El centro de Barcelona, tomado por cientos de miles de personas. Los organizadores, exultantes, al menos en público. Y en Moncloa, el Gobierno respiraba aliviado. La Diada de Cataluña vivió este lunes una nueva edición consagrada al independentismo pero no hubo ni rastro de la bola de nieve que habían concebido Junts pel sí y la CUP como calentamiento del 1 de octubre, fecha en la que quieren celebrar un referéndum de autodeterminación.
En el centro de Barcelona se concentraron "más de un millón" de personas, según Jordi Sánchez, presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), asociación organizadora. "Alrededor de un millón", decía la Guardia Urbana. 350.000, según la Delegación del Gobierno y 225.000 según Sociedad Civil Catalana (SCC), una asociación que combate el independentismo. En cualquier caso, menos que en años anteriores, aunque la gravedad de la crisis institucional viva a las puertas del referéndum su momento más crítico.
"Que nadie tenga ninguna duda. De todas las revoluciones posibles, esta es la más bonita de todas", dijo Sánchez, quién ensalzó el carácter festivo de la marcha. "Con esta actitud no pueden ni fiscales, ni jueces ni guardias civiles", advirtió. A pesar de que los independentistas se hayan ya declarado en rebeldía. "Nos tenemos que declarar insumisos de todos los tribunales y las leyes que sólo quieren preservar la unidad de su patria".
Diálogo, pero si se mantiene el referéndum
"Creo que nos habremos ganado el derecho a ser escuchados", dijo por su parte Carles Puigdemont, para quien "hasta el último minuto hay tiempo para el diálogo, de forma que, si el Gobierno español quiere sentarse a negociar y a hablar de qué manera los catalanes podemos votar, podemos hablar de todo".
En el acto de la tarde no estuvieron Ciudadanos, PSC, PP o Catalunya sí que es pot, los partidos que rechazan o recelan el referéndum de autodeterminación o al menos sus formas. Sus responsables fueron señalados por Sánchez, que al citarlos provocó una sonora pitada en el público.
Tampoco estaba la CUP, con acto alternativo. En él, la diputada Anna Gabriel llamó a la "desobediencia e insubordinación contra el poder constituido". En la marcha alternativa, Arran, organización juvenil vinculada a la CUP, quemó una bandera de la UE, Francia y España.
Descenso progresivo
Los llamamientos de Puigdemont y las asociaciones independentistas a desbordar la Diada habían aumentado el clima de tensión en las últimas horas. Y existían muchas dudas en el Gobierno sobre el alcance de la manifestación. Sin embargo, desde el primer momento, se vio que la Diada no era de récord. Y en Moncloa respiraron tranquilos.
La movilización volvió a ser masiva, pero no alcanzó ni rebasó el pico de los años 2012 y 2013. Fuentes de Moncloa evitaron calificar la Diada de pinchazo. Pero admitieron que la manifestación no había cumplido el objetivo de desbordar la calle que se había marcado el separatismo.
En Ciudadanos interpretaron que hay un progresivo enfriamiento, pese a que reconocen que sigue asistiendo mucha gente. "Después de tantos años y tantas manifestaciones no hay apoyo internacional, no dan garantías jurídicas, no se respetan las leyes y las papeletas hay que imprimirlas en casa", dijeron fuentes del partido naranja.
"La cifra de la Guardia Urbana da un descenso progresivo de asistentes desde hace unos años", añadieron.
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