La violencia va en aumento. La tercera noche tras hacerse pública la sentencia del procés, los radicales volvieron a incendiar las calles de Barcelona, a levantar barricadas con cualquier bien urbano a su paso y a atacar a las fuerzas del orden. Hasta las 2 de la madrugada, hubo altercados y hogueras diseminados por el centro de la ciudad.
Lo que comenzó a las siete de la tarde con una llamada al civismo y multitud de rollos de papel higiénico -tal como habían pedido los convocantes, los CDR-, continuó con vehículos y contenedores calcinados, cohetes contra el helicóptero de la policía y cócteles incendiarios, canicas y ácido contra los agentes antidisturbios.
En su mayoría jóvenes y encapuchados, hicieron del centro de la ciudad un campo de batalla. Las llamas se aproximaron a una gasolinera y a varias viviendas, obligando a barceloneses a abandonarlas para no correr peligro. Uno de ellos -puede verse en imágenes de televisión- bajó a la calle con un bebé en brazos, mientras otros lo hacían para aparcar sus vehículos en otros lugares ante la amenaza del fuego.
Contra la Conselleria de Interior
El primer punto caliente fue la Consejería de Interior, donde los radicales se armaron de piedras y botellas para tirarlos a los policías que protegían el edificio. Horas antes había comparecido el conseller, Miquel Buch, para rechazar la violencia pero no para dimitir, como piden ERC o la CUP desde las cargas de los Mossos en El Prat la tarde-noche del lunes, cuando un joven perdió un ojo por el impacto de una pelota de goma.
En un intento de proteger la Conselleria, situada en la calle Diputación, los Mossos recurrieron a cargas y a furgonetas del cuerpo a gran velocidad en puntos como la plaza Tetuán para dispersar a los encapuchados.
Tras un paréntesis en los enfrentamientos en vías céntricas como la ya citada Gran Vía o el paseo de Sant Joan, la Policía Nacional se sumó a las cargas. Los violentos no mostraban intención de irse a casa. Muy al contrario, usaron un contenedor de obra, desmontaron un andamio y arrancaron señales de tráfico para usarlos en las barricadas y hogueras.
Torra condena al fin
Los incidentes se producían tras una jornada de importantes reuniones políticas en Madrid. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reunió en Moncloa con Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias, los líderes de PP, Ciudadanos y Podemos, respectivamente. El jefe del Ejecutivo ofrecía al término de todas ellas una rueda de prensa en la que no cerró las puertas a ninguna decisión extraordinaria, llamó al presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, a condenar de forma inequívoca la violencia y propuso por ahora moderación: "Nos quieren exaltados y divididos".
Torra compareció al fin pasada la una de la mañana. En ese momento, Barcelona no era la única preocupación. Llegaban imágenes desde Tarragona del atropello de un manifestante por parte de una furgoneta policial y, sobre todo, graves titulares desde Manresa (Barcelona): vecinos protegían el cuartel de la Guardia Civil de independentistas que querían asaltarlo al grito de "¡a por ellos!"
Y Torra condenó: "Siempre hemos condenado y condenamos la violencia". También se distanció de quienes la ejercen: "No permitiremos que grupos de provocadores ensucien la imagen de un millón de catalanes que han salido siempre a las calles de forma firme y serena. No toleraremos las provocaciones de unos pocos que no nos representan. Es normal y bueno que protestemos por una sentencia injusta, pero no podemos permitir estos incidentes que estamos viendo".
Eso sí, el president culpó de lo ocurrido a "infiltrados" y no mencionó ni una sola vez a los Mossos, dependientes de la Generalitat y que a esas horas se jugaban el tipo tratando de devolver la normalidad en las calles.