Madina le gustaba la serie, empezó a mensajearle. A partir de ahí, quedaron y hoy les une la decepción al ver cómo está el PSOE actual. La presidenta de la Junta movilizó contra Madina al PSOE andaluz provincia por provincia. Pero el joven político reconoce ahora su fortaleza y su amor al partido. “Algunos políticos están en el PSOE. Susana Díaz es del PSOE”, me dice Madina.
Una de sus estrategias es dar cargos a los críticos. Así lo hizo con Antonio Ramírez de Arellano, uno de los pocos rectores más activos de la Universidad de Sevilla. Díaz lo convirtió en consejero en junio.
Ahora Ramírez de Arellano está siendo investigado por un posible delito de prevaricación en la adjudicación de la construcción de un laboratorio cuando era vicerrector de infraestructuras. Como es aforado, su caso está en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.
Con la Universidad, a Díaz le pasa lo mismo que con sus enemigos locales. Le importa poco, pero quiere tenerla controlada porque es la segunda más grande de España, hay mucha obra pública que repartir y es una posible fuente de críticos donde los nuevos partidos empiezan a ser más influyentes.
LA FACULTAD DE LA TRANSICIÓN
El campus de la Universidad de Sevilla está enfrente del Palacio de San Telmo. Los edificios modernos se alternan con alguno histórico, como la antigua fábrica de tabacos, y algún solar en construcción.
Díaz estudió en la Facultad de Derecho, un referente para la política andaluza y nacional y la primera donde hay registro de que se diera clase hace cinco siglos. De ahí han salido todos los presidentes de la Junta, varios alcaldes de Sevilla, magistrados y presidentes del Tribunal Supremo y Felipe González, que fue alumno y profesor asociado antes de lanzarse a la política nacional. Aquí se incubó la Transición.
“Yo tenía nueve años, pero en 1978 pasando sólo por delante se podía sentir”, me cuenta Alfonso Castro, actual decano, ex alumno y catedrático de Derecho Romano. A principios de los 90, cuando llegó Díaz, el ambiente era distinto, pero quedaba “la impregnación” de la política muy relacionada con el PSOE.
El departamento clave era el de Derecho Laboral, el favorito de Díaz entonces. El profesor que habla mejor de ella es Antonio Ojeda, un referente y que aún recuerda los tiempos en que un colega de procesal llamaba a su sección “el zoológico” porque sus integrantes “llevaban barba y trenca”.
Cuando llegó Díaz, en 1992, ya se habían pasado los tiempos revolucionarios pero los sindicatos aún tenían peso y Laboral seguía siendo el lugar de los más dados a la política. “Era una alumna brillante. Muy rápida, muy viva”, me dice el profesor, que cree que le puso sobresaliente. Su expediente no es público.
Otros tienen un recuerdo un poco peor desde el punto de vista académico. “Era muy viva y tenía mucho desparpajo, pero se dedicaba poco a los estudios”, recuerda el decano, que era asistente cuando Díaz era alumna aunque se llevaban pocos años. Tampoco era de los estudiantes que más suspendía. “Tenía pocos cates”, cuenta Ángel López, catedrático que fue un par de años presidente del Parlamento andaluz pero que lo dejó para volver a la universidad.
Díaz empezó la carrera en 1992 y siguió hasta el último curso, pero no se licenció como sus compañeros en 1997. Se entregó al partido y dejó aparcados los estudios por unas asignaturas. Se licenció en julio de 2009, aunque su título no quedó registrado oficialmente hasta noviembre de ese año, cuando pagó las tasas.
En la facultad se dice que cuando volvió hubo “una mirada dulce” para una alumna que tenía que completar la licenciatura en plena transición universitaria por la reforma educativa.
Díaz no suele acudir a los actos de su facultad. “Tal vez se siente incómoda”, comenta el decano. Al igual que otros profesores veteranos, él ve cómo la Junta sigue queriendo controlar la facultad aunque sea desde lejos. “La universidad sólo le importa al gobernante ilustrado”, explica.
Los socialistas ya no tienen la influencia que solían tener en la facultad. Los profesores del PSOE que quedan están jubilados o desencantados. El Departamento de Derecho Constitucional tiene algunos profesores de Podemos, como Esperanza Gómez, y los alumnos están menos metidos en política. Algunos más movilizados de la asociación estudiantil son cercanos a Ciudadanos.
EL TRAUMA DEL TRASLADO
La influencia de la Junta inquieta en la facultad desde un episodio que varios definen como un “trauma”: el traslado de la sede de la antigua fábrica de tabacos a un edificio nuevo. Se ejecutó en 2009 entre quejas de profesores y alumnos y aún hoy se sospecha alguna maniobra de especulación con el lugar.
Algunos critican a la Junta de su antigua alumna, pero no quieren que se les cite.
“Esto es un régimen. Democrático, pero un régimen. Y a los políticos les gusta controlar la universidad aunque no les importe. Molesta tener a críticos o simplemente a independientes”, me cuenta el decano Castro en su despacho, en un sofá bajo el retrato de Francisco Candil, catedrático de la facultad y rector de la Universidad durante la II República que trajo aires frescos y europeos a la educación.
Díaz está acostumbrada a que sus críticos guarden silencio como en el PSOE. "Pocos dentro del partido se atreven a llevarle la contraria", dice Manolo Pérez de Alcázar, periodista de Canal Sur Radio y el autor de Delfines y Tiburones, el libro más detallado sobre el ascenso de Díaz y la batalla de la última década en el PSOE de Andalucía.
EL DIQUE FRÁGIL
El poder del PSOE que empieza a resquebrajarse en la facultad es un reflejo de lo que pasa en el país e incluso en la región.
Para los socialistas Andalucía es el último dique de contención. De los cinco millones y medio de votos que consiguió el PSOE en las elecciones del 20 de diciembre, 1,4 millones vinieron de Andalucía. Sevilla es ya la única provincia de España donde los socialistas han ganado todos los comicios generales desde la llegada de la democracia.
Su potencia se exhibe en cada mitin gracias a una organización capaz de movilizar a los militantes como ninguna otra estructura del partido. Pero incluso en su fortaleza ya se han visto las primeras fisuras. En 2012, el PP ganó las elecciones autonómicas, aunque luego un acuerdo entre PSOE e IU permitiera a los socialistas seguir gobernando. Susana Díaz ganó el año pasado impulsada por la impopularidad del PP nacional, pero sacó un millón de votos menos votos que José Antonio Griñán dos años antes. El PP ganó en Triana, el barrio que Díaz defiende como parte de su identidad.
Algunos creen que sus coqueteos continuos con la posibilidad de presentarse a la secretaría general del partido tienen que ver con su temor a que se perciban sus debilidades en Andalucía.
“No tiene un liderazgo por aclamación. Es más un liderazgo por temor de Dios. Si se observa el menor síntoma de debilidad, se le pueden rebelar. Sabe que si falla el golpe, se acabó. Al menos a nivel nacional. Y tal vez después aquí. Puede tener un motín”, me explica una persona que la ha visto crecer políticamente.
“Tiene que estar siempre con el banderín en alto. Si no, teme que perderá apoyos”, coincide otra de las personas de su entorno.
Entonces le podrían salir algunos “esqueletos” de quienes ha dejado en la cuneta política aunque la hayan ayudado. Como Rafael Velasco, el antiguo vicesecretario del PSOE de Andalucía, el ex alcalde de Sevilla Alfredo Sánchez Monteseirín o Griñán, el hombre que la descubrió, que la nombró sucesora a la presidencia de la Junta de Andalucía y que ahora se dice dolido por cómo lo apartó para distanciarse del escándalo de los ERE.
NI PARA COGER CARRERILLA
Los últimos movimientos de Díaz han desconcertado a algunos observadores desde fuera por lo que parece otro amago de presentarse a la secretaría general del partido. Pero quienes la conocen de cerca no creen que haya dado ningún paso falso y mucho menos que se haya apartado. “Susana no da un paso atrás ni para coger carrerilla”, dice el periodista Pérez de Alcázar.
Díaz asegura en público que respalda a Sánchez y aunque critica casi cada día a Podemos no quiere opinar sobre un posible acuerdo de Gobierno. Pero dos personas cercanas a ella aseguran que no ha descartado presentarse ahora que parece cada vez más difícil el pacto para formar Gobierno antes del 2 de mayo. Si hay “frustración” en el partido, Díaz podría ofrecerse para liderar el partido en las elecciones del 26 de junio.
El calendario está en cualquier caso ajustado para celebrar primarias y presentar las listas en mayo. Pero este año “la política está muy loca”, dice un político que tiene relación con Díaz, pero es más escéptico sobre sus posibilidades.
Algunos echan en cara a Sánchez que no haya intentado frenar a la presidenta andaluza en plena crisis.
El equilibrio clásico entre la secretaría general y el PSOE andaluz fue durante décadas de respeto mutuo aunque no hubiera la mejor sintonía. Así fue para José Luis Rodríguez Zapatero y para Alfredo Pérez Rubalcaba cuando los interlocutores eran Chaves y Griñán. Pero los personajes eran distintos. No tenían ambición nacional.
“Ella ha incumplido su parte del trato, pero no ha habido consecuencias. Pedro la deja hacer”, explica un socialista conocedor de sus relaciones. “Susana es felina. Huele el miedo. Si le das un trozo de carne para quitártela de en medio, la engordas, se hace más fuerte y va más a por ti”.