Poco después de que José Luis Rodríguez Zapatero llegase al poder, la versión más dura de Mariano Rajoy le espetó una frase para la historia. "Usted traiciona a los muertos y ha revigorizado a una ETA moribunda". Era 2005, y el Gobierno socialista encabezaba los esfuerzos para una tregua con la banda terrorista. No funcionó, pero Zapatero dejó el poder, seis años más tarde, con la satisfacción del comunicado del alto el fuego etarra.
La frase fue uno de los hitos de una etapa de enorme dureza entre el Gobierno y la oposición que desde la izquierda se definió como la de la "crispación", en la que parecía que casi todo valía. La relación de Zapatero con Rajoy fue muy áspera.
Los socialistas tienen la sensación de que este miércoles 24 de octubre, Pablo Casado, recién llegado al liderazgo del PP con un discurso más rotundo que el que mantenía Rajoy en el Gobierno, ha cruzado ya ese umbral.
En el debate de este líder del PP le lanzó una pregunta con acusación incluida. "¿No se da cuenta de que es partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando ahora mismo en España?"
Y el presidente del Gobierno dijo basta. Hasta en tres ocasiones pidió Sánchez a Casado que retirase su acusación de "partícipe y responsable del golpe de Estado" que, según Casado, se ha dado en Cataluña.
Desde la tribuna del Congreso, Sánchez le lanzó una dura advertencia. "¿Mantiene sí o no esas palabras? ¡Si las mantiene, usted y yo no tenemos nada más de qué hablar!", respondió.
Tanto la acusación como la represalia son de calado, ya que rompen de facto cualquier tipo de colaboración entre el Gobierno y el PSOE. No puede decirse que hasta ahora haya habido mucha química política entre ambos líderes, pero parecían mantener las formas y una cierta cordialidad en lo personal, algo clave para pactar algunas políticas de Estado y, muy singularmente, qué hacer en Cataluña en caso de que el independentismo decida, por ejemplo, declarar de nuevo la autodeterminación.
Ya durante la sesión de control que siguió al largo debate sobre la UE y Arabia Saudí, en el que se produjeron esos enfrentamientos, Casado pidió a Sánchez que no se hicera el "ofendido" porque es "el responsable de que no se ataje ese golpe al Estado", en una cierta matización de su contundencia anterior. En los pasillos, Casado auguró que "cuando sales a victimizarte, al final acabas perdiendo el debate dos veces", según él.
Sánchez consideró a Casado un "absoluto irresponsable" y le acusó, por distintos motivos y en ocasiones asociándolo a Albert Rivera, de ser un político "sin escrúpulos". También le recriminó no ser un rival digno de los debates parlamentarios. "Honestamente, lo pone muy fácil. De verdad, piénselo cuando vuelva a casa", le pidió.
Según Sánchez, la estrategia de Casado sólo favorece a su "mellizo" Rivera y a su "trillizo" Abascal. "Los españoles se lo van a recordar en las urnas seguro", dijo la vicepresidenta, Carmen Calvo, respecto a Casado.
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