La Policía vigilando a la Policía. Es la segunda vez en menos de ocho meses. Un furgón y varios agentes de uniforme separan el Palacio de Cibeles -sede del Ayuntamiento- de más de un centenar de municipales que, vestidos de paisano, gritan contra Manuela Carmena. Algunos, con camisetas negras y letras amarillas: "Imposición no, negociación sí".
El sindicato mayoritario del cuerpo, CPPM, amenaza con manifestaciones por fascículos: "Si no llegamos a un acuerdo, habrá muchas más", grita micrófono en mano su portavoz, Julián Leal.
En febrero, la protesta se agolpó a las puertas de la Plaza de la Villa y Javier Barbero, responsable de Seguridad, pasó por delante. Le persiguieron, tuvo que refugiarse en un bar y huyó en coche. "Fue una reacción airada tras una provocación", se defiende uno de los presentes aquel día. Esta mañana, los policías llevan una careta que caricaturiza su rostro y botan para pedir su dimisión: "No tiene ni puñetera idea de esto. Así como de Salud sí que controla, porque es lo suyo, no sabe gestionar el cuerpo", relata un manifestante.
"Sabemos que no somos su niña bonita"
Un hombre mediano de jersey a la cintura y tono encendido controla el megáfono. Enardece a sus compañeros, que se agrupan tras él para dar la espalda al Ayuntamiento y mirar a la fuente y a las cámaras que les graban. "Sabemos que no somos su niña bonita. ¡No sienten los colores! Pero nunca seremos sus comisarios políticos".
Rita Maestre calificó de "forcejeos" la agresión de los manteros a un par de agentes. Días después, el Consistorio suscribió un acuerdo "con un sindicato afín" que, en palabras de los hoy manifestados, perjudica al cuerpo.
Según explican, los trabajadores del Ayuntamiento disfrutarán, en cuanto entre en marcha, de una jornada reducida de 35 horas. Pero no los policías, que irán adquiriendo el 'privilegio' de forma progresiva. "¿Todos los demás sí, pero nosotros no? ¿Esto qué es?", relatan. A esto hay que añadir que la delegación de Gobierno ha recurrido la medida ideada por Carmena al considerarla fuera de la ley.
Entonces la bomba explotó y, al igual que hace ocho meses, el sindicato mayoritario exige un acuerdo y la dimisión de Barbero. "En la mesa ni nos mira a la cara. No nos da los buenos días", critican.
"¡Barbero el que no bote!"
Los agentes concentrados, como si fuera Cibeles un campo de fútbol, se pasan los brazos por los hombros y, en hilera, comienzan a saltar: "¡Barbero el que no bote! ¡Barbero el que no bote!". Todos con su careta.
Si las palabras de Maestre y el acuerdo recién firmado fueron sólo la gota, ¿qué llenó el resto del vaso? En conversación con este periódico, Julián Leal enumera "los atropellos sufridos" desde que Carmena 'asaltó el cielo'.
"Retiraron muchas patrullas de las calles, lo que supone que tengamos que ir corriendo y no podamos atender distintas urgencias con la celeridad que requieren. Incumplieron el acuerdo de la jornada de verano, al no haber abonado los 600 euros prometidos al turno de noche. Los trabajadores del Ayuntamiento con hijos menores de doce años disfrutan de una jornada más corta en junio y septiembre para poder estar con sus hijos, pero nosotros no. La inseguridad crece a pasos agigantados. Somos pocos agentes y no convocan plazas. Y a todo esto hay que añadir las continuas faltas de respeto", se desahoga.
Carmena: "Les recibiré tras las elecciones sindicales"
El equipo de Gobierno se defiende y considera la manifestación una acción de propaganda con las elecciones sindicales a la vuelta de la esquina -el 26 de octubre-. "No tiene nada que ver. En movilidad llegamos a un acuerdo con el Ayuntamiento y les felicitamos", rebate Leal.
Carmena, lejos de allí y al mismo tiempo, promete que se reunirá con los manifestantes una vez se celebren estos comicios. Cuando conocen las palabras de la alcaldesa, los agentes se enfurecen: "Aquí no hay ninguna bandera. Somos policías municipales, no sólo un sindicato".
CPPM es la agrupación mayoritaria, por delante de UPM, cercana a los postulados de Ahora Madrid y que firmó el acuerdo que critican los movilizados. Detrás de las pancartas, varios policías disfrazados de Barbero alzan el documento suscrito y lo rompen en pedazos. Los lanzan al aire y lo celebran.
"Sinvergüenzas, sinvergüenzas. ¡Barbero dimisión! ¡Barbero dimisión!". Una pareja pasa por delante y se detiene: "Pero si los que gritan son policías", se extrañan. En los corrillos, anécdotas del turno de servicio: "Ayer paré a uno que iba tan pedo que no atinaba a agarrar el alcoholímetro para soplar". En el centro, más gritos. La manifestación está a punto de cumplir dos horas.