Los asesores más cercanos a Pedro Sánchez, sus analistas de cabecera y varios de los pesos pesados de su núcleo político están convencidos de que unas nuevas elecciones no pueden sino ser una oportunidad para el PSOE. En público aseguran no desearlas, asegurando que el que ha ganado cuatro elecciones en abril y mayo lo único que quiere es gestionar el resultado. Pero, en privado, admiten que las elecciones son inevitables por la insistencia de Unidas Podemos en un Gobierno de coalición.
Así, pues, para los más cercanos a Sánchez, repetir las elecciones el 10 de noviembre no es lo deseable, pero es el mal menor. Y en en ese escenario, el peor de los resultados que contemplan es uno similar al actual, en el que Sánchez siga dependiendo de Pablo Iglesias y de partidos nacionalistas e independentistas. De ahí, para arriba.
"Lo hemos visto ya. Tenemos el precedente de las últimas elecciones. Se pensó que la participación se desplomaría y bajó, claro, porque a nadie le gusta votar dos veces, pero no fue dramático. Y Rajoy subió con el relato de que no le habían dejado gobernar", explica una fuente cercana al presidente del Gobierno. "Los nuestros irán a votar porque es muy evidente que el presidente es víctima de un bloqueo y que España quiere un Gobierno progresista que comience a funcionar cuanto antes", explica otra fuente del núcleo duro.
Lo que fue de 2015 a 2016
El descenso de la participación entre diciembre de 2015 y junio de 2016 fue de 6,7 puntos, una cifra considerable que, sin embargo, no alteró significativamente el escenario de posibles pactos. Volver a pasar por las urnas fortaleció al PP, que pasó de 123 a 137 escaños, y debilitó un poco (lo suficiente) al bloque de oposición formado por la izquierda y los partidos nacionalistas, que son los que acabaron catapultando a Sánchez a la Moncloa a través de la moción de censura. Pero el tablero, a grandes rasgos, permaneció más o menos igual y sólo fue afectado por un factor determinante: España no estaba preparada para unas terceras elecciones. O, al menos, quien seguro que no lo estaba era el PSOE.
Curiosamente, las elecciones de 2015 depararon un escenario posible muy similar al que en este mes de julio buscó Sánchez. Entonces, el acuerdo de PSOE, Unidas Podemos, ERC y PNV hubiera sido, como ahora, suficiente para hacerle presidente. Pero entonces, esa mayoría no se pudo articular y hubo que esperar a otras elecciones, la enorme crisis en el PSOE, una moción de censura y el imprescindible concurso del PDeCAT para tumbar a Rajoy.
Ahora, Sánchez vuelve a comienzos de 2016 y se mete precisamente en los zapatos del ex líder del PP, esperando que la fuerza de la gravedad política haga de nuevo el resto. Los cálculos en Moncloa apuntan a que la participación podría situarse en torno al 70%, cinco puntos menos que en abril. El objetivo es superar con la mayor holgura posible los 130 escaños y algunas previsiones que maneja Ferraz apuntan con cautela a cifras más cercanas a los 140.
Sánchez, como Rajoy en 2016
Sánchez cree que dispone de todos los elementos para una campaña exitosa. Para empezar, ocupa ya el Gobierno, como entonces Rajoy, y la ciudadanía puede reforzar a aquel al que ya ha votado, tiene tarea por delante y sufre un bloqueo. Por otra parte, como en 2015, no se vislumbra una candidatura alternativa a la de Sánchez. No hay encuestas que otorguen una mayoría para la investidura a la suma de PP, Ciudadanos y Vox.
Eso permitirá a Sánchez blandir su principal lema, que será el de "yo o el caos", un mensaje que es hermano del que enfrenta moderación y extremismo. No en vano, Sánchez está tratando de ocupar el centroizquierda y aspira a ensancharlo lo más que pueda pegando un bocado a los electorados más moderados de Ciudadanos y Unidas Podemos, que son los partidos blanco de la mayoría de los ataques. Sánchez quiere desafiar a los teóricos que dicen que el centro, o acaso la centralidad, no existen.
Por último, Sánchez cuenta con el relato de la víctima, que tanto le ayudó cuando se enfrentó al aparato de su partido en las primarias. Ahora, Sánchez es un damnificado de los independentistas que tumbaron los Presupuestos, de PP y Ciudadanos que contribuyen al bloqueo y de Unidas Podemos y su supuesta sed de poder. Y el programa electoral ya fue presentado en un mitin hace dos semanas como un conjunto de 370 medidas. El PSOE prácticamente traslada que podrían haberse aplicado ya si a Sánchez le hubiesen dejado hacer. Ese será el pilar de los mensajes en positivo de la campaña.
Preocupación en el resto del PSOE
Pero en el PSOE se tientan la ropa. Dirigentes territoriales no son tan optimistas como el equipo de confianza de Sánchez. Alertan de muchísimos factores, comenzando por el miedo a que la participación no sea tan alta.
En ese sentido, dirigentes socialistas aluden a un hartazgo que hace más mella en la fidelidad de los votantes de la izquierda, que son, precisamente, los que han visto naufragar a los partidos a los que votaron. Pero hay más. La participación de abril fue del 75,7%, situándose en la parta alta de la tabla desde el inicio de la democracia.
La última vez que la participación había superado el 75% fue en 2004, tres días después del 11-M y con una convulsión contra el Gobierno del PP de José María Aznar, que defendía que el atentado había sido obra de ETA y que ya había hecho frente a movilizaciones multitudinarias por la guerra de Irak.
Vox ya no da tanto miedo
En abril, un vector que influyó en la participación fue la irrupción de Vox, elemento contra el que el PSOE se conjuró con gran éxito electoral. Ahora, esa movilización antiVox podría ser menor. El partido de Santiago Abascal ya está en muchísimos parlamentos y plenos municipales y ha sido determinante para conformar Gobiernos de PP y Ciudadanos sin que muchos de los temores que aventaba la izquierda se hayan materializado.
Hay algunos dirigentes que, además, creen que la gestión de estos meses puede ser digerida por el electorado con menos entusiasmo del que estiman en Moncloa. "Nuestro argumentario es imposible", explicaba esta semana un barón socialista tras conocer la última propuesta de Iglesias de una coalición con período de prueba. "Hemos pedido abstención a la derecha (después del "no es no"), hemos ofrecido coalición y ahora no; hemos dicho que si renuncia Iglesias, todo hecho... Iglesias está recuperando reflejos", añadía.
Otros elementos, como la sentencia del Tribunal Supremo sobre los dirigentes independentistas, la de los ERE o la marcha de la economía podrían suponer riesgos para el presidente.
Según Gonzalo Adán, presidente de SocioMétrica, "repetir elecciones es una operación que cumple todas las características para ser considerada de alto riesgo, y la probabilidad de que le salga bien a Pedro Sánchez no es mayor que echar una moneda al aire". En una tribuna publicada hoy en EL ESPAÑOL, el autor asegura que "la abstención puede ser la aguja que pinche el globo de Sánchez".