En Os Peares es importante la geografía. Las casas grises parecen descender por las montañas, asomándose a observar cómo el Río Sil y el Río Miño se dan la mano dividiendo, junto a la vía del tren, un pueblo en cuatro partes repartidas en dos provincias distintas. Es un caso único en Galicia. Un pueblo que no desvela donde quiere estar, dividido en cuatro municipios, repartidos entre Lugo y Ourense. Una distribución insólita, acaso solo posible en Galicia.
El viernes os Peares iba a estar de suerte. Un querido y conocido habitante iba a regresar para dar inicio a dos semanas frenéticas. Allí es el hijo de Sira y Saturnino (fallecido el pasado mes de julio). Ellos le criaron en ese pequeño rincón de la Ribeira Sacra. Alberto Núñez Feijóo iba a volver a su lugar de origen para coger fuerzas, y dar el pistoletazo de salida de la campaña de las elecciones gallegas, con unas encuestas sobre la mesa que le otorgan su tercera mayoría absoluta. Sin embargo, el accidente de tren de O Porriño obligó al PP a suspender los actos del día. Por tanto el inicio será este sábado, en la plaza de toros de Pontevedra, junto a Mariano Rajoy, invitado de honor en su propia casa para dar la bendición a su delfín.
Como su pueblo natal, Feijóo también se encuentra en una encrucijada. No desvela dónde se encontrará en unos meses, si se confirman los sondeos y vuelve a cosechar la mayoría de los parlamentarios gallegos. El presidente de la Xunta vive con la cabeza a caballo entre Santiago de Compostela y Madrid. La victoria definitiva, obteniendo un tercer mandato, le serviría como salvoconducto para desembarcar en Madrid con el cartel del perfecto delfín, el recambio al PP nacional que muchos desean. De momento, Feijóo se mantiene a la expectativa, con las encuestas como respaldo. Entretanto, el tiempo corre hacia unas elecciones que se prevén ajustadas tanto en las grandes ciudades, como en los núcleos pequeños de población.
Las encuestas son un arma de doble filo
Emitidas el pasado jueves por el Centro de Investigaciones Sociológicas, las encuestas dan a Feijóo entre 40 y 41 escaños de los 75 del Parlamento Gallego. En Marea, el gran rival que se ha revestido de un discurso antitético al de Feijóo, obtendría entre 15 y 17; un PsdeG en horas bajas lograría, según estos sondeos, resistir con 16 y el BNG obtendría 2 escaños en la cámara. Ciudadanos, con su nueva candidata Cristina Losada, podría entrar por primera vez en la cámara gallega al rondar las previsiones entre 0 y 1 escaños.
Como su pueblo natal, Feijóo también se encuentra en una encrucijada. No desvela dónde se encontrará en unos meses, si se confirman los sondeos y vuelve a cosechar la mayoría de los parlamentarios gallegos.
Sin duda, en las últimas elecciones en España las encuestas han protagonizado sonoros batacazos en cuanto a las previsiones, por lo cual es prudente relativizarlas. El PP gallego muestra solidez, pero cerca del filo que permitiría un acuerdo de gobierno entre el PSdeG y En Marea, ambos encantados de desalojar a Feijóo de la Xunta: los primeros, porque logran pisar tierra firme y no morir ahogados en la crisis interna que padecen; los segundos, porque sería la consumación de un proyecto político iniciado en las elecciones municipales del año pasado. Y en ello jugará un importante papel una intensa campaña que llevará a los líderes a pisar hasta a tres provincias en un solo día.
La incógnita de En Marea
En Marea es la incógnita de estas nuevas elecciones. Lo han apostado todo al candidato y magistrado Luis Villares tras meses de incertidumbre en los cuales los dirigentes de la confluencia en Galicia se han preguntado qué pasó el 26-J, a dónde volaron los 64.227 votos que les quitaron un escaño en el Congreso de los Diputados. Entonces se acentuó la crisis interna en el partido, entre ellos mismos y con sus socios de Podemos. Era principios de julio, En Marea estaba sin candidato, la relación con Podemos peligraba y las elecciones gallegas estaban cada vez más cerca.
Las aguas parecen haberse calmado, pero queda por ver si los votantes responderán a un partido cuya progresión, incluyendo el proyecto embrión, Anova, montado por Xosé Manuel Beiras en 2011, no ha sido más que ascendente hasta el pasado 26 de junio. El candidato todavía no ha tenido el tiempo suficiente para darse a conocer a los gallegos, que es lo mismo que le pasa al del PSOE. El partido cuenta con su mayor respaldo en las provincias de A Coruña y Pontevedra, y pretenden lograr representación en Ourense y Lugo, feudos tradicionales del PP, más que los 28.000 y 32.000 -respectivamente- que obtuvieron en las segundas elecciones generales del último año.
Para ello cuentan ya con todo un regimiento de formaciones políticas que han unido sus fuerzas bajo una sola bandera: la de la marea. El partido tratará de aprovechar el tirón de los alcaldes de las mareas atlánticas, de Beiras y los nacionalistas y de los círculos locales en los que el partido se ha ido gestando. En caso del mínimo atisbo de debilidad del PP, Luis Villares avisó el otro día que están preparados para el pacto: “Es evidente es que se acabaron las mayorías absolutas. Habrá gobierno alternativo al PP”.
Un PSOE dividido: Leiceaga contra Caballero
Si no hay cambios derivados del accidente de tren del viernes, los socialistas arrancan este sábado la campaña en dos provincias diferentes. Empiezan en Santiago de Compostela, y por la tarde se van a Ourense: primero en Ribadavia y luego en Verín: al menos 200 kilómetros en un solo día tendrá que afrontar Xaquín Fernández Leiceaga, el nuevo y discutido candidato de unos socialistas gallegos que han mostrado fuertes divisiones en sus filas.
El conflicto surgió a finales del mes pasado. A propuesta del candidato socialista, Ferraz modificó las candidaturas al Parlamento de Galicia que habían sido aprobadas por los comités de las provincias de Ourense y Pontevedra. Abel Caballero, alcalde de Vigo, la ciudad de mayor peso en el partido y en la comunidad (demográficamente es la mayor), montó en cólera. Desde entonces, el regidor vigués ha rehusado aparecer en los actos que ha montado el partido en apoyo del candidato.
En una comunidad en la que la tendencia habitual es el voto a la derecha, Feijóo solo puede ser derrotado por sí mismo.
El sábado pasado Pedro Sánchez acudió a un acto de Leiceaga en la localidad de Oroso (Ourense) con el fin de templar los ánimos en el seno de un partido abierto en carnes. Sin embargo, el alcalde vigués no acudió a la cita, ni tampoco el número uno del partido por la provincia, Abel Losada. Vigo, la ciudad olívica, es la única gran urbe de la comunidad en la que el PSOE ostenta el poder, y además con una holgada mayoría absoluta. Allí Abel Caballero cuenta con un tirón popular enorme, y no contar con su apoyo puede ser un importante lastre para el PSOE, sobre todo teniendo en cuenta que será una de las ciudades en las que más actos de campaña realicen. El asidero al que el partido puede agarrarse es el rezar para que Feijóo se quede en el filo, y poder así pactar con En Marea.
Solo el PP puede perder el partido
Quedan menos de dos semanas para los comicios que pueden decidir el futuro de Feijóo. Mientras los otros partidos se lamen las heridas de los conflicto internos de los últimos meses, el PP de Feijóo se rehace de una legislatura difícil. Los casos de corrupción han aflorado por doquier en el ámbito rural y en las grandes ciudades. Buen ejemplo de ellos son el caso de los enchufes de Baltar en Ourense, el hombre que llevaba a los ancianos en coche a votar, o la operación Pokémon.
Galicia no deja de ser Galicia, que es donde el PP es el PP. Desde los tiempos de Fraga, desbancar a los populares es una tarea que se ha mostrado harto difícil para el resto de fuerzas políticas. Feijóo ha tenido cuatro años duros, que empezaron con la salida a la luz de su fotografía con el narcotraficante Marcial Dorado, con un sistema sanitario en contra, y con recambios en puntos clave de sus carteras de gobierno. Sin embargo, al final de la legislatura, el PP resiste una vez más en Galicia. En una comunidad en la que la tendencia habitual es el voto a la derecha, Feijóo solo puede ser derrotado por sí mismo.
“Se casó con Galicia, pero Galicia no me da nietos”, dijo en una ocasión su madre, Sira Feijóo, en un vídeo electoral del partido. Feijóo se cruza consigo mismo en la encrucijada electoral. El Feijóo “comprometido”, que se dice unido a su tierra, se enfrenta a otro al que buena parte de los compañeros de su partido ven en Madrid. De allí se fue hace años para volver a su tierra. Y no hay nada más gallego que irse y volver a quedarse.
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