Poco antes de morir, Josefa quiso que todos supieran lo agradecida que estaba por la atención, por las llamadas a horas intempestivas, por estar tan pendiente de ella, fuera la hora que fuera. Siempre que lo necesitó, en esos instantes finales, hubo alguien al otro lado del teléfono. Por eso pidió personalmente que le transmitiesen su agradecimiento al subdelegado del ministerio de Defensa en la provincia de Huelva. Y que él se lo contara a todos sus superiores. Que supieran que aquel teléfono implantado por el Ejército, por lo menos, le había ayudado a sobrellevar la soledad en las últimas horas de su vida.
Cuando el coronavirus terminó por doblegarla, el responsable del ministerio en ese territorio le comentó el caso al subsecretario de Defensa, y de ahí la historia llegó a oídos de la ministra, Margarita Robles. La historia le emocionó. Robles llamó a la directora de la residencia para agradecerle el trato que había tenido allí aquella mujer. Josefa cuando falleció encargó que comunicasen a la Subdelegación de Defensa que había fallecido y que hiciesen llegar su agradecimiento al Ministerio de Defensa.
Al conocer la historia de Josefa, la ministra supo que la medida que había surgido en el seno de su equipo a principios de marzo había funcionado. Por desgracia, era ya demasiado tarde. Quedaba el consuelo de que había estado acompañada hasta el final.
Si la soledad es habitualmente un enorme problema entre las personas de edad avanzada, esta circunstancia se ha agudizado durante estos tiempos de pandemia. Una de las medidas que se tomó desde el Ministerio de Defensa cuando comenzó a expandirse el Covid-19 fue abrir una suerte de 'teléfono de la esperanza' para las personas mayores.
La idea era implantar un servicio de 24 horas al día, para todos aquellos que necesitasen ayuda, o apoyo psicológico desde casa. O simplemente un rato de conversación durante las largas jornadas de soledad en el hogar.
El trabajo se ha venido realizando desde las subdelegaciones del Ministerio de Defensa repartidas por toda la geografía española. Fueron ellos quienes gestionaron el teléfono habilitado tras el decreto del estado de alarma para atender a las personas mayores, los más afectados por la enfermedad que todavía hoy, tres meses después de su explosión, mantiene recluida a buena parte de la población mundial.
Hasta el momento, según ha podido saber EL ESPAÑOL, este número ha recibido más de 60.000 llamadas a lo largo de estos últimos tres meses. De entre las personas que se ponen en contacto con los responsables de este servicio, muchos de ellos mantienen una enorme vinculación con las Fuerzas Armadas. Muchos de ellos son militares en la reserva, retirados o viudas de antiguos soldados del Ejército.
Las peores semanas se agruparon todas entre marzo y abril, coincidiendo con el pico de la crisis sanitaria y con el mayor número de muertes y contagios. En los días más complicados el teléfono no dejaba de sonar.
En total en el periodo comprendido entre el 24 de marzo y el 7 de abril, se efectuaron 15.641 llamadas. Ese período se constató como el de mayor y más intensa actividad. Actualmente, el número continúa funcionando, pero la regularidad es ahora mucho menor, y por eso pueden dedicarse a hacer el seguimiento de 233 casos de personas en situaciones difíciles.
Una voz amiga
"Eramos una voz amiga al otro lado del teléfono, alguien en quien confiar", dicen desde las Fuerzas Armadas. En cuanto se declaró la crisis sanitaria y se decretó el estado de alarma en todo el país, desde la Subsecretaría de Defensa se remitió una circular para coordinar la actividad de seguimiento y apoyo a estas personas. Fue un mensaje lanzado a través del correo electrónico para personas especialmente vulnerables en una situación tan delicada como la actual.
La idea de prestar este servicio a tanta gente resultó altamente interesante para los integrantes del Ministerio. Gustó tanto que todos, pese a las complicaciones del tele trabajo, quisieron ayudar. Haciendo las tareas desde casa, no quedó más remedio que realizarlas desde teléfonos particulares.
Todos se prestaron a echar una mano. Sucedió en Madrid, en Vigo, en Barcelona, en innumerables zonas de España. Incluso militares retirados decidieron aportar su granito de arena y colaborar en estas tareas junto con los funcionarios públicos del ministerio.
El coronel Jesús Ángel García Lidón, subdirector general de Administración Periférica del Ministerio de Defensa, es uno de los artífices de lo ocurrido. "Este apoyo personalizado a un colectivo tan vulnerable ante la pandemia del COVID-19 y el estado de alarma decretado por el gobierno, ha sido una muestra más del cumplimiento del deber y de la importancia que tiene la acción social dentro de su política de personal".
García Lidón, al frente de ese área en el seno de la cartera que ostenta Robles, ha sido el encargado de coordinarlo y dirigirlo todo. La estructura periférica es la única presente en todas las provincias de España y por lo tanto su implantación permite llegar a todos los rincones de nuestra geografía. "Creo que ha sido un trabajo extraordinario desarrollado con mucha ilusión por todo el personal civil y militar que forman parte de la misma, sin olvidar el apoyo prestado tanto por la Dirección General de Personal como del Instituto Social de las Fuerzas Armadas", dice.
Historias tras las cifras
Detrás de cada una de esas 60.000 llamadas hay historias individuales. Uno de los casos era el de Isabel. Desde que comenzó el estado de alarma, la anciana llamaba todos los días para tener, al menos, media hora de compañía telefónica. Necesitaba sentirse acompañada. Se decidió que siempre le atendería la misma persona. Algunas jornadas llegaron a pasar hablando más de 1 hora y media.
La mayoría de aquellos a los que llamaban habían pertenecido, en su día, a alguno de los estamentos del Ejército. "Nuestros retirados y viudas de retirados tras la sorpresa inicial ante la primera llamada, llegaron innumerables muestras de gratitud y finalmente declaraciones de confianza en el Ministerio, y esto es muy gratificante", explica Lidón.
Moisés, retirado del Ejército de Tierra de 103 años, estuvo más de una hora relatando apasionantes historias de su juventud. Concepción pudo desahogarse detallando los entresijos de su última operación de cadera. Infinidad de nimios detalles pero que, a la postre, para el que los sufre se convierten en algo realmente importante.
El mensaje final de todo aquello era sencillo: transmitir a todos esos ancianos, los más vulnerables en estos momentos en cualquier país del mundo, que no estaban solos.