Alborch y Chacón, las dos Cármenes que hicieron feminista al PSOE
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Carmen Alborch tenía este miércoles una cita con el feminismo. Literalmente. Iba a asistir al acto El moment de les dones (El momento de las mujeres) en la Universidad de Valencia en la que fue decana de la Facultad de Derecho. No tenía que intervenir, pero había confirmado su asistencia. Nunca canceló, ni ella ni su familia. Tanto es así que a los organizadores, entre los que está Sandra Gómez, candidata socialista a la alcaldía, les pilló por sorpresa su muerte.
La habían visto hace tan solo unas semanas, el 9 de octubre, cuando recibió la máxima distinción de la Generalitat valenciana de manos de su president, Ximo Puig, y el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, que tras su fallecimiento colgó en Twitter su foto juntos de ese día. "Ya se notaba que estaba mal, pero como no se quejaba, como irradiaba siempre tanta vida, no pensábamos que fuese inminente", explican desde Valencia. Aquel día acudió con un bastón. Según algunos presentes en el acto, con cara de cadáver. Pese a todo, en ningún momento perdió la sonrisa.
Alborch (Castellón de Rugat, Valencia, 1947, Valencia, 2018) fue "la alegría del feminismo", según la define Elena Valenciano, hoy eurodiputada, ex número dos del PSOE y con una larga trayectoria en la causa feminista, dentro y fuera del partido. No siempre es sencillo. "En el espacio del feminismo, que es una lucha dura, la gente acaba acusándolo y los discursos pueden volverse amargos. Pero en ella, no".
No lo tuvo fácil. "Ella fue pionera completamente reconocidas y reconocibles. Nunca ocultó ni su compromiso feminista ni dejó de pelear por ello", explica Valenciano. Y, según cuenta un viejo referente, pese a todo "se va sin enemigos".
Ni la España ni el PSOE de hace décadas eran los que son hoy. En el socialismo de la Transición, Felipe González contaba chistes verdes y homófobos riendo a carcajadas que hoy harían que enrojeciese de vergüenza, como aquel en el que anima a votar por el Frente de Liberación Gay sin ser "mariquita ni na" porque, "como gane quien gane, nos van a dar por detrás, por lo menos que sean especialistas", según recoge el periodista Pedro J. Ramírez, director de EL ESPAÑOL, en su libro de 1979 Así se ganaron las elecciones. Muchos le seguían en un PSOE que, sí, se parecía a España, pero también en algunos de sus vicios.
González evolucionó mucho desde 1982, cuando formó Gobierno sin ninguna mujer como ministra (aunque sí a Pilar Miró directora general de Cinematografía o a María Izquierdo secretaria de Estado para las autonomías) hasta 1988, cuando dos (Matilde Fernández y Rosa Conde) y 1993, cuando sube a tres, con otras muchas en segundos niveles. Una de ellas fue Alborch, primera ministra de Cultura, que ya había roto antes el techo de cristal como primera decana de una Facultad de Derecho de una universidad española.
Su trayectoria como icono feminista probablemente sólo pueda compararse a otra socialista llamada Carmen (o Carme), pero Chacón. Fue también ministra, la primera al frente de Defensa, y para la historia quedará su foto pasando revista embarazada a las tropas.
Pero Chacón ya caminaba sobre los hombros de Alborch y, probablemente por eso, pudo optar y quedarse cerca de ser la primera mujer líder del PSOE. Una fue un icono feminista de González. Otra, con Zapatero. Cuando tomó posesión, Pedro Sánchez nombró al Gobierno con más mujeres de la democracia, superando con creces el 50% y otorgándole carteras de gran peso.
Alborch tuvo en el feminismo y en la cultura sus dos grandes causas, primero en la Generalitat valenciana como directora general y como directora del IVAM, el instituto de arte moderno de la comunidad, antes de saltar al Gobierno de González y después ser diputada, senadora y candidata a la alcaldía de Valencia frente a Rita Barberá. "Hizo una campaña que aún hoy nos parecería moderna", explica un socialista valenciano más de 10 años después. La foto, en ese momento, fue una geganta, o gigante con su cara. Su compromiso con las artes lo mantuvo hasta el final como patrona del Teatro Real, entre otras instituciones.
Ya enferma de cáncer seguía derrochando ilusión. "El secreto de la alegría es la resistencia. Saber encajar y adaptarse a las circunstancias", explicaba a El País. ¿Cómo vive el deterioro físico? "Aceptándolo. No puedes luchar contra el tiempo, y la capacidad de adaptación es fundamental. Estoy viva, tengo recursos, estoy aquí con vosotros, vengo de recoger un premio y me voy a dar una charla. De qué me quejo?", se preguntaba.
Ese tiempo que no malgastaba en lamentarse lo dedicaba a seguir en contacto con la cultura, siempre a la moda y de vuelta del último grito. En su última entrevista con el periódico Levante introducía así, sin despeinarse, referencias a series que en la última década han tratado el lugar de la mujer, desde El cuento de la criada, muy reciente, hasta la danesa Borgen, con una primera ministra como protagonista, o la norteamericana The Good Wife.
Su apuesta por un feminismo diverso pero de mujeres solidarias entre sí ayudó a muchas socialistas a descubrir el término sororidad, de Marcela Lagarde, que en España lleva el nombre de Alborch. El 9 de octubre, pidió que el feminismo fuese declarado "patrimonio inmaterial de la humanidad". "Ahí lo dejo", dijo, ahora como una frase que ya no es un titular sino un encargo... o su legado.