Escribía Gil de Biedma que de todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal. Tomándole prestado, se podría decir que de todos los Pedro Sánchez de los últimos años sin duda el más triste es el de la crisis del coronavirus, porque se le ve derrotado. En la comparecencia de este domingo el Sánchez que aparecía poco tenía que ver con el que hasta ahora conocían los españoles. No en vano ha pasado un intenso mes desde que se decretó el estado de alarma el pasado 14 de marzo.
Sí, en sus comparecencias Sánchez sigue teniendo su tendencia a confundir el Gobierno con el “yo” y sigue siendo un orador relativamente bueno que se siente cómodo ante la adversidad. Sin embargo, los ojos se le han empequeñecido por el cansancio y parece que tiene más canas. Usa un tono en términos bélicos y no hace autocrítica. Por todo ello, EL ESPAÑOL ha pedido a cuatro expertos en lenguaje no verbal y comunicación que analicen sus gestos y sus palabras en su última aparición.
Su boca se cierra y arquea, mostrando contención e intentando transmitir una tristeza que, sin embargo, no convence. Su mirada se ha apagado, por el cansancio, y mira constantemente a cámara para hablar de tú a tú a los ciudadanos. Sin embargo, esa mirada también hace que lea demasiado y no conecte. Su mandíbula se contrae constantemente, un gesto tan de él pero que ahora no muestra otra cosa que la tensión y presión a la que está sometido. Y sus cejas le sirven para subrayar la importancia de lo que está hablando, pero cuando bajan el ceño no deja de estar fruncido, presa de toda la situación. Todo eso dice la cara de Sánchez. Pero los expertos también extraen otras lecturas: es un magnífico comunicador pero en este caso no interioriza lo que dice y llega a mostrar rechazo físico, que no verbal, cuando habla de las críticas que recibe.
El tono de Sánchez
Ana Isabel Gutiérrez (psicóloga forense especializada en conducta): “Cuando habla, Sánchez tiene una excesiva presencia de sinónimos y adjetivos que hace que el discurso pierda concreción. La gente está en situaciones de dolor o desesperanza y con un mal panorama económico o social. Por ello, necesita respuestas concretas, que no sean vagas. Un ejemplo es cuando recurre a los expertos. Dice basarse en ellos para tomar las decisiones, pero no sabemos ni quiénes son ni qué han dicho. La gente necesita a alguien que transmita confianza en lo que dice, que ante la rabia de los ciudadanos sea capaz de asumir errores, y eso no lo hay. Es un tono muy monótono y aunque tiene intención clara de acercarse a la gente, no lo logra. Hay muchos que cuando acabó de hablar no sabían qué pasaba, quién volvía a trabajar y quién no".
Cristian Salomoni (analista de la conducta en Nechi Group): “Tiene que ser mejor comunicador. Sólo hay que compararlo con otros jefes de Estado. Lo malo de leer el telepromter es que recita lo que está escrito y resta poder de comunicación. No hay un ‘me lo creo’ ni un ‘lo siento’. Es poco auténtico, poco natural y poco gestual. Tiene buen texto, dice cosas justas, pero no hay congruencia en el cómo lo dice. Yo no puedo decirte que soy feliz y poner cara de funeral. Cuando habla de la victoria, su rostro no refleja esa victoria. Y el uso del tiempo. No puede estar 17 minutos hablando y repitiendo lo mismo".
Cejas, boca y mandíbula
Ana Isabel Gutiérrez: “Tiene mucha tensión en la cara. Tensión mandibular, sobre todo. Intenta transmitir un tono relajado. Lo intenta pero no lo consigue. Cuando le hacen las preguntas se nota la tensión mandibular y que adopta unos gestos más a la defensiva. También arquea mucho las cejas para subrayar lo que dice. Pero, por lo general, hay muy pocos gestos. Yo no me creo que sea tan poco expresivo en su parte personal. Ha limitado los gestos a mover las manos y las cejas y levantar un poco la barbilla cuando se siente cuestionado".
Nuria Moreno (asesora de comunicación): “Tiene un gesto puntual que consiste en apretar los labios [esto se ve cuando habla de las víctimas o en la ronda de preguntas cuando no le gusta]. Aunque hay que analizarlo siempre con cada cosa que se dice concretamente, en general significa contención. Lo que está transmitiendo con eso es que tiene una emoción contenida o que está pensando en decir algo más pero se para ahí".
Cristian Salomoni (analista de la conducta en Nechi Group): “El gesto de apretar los labios y bajar las esquinas de las comisuras también puede significar ‘en qué marrón me he metido’ o intentar poner una cara de tristeza. Lo que pasa es que se nota incongruente, porque le faltan gestos empáticos. En esto incide la escenografía [en La Moncloa con las banderas de fondo], es demasiado formal. Merkel tiene de fondo a Berlín. Viene a decir que saldremos de esta. Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, lo hace en su casa. ¿Qué mejor que hacerlo desde casa ya que estamos confinados y yo soy un ciudadano cualquiera? Sánchez también baja bastante la cabeza, lo que da una sensación de derrota, en momentos en los que habría que subirla y mirar al frente".
Sus manos (y otros gestos)
Nuria Moreno: “Pedro Sánchez tiene un gesto que es muy suyo, cuando usa las manos, y es que muestra los pulgares hacia arriba. Esto quiere decir ‘yo soy el líder’. Si no fuera político sería líder en otra cosa, porque lo siente. Sin embargo, también, en las preguntas tras el discurso, cuando se tiene que proteger las junta, aunque no entrecruza los dedos. Hay un gesto que se le ve cuando habla de decisiones difíciles: junta las manos, pone los dedos en punta y gira las muñecas. Eso representa muchísima tensión, no es un movimiento natural. Aporta mucha información y es coherente porque representa la dificultad de la situación. Después, mira casi siempre al frente y con ello da presencia, se muestra muy recto. Dice ‘yo estoy aquí’".
Sonia El Hakim (directora del máster en Comunicación no verbal y habilidades directivas de la UCAM): “Sólo hay una comparecencia en la que se le viera más afectado que en las demás. Fue la segunda que dio, el 22 de marzo, tras declarar el estado de alarma el 14 de marzo. [Ese día había 1.800 fallecidos] Ahí, se le veía tremendamente afectado. Podría tener que ver con el ingreso de su madre y que no estuviera en su mejor momento anímico. Pero la de este domingo es a lo que estamos acostumbrados. Lee perfectamente, enfatiza y gesticula. Pero no transmite emoción. A nivel de expresión facial no dice nada y eso puede estar motivado por el hecho de que está leyendo, no sólo por su forma de ser. Si no se le viera cansado, me mosquearía. Los ojos más pequeños, que se cierran un poco más, pueden significar cansancio y es compatible con las ojeras. Como ciudadana, me dice que está trabajando. También puede ser que no lleve maquillaje. En algunas comparecencias se le ha visto con sudor y eso el maquillaje lo habría arreglado".
Egolatría y rechazo a la oposición
Ana Isabel Gutiérrez: “Utiliza constantemente la palabra ‘yo’, ‘yo’ y ‘yo’. Dice ‘yo he decidido’, dice ‘me han criticado a mí’. ¿Le han criticado a él o al Gobierno? Esto demuestra cierto ego. A cualquier otro, esta situación le provocaría bastante miedo, porque no es que tenga poder, que lo tiene, es que tiene responsabilidad. A él se le ve mucha tensión en el rostro pero no sé hasta qué punto tiene miedo. A Fernando Simón [el coordinador de alertas y emergencias de Sanidad] sí que se le veía abrumado. Tenía momentos en los que era torpe, que mezclaba el cansancio y el no saber muy bien cómo afrontar la situación. A Sánchez, aunque en tensión y cansado, no se le ve abrumado".
Sonia El Hakim: “Podemos ver que cuando habla de la oposición y algunos gobiernos autonómicos y hace referencia a que no apoyaron la medida de confinamiento excepcional, adopta un gesto de desprecio al referirse a ellos. Vemos rechazo y que eleva los hombros. También se nota en el tono. Lo mismo cuando dice que ‘las críticas las doy como bienvenidas’. Es por cortesía pero no es real. No son gestos de soberbia, porque eso tiene que ver más con la personalidad que pueda tener, sino que no le gustan, no las ve justas y tiene una expresión facial de rechazo. Pero raro es el político de primer orden que no tenga una dosis alta de ego y narcisismo. Son personas 24 horas al día bajo los focos, no aguantarían eso si no estuvieran encantados de conocerse".
El lenguaje militar
Sonia El Hakim: “En toda la comparecencia, Sánchez y sus asesores hacen referencia a un lenguaje muy bélico. ‘Batalla’, ‘lucha’, ‘enemigo’, etcétera. Con esto busca crear una asociación de ideas, es una forma de influir. El JEMAD también la usó pero él ejerce de autoridad al hablar en términos bélicos. Sánchez no, y su mensaje no cala igual. Hay una repetición constante de esos términos para aumentar la exposición a la metáfora pero es deliberado y no es nada sutil. Ese recurso, en oratoria, tiene que ser sutil. Además, no lo ha interiorizado. El discurso se puede dividir en una parte en la que lee y una segunda en la que responde a las preguntas de los periodistas. En la primera usa términos bélicos más de 30 veces pero en la segunda, que dura parecido, lo hace sólo cuatro veces. Esto significa que no tiene interiorizada la metáfora. No es hasta 15 minutos después de la primera pregunta que usa un término de esas características. ¿Por qué lo hace? Con ello nos posicionan como soldados que fundamentalmente obedecen órdenes sin ejercer ningún espíritu crítico. Viene muy bien para el momento en el que están, queriendo asumir el liderazgo".
Ana Isabel Gutiérrez: “Yo tampoco lo comparto. Puede haber gente que ese lenguaje sí que le motive pero hay otros que les podría asustar. Quizás piensa que un planteamiento bélico nos uniría a todos pero en España la palabra ‘guerra’ tiene unas connotaciones que nos retrotraen a cuando nos enfrentábamos entre nosotros. Para los estadounidenses, por ejemplo, es apropiado porque en esos términos piensan en heroicidad, pero en España las historias de guerra son tristes, no heroicas".