La semana de la arquitectura acaba de empezar y el gremio se ha abierto en canal ante el ofrecimiento de Manuela Carmena. La alcaldesa se ha vestido de aquella mujer Beatle que llamaba al cartero una y otra vez -"Please, Mr Postman"- preguntándole si había algún sobre a su nombre. Los hay: setenta postales.
En un reguero de propuestas tan original en la forma como en el fondo, los profesionales del sector recorren la ciudad y aprovechan su hilo directo con la líder de Ahora Madrid. El ruido, la basura, la operación Chamartín y la inseguridad para las bicicletas trazan el debate.
Escritas a modo de carta, de esas a las que sólo les falta el lacre parra cerrarse hasta caer en manos de su propietario, los arquitectos entran en juego, aunque no sin cierto escepticismo: "Alcaldesa, no sé muy bien de qué hablarte, puesto que tampoco conozco las reglas de este juego importado, y seguro que impostado. En cualquier caso, pienso que no leerás demasiado de estos textos", dice Andrés Cánovas. Previsora ante la crítica, Carmena ya se ha comprometido a repasar todas las misivas.
"No valen los dogmatismos ideológicos"
José Antonio Granero ha elegido la incertidumbre como eje de su mensaje: "En este tiempo complejo no valen los dogmatismos ideológicos". Justo después de abogar por el consenso, relata: "La presencia en la política de profesionales independientes nos abría la esperanza de un nuevo escenario. En Madrid no puede gobernar una mitad contra la otra (...) Nos gustaría ver la colaboración leal de nuestra alcaldesa con sus antecesores y a los siguientes con ella".
María José Aranguren, sin ambages y con una panorámica de la ciudad, reta a Carmena: "Alcaldesa, actívese, please".
En este mar de propuestas, hay algunas que se llevan la palma, como es el caso de la bicicleta. Varios arquitectos coinciden: "En Madrid da miedo ir en bici". Los chiquitectos, despacho especializado en hacer ciudad para niños, exponen: "Miedo a los automóviles que se acercan demasiado, aunque la calzada indique que es posible ir en bici. Miedo a los peatones, que nos regañan -no sin razón- cuando circulamos por la acera para evitar el peligro de los coches. Sentir miedo no es agradable, pero que a los pequeños les asuste montar en bici por el barrio es algo muy triste".
Una mirada a los tejados
Del suelo al cielo. Acostumbrados a poner la vista en las aceras y, como mucho, en aquello que se levanta a cinco metros, Fuensanta Nieto ha elegido mirar a los tejados: "Madrid no tiene conciencia de sus cubiertas. Al carecer de accidentes topográficos interesados, sus tejados nunca interesaron a nadie. Madrid no posee una imagen desde arriba, como sí la tiene París con sus mansardas o Manhattan con sus elevadísimos pináculos. Madrid ha despreciado casi siempre ese lugar tan singular de los edificios, poblado de antenas, tendederos, maquinaria, trastos y descuidadas ampliaciones ilegales".
Y es que la ciudad está llena. Ríos de gente, centros comerciales y luces de neón. Gabriel Ruiz pide a Carmena guardar un hueco para reflexionar, un blanco sobrio y vacío en medio de la gran manzana: "Defender el espacio vacío. Proteger los terrenos baldíos, los solares no construidos, los espacios indefinidos. El verdadero desafío es dejarlos tal y como están. Y posibilitar así el espacio (y el tiempo) que necesitamos para repensarnos".
3.000 clases de ruido
De la meditación a las escaleras mecánicas. De repensar al ruido. Israel Alba ha dibujado una viñeta en la que un madrileño critica: "Es imposible que vaya bien un país que tiene unas 3.000 clases de ruido". Después añade: "El ruido urbano nos afecta a todos, afecta inevitablemente al urbanismo, a la arquitectura y a nuestra calidad de vida".
Madrid es una ciudad de película, plató de realidad, pero también de ficción. Hasta que las series y las películas se comen a sus verdaderos protagonistas: "El centro tiene una vida artificial, es un lugar de tránsito y no de estancia, se encuentra en sus últimos halos de vida. Los centros de las ciudades se han convertido en un gran plató cinematográfico donde las arquitecturas son ahora más bambalinas que nunca y donde los actores, en principio anónimos, circulamos con nuestro guión bien aprendido", asegura José Manuel Santa Cruz.
En esa línea escriben también Clara Murado y Juan Elvira: "Las ciudades se están transformando en centros comerciales en los que, además, hay viviendas. La presión del comercio sobre la ciudad es cada vez mayor, casi sofocante, dejando de lado todo el resto de actividades que dan sentido a la vida urbana".
Un patrimonio maltratado
Juan Herreros se muestra duro y explícito con Carmena: "El patrimonio de nuestra ciudad me parece tristemente maltratado (...) Este proceso metabólico se alimenta de una descorazonadora falta de sensibilidad y amor por la ciudad construida". A partir de ahí, critica "el triste muestrario de reformas", por ejemplo "las terrazas cerradas arbitrariamente mostrando un egoísmo miserable".
Con tono más nostálgico, hay quien juega con un eslogan ideado por Carmena: "Madrid ciudad de los cuidados". Es el caso de Raquel: "Muchos de nosotros hemos cuidado la ciudad, mucho antes de que en política se hablara de participación o transparencia (...) Pero yo no siento que Madrid me cuide. Veo una ciudad precaria disfrazada de rica".
Una ciudad precaria donde "casi nadie sonríe", espeta Lina Toro. "Siempre que vuelvo de Estados Unidos o de Colombia, no puedo evitar tropezarme con la aspereza madrileña. No me gusta nada ver una ciudad tan bonita, pero tan antipática a ratos".
Ramón Francos elige un croché más cargado, directo a la mandíbula: "Disculpe que por un, desde mi punto de vista justificado, celo de los políticos me vea obligado a pensar que aún peor que tener un alcalde que no ame Madrid, sería tener uno que cuando parezca amarla tan sólo sea una pose oportunista, y no un criterio vertebrador de nuevas propuestas para nuevos tiempos en esta ciudad".
La basura eterna
En lo que ya se ha convertido en recurrente, Sandra Suárez pide a la alcaldesa que limpie Madrid: "Oigo a mucha gente quejarse y por eso me fijo más. Y tienen razón. Sin limpieza no se puede tener ni urbanismo humano ni ciudad inteligente".
Luis Jurado ha escogido la música para pedir: "Madrid no puede ser la ciudad donde los pájaros visiten al psiquiatra, donde las estrellas se olviden de salir y donde haya una (o muchas) jeringuillas en los lavabos".
En verso, termina Luis Urculo: "Te escribo desde la distancia, lejos, muy lejos. Debido a algo muy simple. Dos puntos. Y su distancia. Uno es A: la Cultura. Otro es B: Madrid. A y B están muy separados. Demasiado".